Varias veces leí la expresión, y muchas más veces creo que ya la he escrito, de que el fútbol se ha convertido en religión, la religión en política y la política en fútbol. La verdad es que no sé quién la firmó, y tampoco me he dedicado a buscarlo exhaustivamente en Google, pero vamos, no creo que el autor, ni yo con mi entusiasmo, hayan inventado nada nuevo.
Estos días se juega en España un partido de fútbol entre dos equipos argentinos que debería haberse disputado allí, pero que por motivos de seguridad se ha trasladado hasta Madrid. También, como todos los años, vivimos en una Navidad adelantada, y además, después de las elecciones andaluzas, muchos ahora han convertido la política en una especie de despiadada liga de fútbol, aún más si cabe.
En primer lugar que se necesiten más de 3.000 policías para controlar la seguridad en un partido de fútbol evidencia que ese evento ya no gira en torno a un deporte, y que desgraciadamente parece que en vez de aficionados estemos hablando más bien de fanáticos y de violentos.
También es verdad de que si Diego Armando Maradona es un dios dentro, y tristemente fuera de los estadios, se entiende mejor también la actitud de sus incondicionales, y eso que ese mismo “dios” ha criticado sin piedad de que el partido no se juegue en Argentina.
Con el consentimiento de Florentino Pérez, como buen empresario que es, estamos siendo testigos de otro “trofeo” más para la galería de postureos de nuestro presidente Pedro Sánchez, que fue el que tuvo la última palabra para la celebración del partido aquí en España. Un trofeo que le sirve por un lado para que no se hable de otras cosas más importantes, y por otro lado, para dar la imagen de un gobierno tolerante y abierto de cara a la galería. Lo que se dice matar dos pájaros de un tiro, aunque sea una expresión denostada por PETA en defensa de los animales, que también.
La solución era un partido a puerta cerrada en Argentina. Así de sencillo. En el próximo partido parecido seguiremos igual, igual que cuando casi se cancela la actuación organizada por la revista Mongolia en Valencia. Es un precedente inasumible, para cualquier país libre y avanzado, que los más fanáticos sean los que lleven las riendas de la agenda social activamente.
Una agenda social que nos dice que ya estamos en Navidad, aunque falten dos meses para un día muy importante para los cristianos, la celebración del nacimiento de su Salvador, Jesús de Nazaret.
Quizás ya haya llegado el momento de trasladar ese día a otra fecha del año para dejar de desvirtuarlo, tanto para los que creen como por los que no. Tendría así más sentido, por ejemplo, el tiempo de espera a esta fecha, el Adviento, y la Navidad la proclamarían de una forma más genuina los que celebramos la Fe.
Y así con el resto de fiestas religiosas. No mezclarlas con las fiestas o las vacaciones civiles. Creo que todos ganaríamos. Creo que las vacaciones de invierno y primavera, si no coincidieran con la Navidad y la Semana Santa, sería algo fenomenal para todos, y nos ahorraríamos una cantidad ingente de estériles debates sobre la libertad, la religión y nuestra realidad social.
Una realidad social de un país avanzado que, como en cualquier otro, será más y mejor en cuanto sepa diferenciar lo civil de lo religioso. Siempre respetando la libertad individual y las convicciones de las creencias, siempre que respeten las leyes y los derechos humanos. Si no es así seguiremos en una sociedad cada vez más secularizada y enfrentada, y en la que será cada vez más complicado compartir cualquier idea espiritual, por muy positiva que sea, al mezclar lo mundano con lo religioso. O seguir como hasta ahora, convirtiendo lo religioso en mundano, cosa que tiene peor sentido si cabe.
Y no hay cosa más mundana, aunque necesaria, que la política.
Un fenómeno que saca el lado más “ultra” de los ciudadanos, cuando no están pasando olímpicamente de ella directamente. Los extremos siempre son malos y no podemos pasar de criticar el inmovilismo del bipartidismo, “madre” de Podemos, Ciudadanos o Vox, a una lucha sin cuartel entre buenos y malos según el bando en el que estés.
Y es que después de las elecciones andaluzas es normal de que si antes se hablaba de fascistas y ultraderecha, con la aparición de Vox lo mínimo era que saliera gente a la calle a manifestarse por los resultados de unas elecciones que tanto valor tienen y tendrán, aunque muchos nos intenten convencer de lo contrario.
Estamos en un estado de derecho, en un imperio de la ley, no podemos gratuitamente descalificar a los que piensan diferente, y si alguien cree que algo es ilegal o inmoral que lo denuncie pacíficamente y con argumentos.
Si no somos capaces de definir a los partidos políticos sin usar las palabras izquierda, derecha, extrema, ultra o fascista creo que estamos perdiendo parte de la lucidez intelectual que nos debería caracterizar como una sociedad avanzada.
Si no es así terminaremos más tarde o más pronto creando muros o cayendo directamente en la violencia, ya sea física o verbal. Y si queremos crear puentes será mejor repensar en el bien de todos, siempre buscando más lo que nos une de lo que nos separa, porque diferencias haberlas haylas, y menos mal.