No sé si muchos lo sabréis, pero cada diez años se censan las personas y viviendas de España y de muchos otros países. Hasta el último que se hizo, en 2011, esto implicaba que hubiera alguien que visitara todas y cada una de las viviendas que hay en nuestro país, y como yo participé en 2001 como agente censal os cuento cómo lo hicimos por si tenéis curiosidad.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que el censo no es el padrón. Para poder empadronarse en un sitio tienes que cumplir una serie de requisitos (por ejemplo, has de llevar una carta que indique tu nombre y tu dirección postal cuando vayas a cambiar tu dirección), mientras que el censo no es exactamente lo mismo y no tiene por qué reflejar la realidad durante todo el periodo de diez años, sino que es más bien una cifra (o un conjunto de cifras) que sirve de referencia con fines estadísticos. Ambos registros en España los lleva el Instituto Nacional de Estadística (INE).
En el último censo, en vez de recorrer todas las casas, el INE optó por censar una muestra de aproximadamente el 12% de la población y aprovechar los datos del padrón y de otros registros oficiales. De hecho, es posible que a vuestra casa no haya ido nadie, mientras que en 2001 fue alguien seguramente.
¿En qué consisten los datos del censo?
Los datos que se recopilan para el censo tienen que ver con conocer los edificios (cuántas plantas tienen, cuánta superficie ocupan las viviendas, cuándo se construyeron, en qué estado se encuentran); las viviendas propiamente dichas (cómo son de grandes, si tienen terraza, si son propiedad de sus inquilinos o están alquiladas) y por supuesto de las personas que las habitan. En 2001 la manera de obtener estos datos era preguntando.
A cada agente censal se nos asignaban una serie de manzanas de nuestro barrio (a mí me tocaron cuatro) y se nos daban los impresos que tenían que rellenar, un pack por casa, y que había que llevar en persona. Antes de empezar nos dieron un curso para que supiéramos cómo rellenar esos impresos, ya que había varios códigos, dudas que nos podrían surgir, etc y teníamos una reunión con nuestro coordinador una vez al mes como mínimo.
Al coordinador teníamos que llevarle los impresos que fuéramos rellenando y le contábamos las dudas que tuviéramos. Por ejemplo, a mí me tocó censar una pensión y no tenía muy claro cómo hacerlo, ya que sus habitantes eran bastante permanentes pero no estaban exactamente alquilados.
El tipo de preguntas que incluían los impresos iban desde ¿en qué año se construyó el edificio? al número de habitantes de la casa, los metros cuadrados que tenía, el nivel de estudios de cada habitante, si trabajaban por cuenta propia o por cuenta ajena, etc. Si tenéis curiosidad, las hojas que usamos aún se pueden descargar en la web del INE.
En honor a la verdad, os contaré que sí era posible responder a las preguntas del censo por Internet, ya que en el formulario personalizado venía una clave que te permitía rellenar online tus datos, pero hubo poca gente que lo hizo (de la que censé yo al menos) y además me suena que yo cobraba menos si la casa se censaba online en vez de presentar yo los datos, aunque no estoy segura porque no tengo el contrato a mano.
¿Cómo hicimos el censo en 2001?
El INE nos dijo que podíamos elegir en qué horario trabajar y que más o menos tendríamos que dedicar unas tres horas diarias. Yo era estudiante en la universidad así que no tenía muchos problemas de horario, aunque prefería las tardes porque solía haber más gente en casa y sus habitantes no estaban tan acelerados como por las mañanas.
Para hacer el trabajo, llamaba a la puerta y decía que era agente censal. Había gente que te abría y había gente que no, y bastantes veces me tocó esperar en el portal hasta que alguien se apiadaba de mí. Sé de algún compañero que decía el infalible "cartero" y tenía más éxito.
Ir por las casas no tenía mucha complicación, una vez explicabas para qué estabas ahí. Por lo general casi todo el mundo me atendía de mil amores y muchos me ayudaron porque al ser impresos bastante largos se los dejaba para que los rellenaran y pasaba a recogerlos un par de días después. Eso sí, a la mayoría de señoras mayores tuve que ayudarlas porque entre que las casillas eran pequeñas y que les sonaba a chino lo del censo preferían que estuviese delante.
Con los inmigrantes había veces que tenía dificultades porque no acababan de creerse que los datos eran para el INE y que no se cruzaban la base de datos con gente de inmigración (o al menos eso me aseguraban) pero una vez se lo explicaba, casi todos colaboraban. ¡Gracias, si me estáis leyendo!
En resumidas cuentas, fue un trabajo arduo, en el que empleé sobre todo tardes, noches y algún fin de semana (estos los menos porque la gente se enfadaba si llegabas un sábado y le empezabas a hacer preguntas impertinentes). Estaba bastante bien pagado porque con lo que gané me dio para pagarme bastantes cosas de la Erasmus que hice el año siguiente (si conocéis el percal, en Madrid las becas Erasmus las pagan fatal y es poquísimo dinero).
Si tenéis cualquier duda, estaré encantada de contaros más en los comentarios.