Arquitectura de sistemas: la ilusión del control

Hace poco leía este artículo en menéame que planteaba la hipótesis de que una reducción en la población haría mejorar las condiciones de vida de las personas y del medio ambiente.

En los comentarios se debatían propuestas para llevar a cabo control de natalidad e inmigración, reparto y ordenación del territorio, entre otras. Muchas de las propuestas y el propio concepto del artículo se basan en la idea de poder: controlar, regular, ordenar.

No trato aquí de rebatir el artículo, ni siquiera sobre la idea del mismo, de eso tengo mi propia opinión. Tampoco se trata contradecir la eficacia de la regulación con medidas concretas contra problemas concretos, o de si una idea es buena o mala, sino algo que veo subyace en el fondo de estas ambiciosas iniciativas, y es la creencia de que propuestas de control produzcan el efecto deseado.

Tenemos la sensación de que si pudiéramos tener el poder absoluto para moldear a la civilización, a modo primero de un Dios creador y después de un dictador benevolente, seríamos capaces de crear una sociedad perfecta, o en su defecto, una sociedad más o menos equilibrada. Pero no es así. Si tuviéramos tal poder no tendríamos más que la ilusión del control, porque la realidad es que tanto el individuo como el grupo responden a patrones imprevisibles que están fuera de nuestro alcance, y en última instancia tienen las mismas aspiraciones que su creador, con pugnas por remodelar la arquitectura del sistema.

Cuando tienes un hijo o hija piensas en primera instancia que es algo tuyo, que te pertenece y que podrás formarlo y cultivarlo para que sea alguien de cual o tal manera y que cumpla un cierto rol prediseñado por ti, hasta que con el tiempo te das cuenta de que esa persona es un ser en sí mismo que no pertenece a nadie y que actuará y pensará autónomamente, probablemente con la aspiración de construir su propio sistema, en el cual tener a su vez un hijo/a a quién moldear.

Existen mil y una variables que nunca vamos a poder predecir creando un sistema, y a medida que éste se implemente inevitablemente lo tendremos que ir parcheando como si la actualización de un software se tratase. Porque al final el sistema lo construyen los usuarios, al igual que la ciudad es de sus ciudadanos, la cultura de quienes la crean y la política de los que la ejercen, no de un solo arquitecto.

Matrix se planteó con unas expectativas pero fracasó varias veces, y la siguiente también flocererá, fracasará y se reinventará, pero todos nuestros grandes planes de creación y control son mera ilusión.

Si no, que le pregunten al señor Hammond: www.youtube.com/watch?v=uTFzctzyAUA

“¿Cómo podemos tener la más remota idea de lo que cabe esperar?”