Hay cosas que no cambian, como los falsos avisos, algo horrendo en momentos donde hay un pavor general que hace que, aunque parezcan poco creíbles, no puedan ignorarse.
Ver a Sardá, con ese tonito como de amigo de toda la vida pero que intenta no hacer daño a su cuenta de resultados, es insufrible. Podría aprender un poquito, haber aprovechado estos años para reciclar sus aptitudes televisivas. Pero no.
Y ver a Pujalte o Marugán con esa soberbia hablando de lo que debe ser la transparencia en las cuentas de los partidos, ya remata la tarde del domingo.
Con el asunto de IU en Álava sí que ha metido la pata, ya que hablaban de gente que, precisamente, salió de la formación por ese hecho. Que no tire Jordi a dar para repartir a todos, que no todos son iguales.
Se acostumbraron a usarlos cuando la ciudadanía rodeo el Parlament para protestar por esta clase política ajena a la problemática ciudadana y ahora ya no hay quien les baje del... helicóptero.
Todos sabemos que tras un medio de comunicación informativo se encuentran intereses comerciales y empresas que publicitan sus marcas y exigen amparo, pero asuntos como Intereconomía rayan el disparate. La ausencia de divergencia es tal que da grima, salvo para los muy fanáticos.
Será más que interesante conocer cuanto nos cuesta a todos la factura del desproporcionado despliegue policial en todo el Estado. Lo restarán de los PGO de hoy, para ser más pobres, mientras nuestros servidores públicos se encargan de proteger a El Corte Inglés.
A pesar de las mil excusas que cualquier trabajador pudo imponerse en la jornada de ayer para acudir a su puesto de trabajo, la valentía del colectivo trabajador de este país se impuso a los malos augurios, a los temores de una reforma laboral a la que, precisamente, sólo se puede combatir desde la honradez en las convicciones.
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