A Zutano el asunto del coronavirus no le pilla de nuevas y habla de ello como quien habla del tiempo pues forma parte de la tradición de su familia.
Su abuelo, de nombre Mengano, había traído de colonias, sin precisar nunca de cuál, una cepa de lo que él denominaba “virus del quince”, del año 1915 se entiende.
Conservaba la cepa en un tarro de cristal que, convenientemente envuelto en papel de estraza, guardaba en la fresquera.
Cuando al abuelo le parecía oportuno abría ceremoniosamente aquel tarro y con un palillo plano extraía una muestra que depositaba en la olla de cocido y decretaba cuarentena a partir de media noche. Cuarentena de cuarenta días no como esas de ahora de quince días, ¡si el abuelo levantara la cabeza!
Durante cuarenta días, salvo las labores propias de la casa no se hacía otra cosa que jugar a la brisca por rigurosos turnos de cuatro personas establecidos por el abuelo. Esto causaba tediosas jornadas pues a veces la cuarentena pillaba a tantos en la casa que había que esperar mucho hasta que te tocase echarle mano a la baraja. Esto era particularmente grave cuando, con todos los nietos en la casa, el abuelo decretaba confinamiento en pleno verano. El muy hideputa.