Salvar a Gito no fue fácil. Se le proporcionaron cuidados intentivos, día y noche. Su infección cutánea era de tipo parasitario, y muy contagiosa, denominada sarna arcóptica. Su postura, replegada sobre su propio cuerpo, esperando la muerte, demostraba que ya ni siquera soportaba la picazón constante y el dolor que produce esta patología, extendida por todo su cuerpo. Ni siquiera tenía un solo pelo en su cuerpo…