Me pregunto, como sindicalista, en qué nos beneficia a los trabajadores que se acepten ataques a derechos básicos como éste. ¿Que el gobierno iba a legislar contra los trabajadores de todas formas? Pues que lo haga y se encuentre enfrente a los trabajadores dispuestos a parar el país y a ponerlo del revés. La cúpula de mi sindicato sabe perfectamente cuál es la opinión de las bases, de la gente que vota a los delegados, que paga sus cuotas y que va a las manifestaciones y hace huelga si es necesario por defender sus derechos.
Yo me metí en el sindicato porque creo que hay que cambiar las cosas desde dentro, porque pienso que desafiliarse es como si un entrenador manda al banquillo a su propia defensa porque no le gusta cómo juega. Cada vez que me preguntan a qué me dedico tengo que deshacerme en explicaciones para justificar que soy sindicalista, pero que no me dedico a comer cigalas y a gritar a mis compañeros, sino que hago un trabajo realmente necesario. Me paso el día entero haciendo cosas para mis compañeros, resolviendo consultas, llamando a la empresa para decirle que en tal o tal centro están incumpliendo la normativa, colgando información en la web, elaborando guías para los delegados, visitando centros para contarle a la gente que en esto y en aquello les están tomando por el pito del sereno. En algunos centros la gente se queda con los ojos como platos cuando se enteran de que existe un acuerdo que recoge sus derechos en detalle. No ha habido un solo centro en el que no me hayan dado las gracias cuando salgo por la puerta, y nunca pido ni afiliación ni que nos voten, aunque creo que es fundamental que los trabajadores estén afiliados y que participen dando su opinión y haciéndose visibles cuando se los necesita. La gente solo valora la posibilidad de afiliarse en función de los servicios que pueda obtener, como si fuera una compañía de seguros, sin pensar que en un sindicato lo primero son los demás, porque ayudar a los demás es la mejor forma de ayudarse uno mismo.
Con todo esto, intento defender el discurso oficial porque creo que es necesario un sindicato sólido y bien organizado, y sigo pensándolo; pero a veces me cuesta mucho dar la cara cuando veo una y otra vez que la propia cúpula no cree en la fuerza de las bases para plantar cara y prefiere agachar la cabeza y perder menos de lo que exigía la patronal. Esta vez solo hemos perdido cinco, la vez anterior cuatro, la anterior también cinco, la anterior solo tres, y así resulta que en tres años perdemos cincuenta. Como sigamos así y desde dentro no se pegue un puñetazo en la mesa, mal vamos a acabar.
Yo me metí en el sindicato porque creo que hay que cambiar las cosas desde dentro, porque pienso que desafiliarse es como si un entrenador manda al banquillo a su propia defensa porque no le gusta cómo juega. Cada vez que me preguntan a qué me dedico tengo que deshacerme en explicaciones para justificar que soy sindicalista, pero que no me dedico a comer cigalas y a gritar a mis compañeros, sino que hago un trabajo realmente necesario. Me paso el día entero haciendo cosas para mis compañeros, resolviendo consultas, llamando a la empresa para decirle que en tal o tal centro están incumpliendo la normativa, colgando información en la web, elaborando guías para los delegados, visitando centros para contarle a la gente que en esto y en aquello les están tomando por el pito del sereno. En algunos centros la gente se queda con los ojos como platos cuando se enteran de que existe un acuerdo que recoge sus derechos en detalle. No ha habido un solo centro en el que no me hayan dado las gracias cuando salgo por la puerta, y nunca pido ni afiliación ni que nos voten, aunque creo que es fundamental que los trabajadores estén afiliados y que participen dando su opinión y haciéndose visibles cuando se los necesita. La gente solo valora la posibilidad de afiliarse en función de los servicios que pueda obtener, como si fuera una compañía de seguros, sin pensar que en un sindicato lo primero son los demás, porque ayudar a los demás es la mejor forma de ayudarse uno mismo.
Con todo esto, intento defender el discurso oficial porque creo que es necesario un sindicato sólido y bien organizado, y sigo pensándolo; pero a veces me cuesta mucho dar la cara cuando veo una y otra vez que la propia cúpula no cree en la fuerza de las bases para plantar cara y prefiere agachar la cabeza y perder menos de lo que exigía la patronal. Esta vez solo hemos perdido cinco, la vez anterior cuatro, la anterior también cinco, la anterior solo tres, y así resulta que en tres años perdemos cincuenta. Como sigamos así y desde dentro no se pegue un puñetazo en la mesa, mal vamos a acabar.