Eran otros tiempos, Julio y agosto del 91, internado en un colegio a la afueras de Madrid, yo tenía 15 años.
Me empezó a putear un skin head, del frente atlético, de Madrid. Era casi tres años mayor que yo (aunque estaba en mi curso) y me sacaba una cabeza de altura, y lo peor, estaba acostumbrado a dar por culo y a pelear… cosa que yo no.
Aguante tres semanas, primero de silencio, después con los profesores y “educadores”, sin resultado. Hasta un día que, en el recreo, en medio del patio y frente a todo el colegio, se me encaró, yo acababa de comprar un vaso de coca cola, y algo de comer, el pretendía que se lo entregase. Para hacer la historia corta, ante mi negativa, de un manotazo me tiró la coca cola de la mano derecha, y sin ser consciente, con esa misma mano, le arreé la bofetada más grande que he dado en mis 49 años de vida, y posiblemente la más avergonzante que le hayan dado a él. Medio colegio nos separó (menos mal) y no pudo arremeter contra mi. Pero esa fue la última vez que me intentó joder.
La violencia no es buena, pero en la vida hay que aprender a defenderse, no solo de los bullies del colegio, sino de muchas cosas más, porque desgraciadamente hijos de puta nunca faltarán.