#8, has dejado claro que eres un tipo absolutamente desprovisto de manías, y sospecho que ocurre algo parecido con tu capacidad de argumentación. Vaya ejemplos más peregrinos utilizas, majo. Nadie va a pedir aquí que no se coma, beba, charle o baile en un bar, parque o concierto, pero estamos hablando de un cine, donde la gente va (o debería ir) a ver películas y punto. ¿Ves la diferencia? Por si acaso lo explicaré de forma más sencilla. Bar = comer, beber, charlar, antes incluso fumar. Parque = comer, beber, charlar, jugar. Concierto = beber, gritar, drogarse, bailar. Cine = ver película (y como mucho comerse unas palomitas con absoluta discreción y beberse un refresco sin sorber). ¿Acaso te parece lógico que en la Universidad, durante el transcurso de las clases, el alumnado se pase el día haciendo ruido? ¿No, verdad? Porque la gente va ahí a atender. Pues esto es lo mismo: la naturaleza audiovisual del espectáculo implica una atención que ciertos sonidos pueden distraer, aunque no seas Jack Nicholson, y de los que sólo una capacidad de asilamiento cerebral tan insólita (y seguramente imperecedera) como la que deber tener tú pueden librarte.
#13, la talla XXL del tipo del asiento de al lado dudo que te afecte lo más mínimo. ¿Has oído hablar de los reposabrazos?
Por cierto, antes de tildar a nadie de obsesivo o apuntar a los gorditos como los culpables de que ir al cine en ocasiones se convierta en un motivo de cabreo, por favor, leed todo el artículo. Nuestro amigo no dirige su mirada (y su letra) a los devora-palomitas únicamente, sino a la gente maleducada que charla en el cine, a los que no paran de hacer ruido con las bolsas de plástico (y esto es algo que me llama la atención: las salas de cine deben tener ciertas propiedades mágicas y desconocidas por las que un ser ¿humano? es capaz de pasarse dos horas comiendo, lo que no duran ni los banquetes de boda), a los que les suena el móvil durante la película, a los que ¡contestan a las llamadas!, etc.
No nos confundamos, cada uno es libre de hacer lo que quiera, pero donde empieza la libertad de uno, termina la libertad del otro, y debemos que marcar los límites de forma racional. Al cine no se debería ir de picnic ni de tertulia, cuanto menos por respeto a los que sí saben distinguir entre un zoo y una sala de cine.
#13, la talla XXL del tipo del asiento de al lado dudo que te afecte lo más mínimo. ¿Has oído hablar de los reposabrazos?
Por cierto, antes de tildar a nadie de obsesivo o apuntar a los gorditos como los culpables de que ir al cine en ocasiones se convierta en un motivo de cabreo, por favor, leed todo el artículo. Nuestro amigo no dirige su mirada (y su letra) a los devora-palomitas únicamente, sino a la gente maleducada que charla en el cine, a los que no paran de hacer ruido con las bolsas de plástico (y esto es algo que me llama la atención: las salas de cine deben tener ciertas propiedades mágicas y desconocidas por las que un ser ¿humano? es capaz de pasarse dos horas comiendo, lo que no duran ni los banquetes de boda), a los que les suena el móvil durante la película, a los que ¡contestan a las llamadas!, etc.
No nos confundamos, cada uno es libre de hacer lo que quiera, pero donde empieza la libertad de uno, termina la libertad del otro, y debemos que marcar los límites de forma racional. Al cine no se debería ir de picnic ni de tertulia, cuanto menos por respeto a los que sí saben distinguir entre un zoo y una sala de cine.