El cactus y la imaginación

El cactus murió. De alguna forma, la cactácea había dejado de existir. Ella lo encontró un buen día abierto, quebrado por la mitad mostrando un interior hueco.

Eso significaba algo para él, algo profundo e insondable por el momento. Para ella, todo misterio, no se supo qué significa; quizá nada, pero toda posibilidad tenía su oportunidad.

Analizado y pensado con calma, la planta había perecido ya fuese por dejadez, pasotismo, despiste u olvido, sana ignorancia de no saber cuándo regar ni trasplantar... Sin embargo, él la imaginaba desde entonces a ella como a una especie de bruja. El interior vacío del cactus debía significar algo. A la fuerza. El simbolismo le insistía.

¿De dónde surge la superstición de él? Es al igual que el número 13. El hecho de juntar pulpa de celulosa adaptada a la forma de un folio, junto a tinta extendida para formar justo, pero precisamente, esa forma, provoca que el Universo se altere para producir acontecimientos negativos según la subjetividad de la mente pensante. Sin duda él sobreanalizaba, una persona muy lógica, menos cuando se dejaba llevar por la imaginación, poco consciente de que estaba encubierta en forma de número.

Hay que analizar un aspecto que se dice de los cactus, y es el hecho de que absorben la radiación de los monitores de ordenador.

Cuando ya está más maduro y se tiene más recursos de la experiencia como base para poder evaluar, uno se percata sobre, ¿por qué precisamente la radiación de un monitor? Lo que me lleva a imaginar la historia del dueño/a de una floristería que no vendía los cactus. ¿Cómo lograr que los clientes se los lleven? Pues un buen día, bajo la conspiración e inspiraciones de los propios cactus, una chispa creó el comentario sobre que este tipo de plantas son buenas contra la radiación de un monitor (seguramente y justo en la época en que en las casas comenzaban a adquirirse tales maquinas). El cliente lo primero que tenía que haber pensado o dicho era, "Ah, ¿pero que los monitores sueltan una radiación perjudicial?", pero, no, se aceptó la historia como tal por la sonriente convicción del dueño/a de la tienda, porque es el experto después de todo. Aquel hecho fortuito que provocó el primer cactus vendido de la historia, expandió el relato hasta el hecho de asumirse y convertirse en verdad. Y ahora un cactus acompaña a más de un ordenador.

Volviendo a él, y si fuese un poco más prejuicioso, puede que dijera que los usuarios de un ordenador ─personas dejadas, pasotas, despistadas y olvidadizas e ignorantes para según qué temas de la vida─, tienen un cactus porque apenas necesitan ser regados. Pero no, escoge la teoría/hecho sobre que es la mejor protección contra los terribles monitores, que acechan y ensombrecen nuestra salud en cada casa. Es como quienes creen que tragamos arañas mientras dormimos, pero eso es otra historia.

Este asunto se puede solucionar consultando por Internet sobre los posibles riesgos de un monitor, pero prefiero dejarlo a la imaginación.