Hoy he quedado a las 5 con el veterinario para dar un final digno a mi perra Tierra, compañera superinteligente y obediente. Nunca me dio ningún problema. Fue compañera de muchos gatos, e incluso amamantó a uno. Tiene 17 años, que, pese a ser una perra de 10 kilos, son muchos. Está bien del corazón, que es de donde suelen fallar, pero lleva dos años sorda y ciega. Ha perdido la noción de la realidad, está perdida y se que hago lo mejor, pero es un momento muy duro para mi. Creo que tenía que haberla llevado antes. Ha pasado los últimos 9 meses en mi antigua casa con jardín, donde vivimos juntos durante 15 años. La cuidaban los inquilinos pero, como se hacía sus necesidades en casa pues estaba en el jardín y se mojaba. Como estaba perdida no se metía en la caseta, aquella caseta donde parió a sus hijitos. Este temporal de invierno me hizo reaccionar. Ya no podía verla sufrir más. El pelo mojado y el frío era una tortura. Me la traje a casa, la sequé, la cepillé, la acaricié, limpié sus cacas y hoy, todo terminará por fin. Dejo esto escrito como homenaje a una perra buenísima, que no se merece sufrir más, pero como fui un cobarde, retrasé lo inevitable. Adiós Tierra, compañera inseparable.