Esta vieja noticia de Pedro J se vuelve sumamente actual en el día de hoy www.elespanol.com/espana/20160501/121487967_0.html El PP sabía que Cifuentes robaba en su tiempo libre. Pero no lo veía un problema, y decidió encubrirle. Es más, creo que lo consideraban un punto a favor de Cifuentes. No ya por el hecho de que los dirigentes del partido suelen tener un amplio historial como amigos de lo ajeno (eso sí, a gran escala) sino porque esa información convertía a Cifuentes en su rehen.
"Buenas tardes senador, le hemos citado aquí para compartir una bonita película ¿No le parece que ese hombre con ropa interior femenina al que le están metiendo un consolador por la boca se parece mucho a usted? Tranquilo senador, no tenemos intención de difundirlo. Después de todo, somos amigos, y mientras sigamos siéndolo, no tiene nada que tener".
En un nido de víboras como el PP, los mandos intermedios deben estar bien atados, y es necesario que la cúpula tenga las herramientas para cortar sus hilos y lanzarlos al vacío cuando sea preciso. Por eso pienso que el PP apuntaló aún más a Cifuentes tras conocer sus miserias. Encubriéndola, podía mantenerla dócil y fiel, asegurándose de que nunca se saliera del tiesto. Si lo hacía, solamente tenían que apretar el botón y hundirla en el abismo. Es lo que han hecho (mediante el mercenario Inda) cuando se ha atrincherado y ha rechazado dimitir a pesar de las repetidas peticiones de Rajoy, a quien no le importaban sus chanchullos mientras no dañasen a los intereses del partido.
El caso Cifuentes me recuerda a las viejas historias de mafiosos y políticos estadounidenses en los años de plomo. Los capos no caían por sus grandes negocios, que compartían con la élite política y no podían destaparse sin tumbar a "respetables" congresistas y senadores. Caían por pequeños fraudes, como la nimia evasión de impuestos que metió entre rejas a Al Capone.
Pero, sobre todo, el caso Cifuentes me recuerda esa infinita tela de araña que caracteriza a las cloacas del poder. Con sus preciados almacenes de información, donde las distintas familias atesoran vídeos, grabaciones y testimonios capaces de acabar con la carrera de las figuras políticas más prominentes. Mientras no llegue el momento preciso, seguirán durmiendo. Cuando la víctima-verdugo que los protagoniza rompa la disciplina o sea más útil muerto que vivo, saldrán a la luz. Nunca faltarán porquerizos como Inda para sacar la dosis de fango que les ordenen sus jefes, silenciando el resto.