La Anatomía Del Miedo

El miedo es, probablemente, una de las emociones más poderosas en nuestro abanico de sentimientos. Este es el responsable de nuestra conducta ante situaciones de peligro o de incertidumbre. Sin embargo, es posible que nunca te hayas preguntado cómo funciona realmente en nuestro cerebro. En este post voy a contarte todo este interesante proceso.

Supongamos que es de noche y estás leyendo un libro tranquilamente en tu salón cuando de repente escuchas un ruido en la habitación de al lado. Es entonces cuando entra en acción la amígdala, que actúa como el sistema de alarma de nuestro cerebro y que, ante ese estímulo, se limitan a traducir las ondas físicas de ese sonido al lenguaje del cerebro para ponerlo en estado de alerta.

A partir de aquí, surge una ramificación del estímulo en la que una parte va hacia el hipocampo y otra hacia el córtex auditivo. En el hipocampo se compara rápidamente este sonido con otro similar que puedas haber escuchado, tratando de descifrar si este es familiar o extraño. Mientras tanto, el córtex auditivo está realizando un análisis más preciso del sonido intentando comprender su origen ("¿puede que haya sido el perro? ¿o quizás será un ladrón?") y envía este mensaje a las amígdalas que lo comparan con recuerdos semejantes.

Si la conclusión es tranquilizadora, el estado general de alerta se paraliza. En caso contrario, se pone en marcha otro bucle resonante entre la amígdala, el hipocampo y los lóbulos prefrontales, elevando más la incertidumbre y fijando su atención en identificar la fuente del ruido.

En estos momentos de miedo y ansiedad resulta evidente la extraordinaria arquitectura de la amígdala como sistema central de alarma. Al igual que ocurre con los sistemas de alarma que se encargan de avisar a la policía, la amígdala está compuesta por distintos grupos de neuronas que están diseñados para liberar neurotransmisores. Este órgano es más importante de lo que parece. Una prueba de ello sería la espontánea reacción del gruñido de un perro o del arqueo de la espalda de un gato cuando estos animales se sienten amenazados. En los humanos este efecto se traduce en la tensión de las cuerdas vocales, que hace que nuestra voz suene con un tono más agudo, propio de alguien que está muerto de miedo.

Otros efectos notorios provocados por la amígdala sería el de esculpir una expresión de miedo en tu rostro, inmovilizando incluso otros músculos que no tengan nada que ver con esa emoción, aumentando tu ritmo cardíaco y haciendo más lenta tu respiración para que puedas escuchar mejor ese misterioso ruido.

Mientras que todo este complejo sistema de alarma se está generando, la amígdala y el hipocampo ordenan a las células que envíen neurotransmisores como la dopamina que lleva a concentrar la atención sobre la fuente del sonido extraño y predispone a los músculos a reaccionar en consecuencia.

Una vez que todas estas señales han sido enviadas es cuando te das cuenta qué estás atrapado por el miedo: tu corazón está acelerado, la tensión de tus músculos del cuello y hombros, o el temblor de tus extremidades, mientras aplicas toda tu atención en escuchar cualquier sonido nuevo y tu mente se dispara al acecho de posibles peligros.

Lo mejor es que todo este proceso, desde la sorpresa a la incertidumbre, pasando por el miedo, puede ocurrir a lo largo de tan solo un segundo. El cerebro humano, sin duda, es un órgano que guarda muchos secretos que están aún por desvelar. 

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