La mayoría de comentaristas de la última controversia en la UE sobre los eurobonos no está teniendo en cuenta lo más importante. Se centran en las deudas de los estados, sus déficits, los fondos de cohesión recibidos por unos y las transferencias positivas realizadas por otros... Pero la realidad es que lo que más dinero mueve en la UE no son esas pequeñas partidas presupuestarias o los déficits públicos, sino el Banco Central Europeo y el Mercado único. Son estas dos instituciones las que benefician especialmente a Holanda y Alemania y la razón por la que estas se encuentran mejor en la UE que fuera de ella.
Sin el Euro, Alemania y Holanda tendrían monedas mucho más caras que el Euro y, en consecuencia, sus exportaciones y sus economías se resentirían notablemente. El precio del Euro es tirado hacia arriba por tales economías, mientras que economías más débiles como la griega, la española o la portuguesa lo tiran hacia abajo. El resultado final beneficia a las primeras. De hecho, esas exportaciones crecieron enormemente en las últimas décadas gracias al Euro. Con una moneda más cara, como el Marco alemán, los exportadores alemanes saldrían al mercado mundial con maquinaria y productos bastante caros, por lo que les costaría mucho competir contra otros países con monedas más débiles, incluyendo España, que tendría una peseta barata. Y no solo eso. En la misma UE, los productos holandeses y alemanes serían bastante más caros, así que su competitividad interna también se vería seriamente deteriorada. Si además tenemos en cuenta el Mercado único, estos países exportadores se ven beneficiados de poder competir con los productos del resto de países de la UE sin sufrir aranceles ni regulaciones nacionales.
Por otro lado, todos sabemos que una de las ventajas que tiene cualquier país soberano que opera libremente en el mercado internacional es la de poder hacer dumping fiscal. Sería razonable pensar que en una confederación que comparte moneda y mercado esta práctica no estaría permitida, ya que puede agravar las diferencias económicas entre los países y desintegrar la confederación. Pues bien, resulta que en la UE el dumping fiscal está permitido. Sus estados comparten moneda y mercado común pero pueden seguir comportándose como países cuasi independientes a nivel fiscal. Así, Luxemburgo, Holanda o Irlanda ofrecen acuerdos a medida a las grandes empresas con tal de que coloquen allí sus sedes. Tales estados se aprovechan de los demás y las empresas de todos ellos, pues, como revelaron los documentos de LuxLeaks, apenas pagan el 1% de los impuestos que tendrían que pagar si el dumping fiscal estuviera prohibido.
En conclusión, países exportadores como Alemania y Holanda se benefician enormemente de estar en la UE e incluso les resulta rentable pagar compensaciones (fondos de cohesión) a países no exportadores netos para que entren, no sin condiciones, en un mercado común que les permita inundarlos con sus productos. Si además estos países débiles entran en su club monetario, podrán financiarse a menor interés a costa de aumentar aún más la competitividad de sus socios exportadores. Los nuevos miembros de estos clubs, por tanto, acaban siendo comparativamente menos competitivos que sus socios y se ven forzados a alguna de las siguientes posiciones o una combinación de ellas: (i) aceptar posiciones importadoras netas y asumir déficits perpetuos; (ii) intentar estrategias exportadoras a costa de devaluar internamente sus salarios con el objetivo, difícil de alcanzar, de competir contra sus socios; (iii) propiciar sectores receptores de rentas externas, como el turismo, o favorecer la exportación de trabajadores que envíen remesas monetarias a su país de origen. El lector atento se habrá dado cuenta de que estas opciones encajan perfectamente con lo que ha hecho España en la última década.