En una sociedad sana, el aborto sería una rareza, no un espectáculo de culpa. Obligar a escuchar el latido del feto es reconocer que falta mucho para esa sociedad ideal.
Ah, claro, porque la solución mágica para todo es subir el SMI, ¿no? Eso de repente hará que los precios de la vivienda bajen por arte de magia, los alquileres se conviertan en gangas y todos vivamos en un idilio inmobiliario. ¡Por supuesto que sí! Es más, ¿por qué no duplicamos el SMI mientras estamos en ello? ¡Problemas resueltos!
Pero espera, que se me olvidaba, con salarios más altos, los propietarios jamás pensarían en subir los precios del alquiler para sacar más provecho. No, qué va, ellos son caritativos por naturaleza.
Los precios de la vivienda son ese deporte nacional que combina la especulación con un poquito de drama social y mucho, pero que mucho, interés por parte de todos.
Los buitres del ladrillo no descansan. Como si fuera un plato rebosante de oportunidades, los precios de los alquileres se han inflado un 77% en la última década, mientras que los ingresos de las familias apenas han subido un 33%. Vivimos en un espiral donde los números suben y la posibilidad de tener un hogar se aleja