Cambio de paradigma mundial

En mayo del año pasado, apenas pasada la primera ola del nuevo coronavirus, escribí un artículo donde detallaba los, por entonces, desconocidos cuatro factores que irían a determinar literalmente el futuro "sano" de nuestra civilización tal y como la conocíamos. Ahora ya conocemos lo suficiente del virus y de la enfermedad que causa como para responder a las preguntas que dejé en su momento en el aire. Vamos a verlo:

1) Conocer cuánto dura la inmunidad (memoria) hacia el SARS-CoV-2 y cuánta seroprevalencia existe actualmente (lo que determinará la relación infectados/muertos: letalidad, y lo lejos o cerca que estamos de la inmunidad de grupo). También conocer si esta inmunidad adquirida es eficiente y suficiente para no volver a infectarse del virus aunque sea de manera más leve.

Todavía no está clara la duración exacta de la inmunidad, pero hay algo claro: su cota superior es de un año como máximo. Y además, ya se sabe que existen variantes (o cepas) del virus capaces de infectar a personas que pasaron otra variante diferente del mismo. Esto ocurre por ejemplo con la actual variante sudafricana.

2) Cómo afecta los cambios de temperatura y humedad al virus.

Parece ser que le afecta relativamente poco en comparación a otros virus que causan enfermedad respiratoria como es el caso de la gripe. Esto favorece mucho que su latencia sea casi anual, lo cual favorece su capacidad para generar nuevas variantes o cepas de manera casi continua en el actual escenario de pandemia.

3) Conocer si es posible realizar una vacuna eficiente, barata y fácil de producir en masa; y de ser posible, para cuándo estaría al alcance de 7.000 millones de personas.

Como era obvio, la capacidad para producir una vacuna en masa para toda la población del planeta se está viendo que es de momento pura utopía. Se va a requerir de muchos meses (años para los países no desarrollados) en vacunar a toda la población, lo cual va a permitir que siempre exista un reservorio constante donde el virus mutará con más eficiencia para sortear dichas vacunas al verse bajo presión evolutiva. En el momento en que toda la población de un país este vacunada, se verá que hay que revisar la vacuna para proteger de nuevas variantes aparecidas...y vuelta a empezar.

4) Determinar si la tasa de mutación de este virus de ARN monocatenario positivo, una vez se vea bajo presión evolutiva (ya sea debido a que se logre vacuna o inmunidad de grupo "natural"), le permitirá safarse con facilidad o no de esta barrera inmune creando nuevas cepas o cambios significativos (como es capaz de hacer la gripe, por ejemplo, o incluso otros coronavirus hermanos, de cuyos resfriados no se libra casi nadie año tras año por mucho que se inmunice la gente de ellos).

El virus ha demostrado que tiene una capacidad para cambiar y modificarse formidable. Ya se han detectado varias cepas o variantes con más de 17 mutaciones acumuladas en la proteína que da forma a la espiga S...¡y todavía no ha sentido la presión evolutiva de las vacunación en curso! Es mucho más que probable que, en el actual escenario mundial de pandemia, siempre vaya a surgir en algún lugar una cepa resistente a cualquier vacuna que posteriormente se extenderá por el planeta reemplazando a la variante anterior. La gripe actúa de manera parecida desde hace muchas décadas y hemos sido incapaces de frenarla hasta el momento.

Conclusión.

Los científicos aún no lo afirman por miedo a ser tachados de alarmistas o pesimistas, pero la morfología del nuevo coronavirus tiene todas las propiedades necesarias para convertirse en una enfermedad endémica a nivel mundial. Algo similar a lo que ocurre con la gripe (otro virus de ARN)...pero peor. Y será peor porque se contagia mucho más fácilmente, con una tasa R0 bastante superior a la de la gripe, porque se ve afectado menos que la gripe por los cambios de temperatura y humedad, y porque su letalidad es ligeramente superior en menores de 60 años...pero mucho mayor que la de la gripe en edades superiores. La tormenta perfecta ha alcanzado a nuestra sociedad. Tendremos que aprender a convivir con esta "supergripe" que, de momento y quizás durante muchos años, va a producir un profundo cambio de paradigma a nivel mundial. Estamos a las puertas de una desglobalización que llevará al mundo a su estado anterior a la década de los 90.