Copio y pego el texto que escribí al Gallego y que dejé en el banco donde nos veíamos a diario.
“Vivía sin techo. No conocía su nombre y nunca cambié más de
dos palabras. Siempre estaba en el mismo sitio, en el mismo
banco del bulevar de Sainz de Baranda, a la altura del 35. Pero
hoy ha cambiado el paisaje. Hoy he encontrado en su sitio
un ramito de flores. Durante muchos años y casi a diario nos
veíamos unos segundos, los justos en los que tardaba en pasar
corriendo a su lado, ya sea de camino o de regreso del Retiro.
Allí estaba. Siempre sonreía… pacífico, amable y perenne. A
veces se le veía acompañado de una lata de cerveza, o un cartón
de vino o apurando algún cigarrillo. Así ha consumido su libertad,
así ha convivido con el frío, la canícula, la lluvia o la crisis.
Siempre nos saludábamos. Le alzaba la mano y me correspondía.
Se tocaba su visera o me mostraba su pulgar hacia arriba.
Una vez me aplaudió como hacen los que vitorean a los
ciclistas, yo le guiñaba un ojo o le deseaba un buen día. “Dale
campeón”, “gracias, jefe”, eso era todo nuestro diálogo”. Nos
cruzábamos las miradas y ya estaba todo dicho.
Junto al ramo de flores también alguien ha puesto un cartel y así
he descubierto que le llamaban Gallego. La tristeza de la escena
es conmovedora. El mobiliario urbano también tiene corazón.
Ahora su asiento es un humilde templo, con su foto (él sonriente
bajo una gorrilla de la Selección) y con algunas palabras escritas
desde el aprecio más profundo.
A partir de ahora, cuando a diario pase corriendo junto al banco
huérfano, buscaré su ausencia en lo más alto. Apuesto a que nos
esperará en otro barrio, donde tampoco necesitará un techo.
Descansa en paz, amigo.
En respuesta a ELSEV (#39) La información no es errónea, ya que explica que se refiere a mensajes on net, es decir, entre usuarios de un mismo operador, lo que evita los costes de interconexión.
Por cierto, en la práctica, los operadores de telefonía con red tampoco se cobran los costes de interconexión. Simplemente no pagan por los SMS que envían sus clientes, pero tampoco cobran por los que reciben, con ciertos porcentajes referidos a las cuotas de mercado de cada compañía.
Espero que la comisaria Reading obligue a los operadores a bajar el precio de los SMS. En julio, si nadie lo remedia, será más barato enviar un SMS desde España a cualquier país de Europa que en España. El margen comercial que manejan (7.000 %) creo que es un escándalo. No hay ninguna entidad que vele por los derechos de los consumidores paa evitar este tipo de abusos.
El 11888 es de YELL, propietaria de TPI Páginas Amarillas desde que se la compró a Telefónica. Ofrece servicios que no puede dar otros números de información telefónica, como conectarte directamente al número solicitado.
Perdonad, lleva razón Almarma (17)y, estimado karni0 (18), si la llamada no se descuelga, resulta gratis para el usuario pero no para el operador. Créeme.
“Vivía sin techo. No conocía su nombre y nunca cambié más de
dos palabras. Siempre estaba en el mismo sitio, en el mismo
banco del bulevar de Sainz de Baranda, a la altura del 35. Pero
hoy ha cambiado el paisaje. Hoy he encontrado en su sitio
un ramito de flores. Durante muchos años y casi a diario nos
veíamos unos segundos, los justos en los que tardaba en pasar
corriendo a su lado, ya sea de camino o de regreso del Retiro.
Allí estaba. Siempre sonreía… pacífico, amable y perenne. A
veces se le veía acompañado de una lata de cerveza, o un cartón
de vino o apurando algún cigarrillo. Así ha consumido su libertad,
así ha convivido con el frío, la canícula, la lluvia o la crisis.
Siempre nos saludábamos. Le alzaba la mano y me correspondía.
Se tocaba su visera o me mostraba su pulgar hacia arriba.
Una vez me aplaudió como hacen los que vitorean a los
ciclistas, yo le guiñaba un ojo o le deseaba un buen día. “Dale
campeón”, “gracias, jefe”, eso era todo nuestro diálogo”. Nos
cruzábamos las miradas y ya estaba todo dicho.
Junto al ramo de flores también alguien ha puesto un cartel y así
he descubierto que le llamaban Gallego. La tristeza de la escena
es conmovedora. El mobiliario urbano también tiene corazón.
Ahora su asiento es un humilde templo, con su foto (él sonriente
bajo una gorrilla de la Selección) y con algunas palabras escritas
desde el aprecio más profundo.
A partir de ahora, cuando a diario pase corriendo junto al banco
huérfano, buscaré su ausencia en lo más alto. Apuesto a que nos
esperará en otro barrio, donde tampoco necesitará un techo.
Descansa en paz, amigo.