Esta epidemia, con su consecuente crisis y confinamiento ha forzado un cambio en los hábitos de la población.
El pequeño comercio, protagonizado por autónomos y las mal llamadas PYMES, que son microempresas, han recibido bastante bombo en los medios de comunicación, en defensa del comercio de cercanía, a cual pintan como emprendedores que han sabido "conectar" con nueva clientela digitalizando sus servicios (más allá de atender pedidos por Whatsapp y hacer un par de fotos en instagram).
Ahora pasaremos más tiempo que nunca en el barrio que vivimos y tendremos más tiempo para pasear por el barrio para comprar en más de un establecimiento.
Esas medidas, la han protagonizado pocos y principalmente ha sido en hostelería, no en comercio. ¿Esas ferreterías, papelerías, tiendas de muebles, zapaterías, librearías, charcuterías, droguerías, etc. de locales de aluminio blanco, como decía Manolito Gafotas, en calles poco transitadas y galerías de barrio obrero van a recuperar cuota de mercado?
La realidad es que no, tiene un futuro negro, más negro que nunca, todas las mujeres que rondan los 50 y no pudieron subirse al tren del trabajo en igualdad de condiciones y jubilados con pensiones decentes es un colectivo que va encogiendo, como lo hará el poder adquisitivo de tantos hogares con los millones (en plural) de nuevos parados que va a traer esta larga crisis, que no tendrán reparos en mirar el céntimo y por lo tanto comprar la marca blanca de supermercados y/o en la pérfida multinacional mayorista online evasora de impuestos.
¿Entonces cuál es la 2ª oportunidad?
Convertir los locales en viviendas de alquiler (alquiler, porque a nadie le gusta vivir en el bajo de un bloque en una ciudad):
El propietario tendrá una nueva fuente de ingresos más constante.
Aumentará el parqué de viviendas, sin ensanchar la ciudad con caros y alejados polígonos residenciales.
Rejuvenecerá los barrios con los jóvenes emancipados que opten por esa vivienda temporalmente y familias de bajos ingresos que no les quede otra (eso evitará también el cierre de escuelas y otros negocios de hostelería).
Creara una fuente de ingresos más trazable que el evadido IVA pagado por el pequeño negocio.
Las AAPP locales y autonómicas tendrán que facilitar la concesión de la cédula de habitabilidad, reformar los reglamentos de las comunidades de vecinos para evitar vetos, e incluso en algunos casos subvencionar algunas reformas (con créditos blandos o descuentos, mejor que dar paguitas incodicionales o condonar deudas a la Seguridad Social de empresas ya caducas).
Habrá perdedores, sí, los mal llamados emprendedores que tenían alquilado un local por dos duros y ganaban tres, pero si en tres décadas no han visto que no había futuro ahí, su miopía podrá ser corregida ya con este cambio.