Antidisturbios, una serie que habla de las manzanas, pero no del cesto

La serie de Antidisturbios, recientemente estrenada, aborda una temática controvertida pero no logra tener un enfoque claro. Vista de principio a fin, la calidad técnica es indiscutible y merece mucho reconocimiento pero, aun con sus virtudes, la obra en su conjunto deja una sensación decepcionante. El problema no es lo que nos muestra, que está muy bien realizado, sino lo que omite.

Cuenta la historia de los integrantes de una unidad de antidisturbios implicados en un homicidio imprudente. Esto sirve de punto de partida hacia la trama central, que habla sobre una corruptela de las altas esferas. Una trama que salpica a algún político, policías, jueces y medios de comunicación.

La descripción de los antidisturbios se basa en las humildes vidas de "los mandaos", esos quienes reciben las órdenes, los que están al pie del cañón. Nos enseña cómo las ejecutan y en qué condiciones. El valor de la serie es hacer que nos pongamos las botas, el chaleco y el casco y vivamos intensamente desde dentro la vida de estas personas, que sintamos lo que sienten, que conozcamos a los seres humanos que hay dentro, sus vidas, la precariedad y miserias de su trabajo. Y al mismo tiempo poder mirar hacia el lado opuesto y ver de primera mano las consecuencias de sus acciones, la injusticia y el desgarro cuando la violencia es ejercida contra los más débiles. Está ambientada de manera muy realista, y te hace estar en todo momento dentro de la acción.

Pero hay algo que hace que el ritmo vaya decayendo capítulo a capítulo, bien sea porque se olvida rápidamente de los débiles de la historia como la familia desahuciada o los que reciben los porrazos (aunque sí hace un ligero seguimiento de la historia del inmigrante fallecido), bien porque deja de cuestionar las actuaciones policiales como tal y se centra en retratar la vida personal de ellos.

La serie parte de la premisa de que la corrupción hace un gran mal a las instituciones y cuestiona los comportamientos corruptos dentro de un sistema, pero se olvida de cuestionar el sistema en sí mismo. Estamos otra vez a vueltas con las manzanas podridas...

La violencia es una opción: La escena del desahucio en una corrala de Lavapiés.

La escena clave de la serie transcurre en el primer capítulo y muestra cómo una unidad de antidisturbios es mandada por orden de un juez a desahuciar a una familia por un impago del alquiler. Cuando llegan, un gran número de personas de una plataforma antidesahucios se interpone en su camino. Debido a una cadena de circunstancias ocurre un grave incidente en el que acaba muriendo uno de los vecinos, inmigrante senegalés, que trató de mediar en la actuación.

La serie deja entrever que la actuación de las U.I.P. en el desahucio fue mal ejecutada por falta de medios o por mala praxis de los integrantes del operativo, además forzada por un alto mando corrupto con intereses económicos de por medio.

En la escena en cuestión los antidisturbios deciden arrinconar a unos manifestantes en un espacio reducido y cargar contra ellos excusándose en una provocación. Aparte de que interese o no a la trama, sabemos que arrinconar a alguien no es buena idea, siempre es necesaria una válvula de escape ya que las reacciones desesperadas de las personas son tremendamente imprevisibles, y generalmente llevan a una acción violenta.

Kettling.

Kettling es una táctica de control de multitudes, frecuentemente utilizada por la policía británica ( y usada en España bastante durante el 15M por cierto), que consiste en acorralar o acordonar una zona inadvertidamente de forma que los manifestantes no se den cuenta hasta que queden atrapados y no puedan salir. Luego se les mantiene encerrados el tiempo que ellos consideren, sin importar que uno esté el primero en la protesta o que de casualidad pasara por allí. De esa manera pueden contener grupos o realizar detenciones.

Esta situación genera gran tensión y ansiedad a las personas atrapadas entre la multitud. Una kettle es un aparato doméstico que se usa para hervir el agua, y esta técnica puede llevar los ánimos de la multitud a su punto de ebullición. Porque aunque los manifestantes decidan dispersarse y marcharse o terminar la protesta, están siendo arrinconados contra su voluntad generando una grave tensión. En teoría sólo se trata de una táctica de contención, que la desesperación de los manifestantes les lleve al desánimo y al fin de la protesta, pero la realidad es que con tal de que haya sólo un pequeño grupo de impacientes dentro que quieran salir ya puede existir una confrontación, y en lugar de reducir los ánimos puede escalar el conflicto.

Esta es una táctica, no es tal vez lo que muestra la serie, pero es una táctica entre tantas, que busca un objetivo. Y hago hincapié en este asunto porque creo que lo que la serie omite es precisamente la hipótesis de la acción deliberada de la violencia por parte de las fuerzas de seguridad del Estado.

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Uso y abuso de poder.

Los policías, como todos los seres humanos, tienen sus problemas sociales y emocionales, pero son profesionales en su trabajo. Las acciones violentas no son causa ni del estrés al que están sometidos, ni de versos sueltos que improvisan y se toman la justicia por su mano, ni son acciones aisladas. Si estos casos se dieran, y sabemos que se dan, se deberían investigar como actos impropios, fuera de la legalidad.

Es decir, esa no es la forma profesional de actuar. Lo que se debe resaltar, y es lo que esta serie no argumenta, es que las acciones llevadas a cabo deben responden a un criterio. Son decisiones tácticas, estratégicas y políticas. Las U.I.P. son cuerpos profesionales, entrenados, competentes y siguen directrices. Todos los operativos se preparan y las normas se dictan siguiendo una cadena de mando y en primera instancia es una orden política. Con responsables. Con nombres y apellidos y sí, también con ideología.

Recordemos que son estas fuerzas las que ostentan el monopolio de la violencia. El uso y abuso que se le da a esa fuerza por parte del mando político y policial es lo que hay que cuestionar. El hecho de que se produzcan acciones violentas de la policía contra los ciudadanos y que en la práctica no haya censura posterior, ni asunción de responsabilidades, ni rendición de cuentas, nos tendría que hacer preguntarnos si esas acciones no estarían amparadas por el alto mando y los correspondientes gobiernos y si no estarían diseñadas y promovidas por ellos.

Estas órdenes y acciones no habrían sido llevadas a cabo porque fueran dictadas por corruptos, sino por gobernantes de pleno derecho. La violencia en ese caso sería estructural.

Por eso, y aunque se han puesto todas las miradas y la crítica en la descripción del perfil social y psicológico de los personajes en la serie, tanto si dejan en mal lugar o por el contrario blanquean a la policía, no creo que sea determinante. Estos perfiles se pueden dar en cualquier otra profesión. Los habrá como los de la serie y los habrá que no son cómo los de la serie.

Lo interesante sería saber, si es que se dan estos perfiles, por qué se dan. Cuáles son las características internas del cuerpo y de estas unidades. De dónde vienen las U.I.P. y cuáles son sus directrices, qué tipo de armamento se compra y se utiliza contra la población, por qué y de qué manera, qué ocurre con quienes son víctimas de estos abusos y cómo es la actuación de la justicia al respecto, y un largo etc.. En este caso concreto, por qué es necesario el uso de la fuerza para el desalojo de una vivienda y de dónde vienen esas presiones ¿Estamos hablando de una corruptela de un par de jueces y políticos que quieren vender pisos turísticos o de un gobierno que sigue las demandas del lobby de los fondos de inversión?

Me gustaría que se intentara dar respuesta a preguntas como éstas en una serie de ficción que pretende tener un trasfondo realista, pero no se llegan a plantear. Y eso aleja un poco más el relato sobre los verdaderos culpables de que haya gente que en la realidad sufre situaciones iguales o peores que los retratados en la ficción. Es más laborioso alejarse para cuestionar el cesto que hablar sólo de tres o cuatro manzanas.