Hoy, con Pedro Sánchez, Ferreras ha ido a degüello. Le ha hecho preguntas al presidente que le pudieran poner en un compromiso a la hora de contestar. Se le notaba a la legua que intentaba favorecer al PP. Y con las preguntas ayer a Feijóo, lo mismo.
La obligación de los periodistas es decir que algo es mentira cuando es mentira, por supuesto que sí. Pero el problema es que a la mayoría de la gente le da igual que algo sea mentira o no lo sea. Que algo no sea cierto no hace que la mayoría de la gente cambie de opinión. Van a seguir apoyando ciegamente a los suyos. La mayoría de los votantes no se mueve por la razón. Antes la mentira suponía el desprestigio de un político. Ahora los políticos usan la difamación y la tergiversación para sobrevivir y ganar votos. Alimentan a los suyos con patrañas. Saben que funciona y no tienen escrúpulos de hacerlo. Y el mensaje cala, porque la mayoría de la gente es acrítica. Es un espectáculo lamentable. Y peligroso.
Los patinetes son un auténtico peligro, tanto si van por la acera como por la calzada. Casi ningún usuario de patinete respeta un stop o un semáforo (estuve a punto de llevarme a uno por delante por ese motivo, porque no respetó un stop; me obligó a pegar un frenazo cuando yo tenía derecho preferente). En caso de accidente su cuerpo está desprotegido. Y si van muy pegados al lateral del coche en ocasiones no son visibles por el retrovisor.