"Las mujeres cobran menos que los hombres".
"¿Por qué?", pregunto yo, interesado.
"¡Por culpa del patriarcado!"
A muchos/as os sonará, ¿verdad? Esa simplificación absurda de buscar un único culpable de un problema o una situación, y la negación categórica de cualquier otra posibilidad. Esa simplificación que hace del mundo un lugar más sencillo, más fácil de entender. "La culpa es del patriarcado", sea lo que sea eso. Es la respuesta comodín, es Jesucristo, es el número Cuarenta y Dos (porque se escribe con mayúsculas), el Alá, el Mahoma, es La Respuesta a Todo.
Pero luego estamos los que queremos profundizar. Y cuando lo intentas, el argumento se retuerce y se recurre a falacias y ataques personales para volver a la simplificación más aceptada. "Hombre, yo creo que es que hay menos mujeres que hacen trabajos muy remunerados o peligrosos", "¡Eso es por el patriarcado!", "No sé, ¿no sera que profesiones de artes y humanidades, menos pagadas, atraen más a las mujeres que a los hombres?", "¡Porque el patriarcado no las deja entrar en carreras más prestigiosas!". Y así hasta entrar en bucle.
Me cabrea esta siplificación absurda, esa búsqueda inútil de un único culpable cuando la verdad se halla tras una respuesta mucho más compleja, y cuya solución no es nada que pueda obtenerse en dos días.
Aquí he puesto el ejemplo del patriarcado y el falso feminismo (la de hostias que me van a caer por esta frase), porque seguramente todos hayamos presenciado este tipo de diálogos estúpidos. Pero probablemente se me ocurran muchos otros: Homeopatía -> ¡El lobby médico y farmacéutico! - Las denuncias falsas de malos tratos -> ¡Un invento machista! - etc, etc.
Me cabrea el catetismo (y ahora saltará alguien llamándome cateto, que nos conocemos, meneantes). Me cabrea la incapacidad de mantener debates en condiciones. Me cabrea la búsqueda de enemigos donde habría que buscar entendimiento.
Me cabrea la reducción de los problemas al absurdo. Porque así no se soluciona nada: solo se ignoran los problemas que no interesa solventar.