¡¡¡Por mis cojones!!!
No hay una expresión que defina mejor un aspecto cotidiano que no encaja en una sociedad plural, abierta, tolerante y autocrítica.
Aunque se haya definido cómo un régimen político, no deja de ser un aspecto psicológico de aquel individuo que se siente superior respecto a sus semejantes. Un individuo con un ego tan desproporcionado que no le importará tergiversar, manipular y corromper con tal de imponer su visión egoista para llevarse sus propios beneficios, ya sean materiales o idealistas.
Esta involución social surge de un profundo desconocimiento del mundo que le rodea, aceptando únicamente su visión particular y discutirá, incluso con malas formas, para que esta visión no sea alterada ni un ápice. Ni que decir tiene que la autocrítica o rectificación son tabúes para una persona que es reacia a considerar cualquier diferencia de su dogma. Esta ausencia de autocrítica es inversamente proporcional a un orgullo injustificado de su personalidad.
Otro defecto de los autoritarios es que son muy fáciles de crearles falsas necesidades debido a su egoísmo. Son carnaza de la buena para las campañas de márketing y buscarán desesperadamente satisfacer sus deseos materiales. No hay nada cómo la envidia para activarles este deseo desenfrenado. Y, aunque posteriormente se arrepientan en secreto o se sientan estafados, jamás lo reconocerán porque su orgullo se lo impedirá.
Si nos topamos con un individuo así la mejor opción es ignorarlo, ya que atender a razones con él sería una tarea futil, a no ser que quieras discutir y termines cayendo en un intercambio de improperios sin sentido, convirtiéndote en otro autoritario más porque este aspecto psicológico es el más contagioso de todos.
¿Cómo se puede evitar el contagio?
Aunque los párrafos de arriba puedan parecer muy evidentes para todos, esta sociedad que nos rodea cada vez tiene mayor número de individuos con tendencias al autoritarismo, pero esto no es nuevo ya que siempre ha existido. Lo único que ha cambiado es el número de población con tendencia al alza, gracias al aumento de la esperanza de vida.
Para evitar el contagio, lo mejor de todo es leer y formarse. Desconfía de cualquier dato que te digan, siempre y cuando lo puedas comprobar. Da igual tu ideología, tu equipo de fútbol, tu grupo de música favorito o tu religión, porque los que lleven las riendas de estos grupos también pueden engañar. Una vez hayas iniciado el camino de la culturización, tu nivel de autocrítica aumentará y podrás estar más abierto a rectificaciones que antes no contemplabas por puro desconocimiento.
Cuando mantengas un debate con otra persona, cuida de que ninguna de las partes levante la voz o use lenguaje soez. Lo mejor de este ejercicio es el enrequecimiento personal y cultural, siempre y cuando lo tratado pueda ser contrastado con datos fiables y comprobables. Si alguien te dice "esto es así porque lo digo yo", entonces, mejor concluye el debate. En un debate no hay ganadores ni perdedores, hay aclaraciones.
Si te topas con mucha gente así cada día, entonces, cambia de entorno, o, en su defecto, condénalos al ostracismo porque jamás vas a poder convencerles con argumentos. La consecuencia de interactuar con ellos es acabar muy quemado. Tu salud te lo agradecerá.
Y, por último, usar el menos común de los sentidos, el "sentido común".