Bienvenido al siglo XXI

Ayer me regaló una Mi Band 6 una persona como obsequio por haber acudido raudo y veloz el miércoles a hacerle la declaración de la renta el último día de plazo. El día que me eché el móvil al bolsillo hace 2 décadas, me quité el reloj y no me lo volví a poner (soy así de pragmático), así que tampoco fue un regalo que me ilusionara en demasía.

Así que ayer estuve trasteándolo, por simple curiosidad humana, para ver lo que el cacharro permitía hacer. Bueno, te da la hora y te dice la predicción meteorológica. Te mide aproximadamente los pasos que das al día (hay apps que lo hacen, pero por GPS), y los latidos del corazón. La que más gracia me ha hecho ha sido la puntuación de sueño.

Es una bonita metáfora de este asco de mundo que nos está quedando. En primer lugar, el lenguaje utilizado : "Dormiste mejor que el 30% de los usuarios". Porque claro, queda feo decir "dormiste peor que el 70% de los usuarios", o "dormiste un 20% peor que la media". En lugar de emitir juicios de valor ("mejor", "peor"), lo que debería haber es un indicador de calidad de sueño, tipo barra de progreso.

El lenguaje utilizado pretende que el usuario se sienta satisfecho con su compra. Tener un mensaje positivo, aunque el dato sea malo. Como si por recibir un mal dato, se fuese a quitar la pulserita y lanzarla al horizonte. Tratarlo como a un niño. Infantilizarlo.

Yo he dormido como un tronco. No me he despertado ni una vez, ni me he tenido que levantar a orinar, y la temperatura ha sido agradable toda la noche. Sin embargo, la pulserita me dice que me he despertado tres veces. Tendré que creerla. Me he levantado descansado, y el tiempo de descanso ha sido bueno (hay que tener en cuenta que ayer me eché más de una hora de siesta). Así que disiento. Por muy sofisticado que sea el aparatito, yerra, porque mi sueño fue reparador.

Y lo más importante, ¿de verdad necesitamos un cacharro que nos diga si hemos dormido bien o mal? Aquí ya no hablamos de infantilizarnos, si no de tomarnos por idiotas. Bienvenidos al siglo XXI. Bienvenidos a la idiocracia.