¿Cambiar el modelo productivo?

A ver si entiendo la jugada: España debería cambiar su modelo productivo, basado en actividades de bajo valor añadido como la construcción y el turismo por otro de un valor añadido superior. Pero sin contaminar. Con sueldos decentes y sobre todo con impuestos altos que mantengan a flote un generoso estado social. La idea es esa, ¿no?

Bien, pues emitida.

¿Y qué significa esa idea cuando llega a los oídos de quién podría crear empresas que cambien ese tejido productivo?

Me arriesgo yo. Me ponen un montón de normas que tengo que cumplir mientras que mis competidores se las pasan por el forro. Si pierdo dinero, me voy a tomar por culo, pero si lo gano, tengo la obligación de pagar una buena parte de lo que gano en forma de impuestos, porque es una vergüenza que gane dinero a mansalva y hay que redistribuir la riqueza. Mientras tanto, lo que se busca es ir asegurando un mínimo a los que no se han arriesgado, porque de lo que se trata es de redistribuir la riqueza, pero no el riesgo. El riesgo, para su puta madre, si es posible, ¿no?

Con esas premisas, ¿quién acepta el riesgo? Pues el aventurero que tiene ya pensada la manera de eludir las consecuencias de un fracaso, o el puñetero loco de atar, medio tonto, que piensa en darse empleo a sí mismo y a unos cuantos más, en vez de prepararse una oposición que le permita ser empleado de todos.

Con esas premisas, ¿quién puede estar interesado, desde fuera, en elegir España como lugar ideal para invertir? El que tenga diseñado un buen plan para cosechar subvenciones y salir corriendo, o para extorsionar al político que se acojona ante quinientos posibles despidos y está dispuesto a abrir la cartera, la de todos, no la suya, para que ese marrón se lo coma el siguiente.

Para un neoliberal, la cosa está clara: si hay ganancias para mí, y si hay pérdidas para el Estado.

Para un socialista, también: si hay pérdidas para ti, y si hay ganancias, para el Estado.

Ni los unos ni los otros han sido capaces de cambiar nada, precisamente por esa hemiplejia moral. O se busca la manera de que sea interesante, para todos, la generación de riqueza, o no haremos más que profundizar en nuestro sistema de bandejas y hormigoneras.

Hay que premiar de algún modo la asunción de riesgos. Hay que penalizar de algún modo el sanchopanzismo. El cambio de sistema productivo empieza, ante todo, por los incentivos.