Es un comisionista, pero es nuestro comisionista

La masiva utilización de la corrupción como arma de destrucción a la derecha y su conversión en reality vía mass-media, la ha transformado en un mero juego, es la gamificación de la inmoralidad. Este fin de semana, millones de personas se han quedado pegadas al televisor y han comido palomitas o pizza mientras observaban como dos bandos de trepas se tiraban su carnaza podrida a la cara. Todólogos decadentes de ultraderecha e izquierdas alimentaban el fuego con alcohol de quemar, que la gasolina argumental, que el análisis profundo, está carísimo, oiga.

Nunca había visto algo tan tremendo como salir a la calle a montar una manifestación a favor del robo vía comisiones. ¿Era una manifestación del PP contra el PP, como decía Rafael Hernando? No. Era muchísimo más que eso. Era la performance de los Santos Inocentes más grande de la historia de la democracia de este país. Pijos del Barrio de Salamanca mezclados con obreros. La vergüenza transversal. La alquimia del delirio: rabia de sirviente mezclada con orgullo de señorito, aderezada con consignas de una puerilidad abochornante. Ira genérica, teóricamente focalizada hacia los que dirigen el partido, pero realmente gritada a todo el mundo, a todos los que se han atrevido a ofenderse por no entender que "59.000" euros no pueden interponerse en el camino de la salvación frente al comunismo filoetarra de Fededico y Carlitos.

Intentaba razonar un periodista con los manifestantes con argumentos de peso. Al sentirse arrinconado, el homo españolis te lleva siempre a la misma trampa argumental: “Todos los políticos son iguales” pero siempre voto a los míos. Ese es el leitmotiv esencial. Y eso nos lleva a que el derechista medio compare el pago en B a una asistenta con los 23000 millones de Bankia.

No, ahora no pueden venir los madres mías. Recogemos lo que sembramos. Y no, esto no es trumpismo, como decía ayer en Twitter, Anita, la reina de la Sexta. Esto es franquismo sociológico, Milana Bonita, esclavos agradecidos, personas que creen fielmente que es mejor un ladrón que un comunista, aunque no sepan ni por asomo, lo que es el comunismo.

Se perdonó una dictadura fraticida. Se escupió y se escupe en la cara de los descendientes de las cunetas. ¿Acaso creéis que esta gente no va a perdonar la corrupción?

Cuando un país olvida, se acostumbra a hacerlo para siempre. La desmemoria a corto plazo ha sustituido a la envidia como deporte nacional. La Gurtel suena decimonónica, la cara de Rato o de Bárcenas comienza a diluirse del imaginario social, M. Rajoy ya pasó a la historia.

El pasado dura cada vez menos. La gente solo quiere disfrutar de su miedo para poder convertirlo en odio, aunque no entienda nada, aunque lo único que sepa es que los suyos tienen que ganar. Que roben, pero que solo roben los míos. Coge mi cartera si quieres, pero por favor, Isabel, sálvanos de la izquierda, de esa España que nunca se ha atrevido a cambiar nada. Que sigan igual de acomplejados que siempre. Que tengan que seguir pidiendo disculpas por ser lo que son, hasta que dejen por fin de serlo. Que todo siga igual. Que nada ni nadie nos quite el derecho a ser lo que llevamos ochenta años siendo.

Una panda de sociópatas.

Españolitos de bien.

Qué puto asco de país, joder.