#2 Si hay signos de tortura evidentes la confesión no vale nada. Pueden ser terroristas, o 4 pringados que han pillado y les han obligado a decir que son Ucranianos.
#3 Harían el paripé de ir al hospital público, donde un medico amigo les diría que no pueden tratarles por A o por B, y acabarían yendo a tratarse a un hospital extranjero.
No esperes ver a un político haciendo cola en el centro médico al lado de la chusma.
#10 Eso de escalar la responsabilidad hacia arriba es como escupir hacia arriba, no llega muy lejos y termina en el mismo sitio. El marrón siempre es para los mismos. El jefe dirá que ha sido el conductor por iniciativa propia el que ha trucado el tacografo y el que hacia mas horas de las permitidas, y como no hay pruebas de nada, pues el culpable es el conductor.
PD: se dice tacografo, no? Taquigrafío es lo de tomar notas en actos y demas....
#38 La idea de baterías extraíbles es a priori cojonuda, pero luego te paras a pensar en lo que puede ir mal (y que ira mal) y da miedo. Paras con tu batería nueva recién descargada y al cambiarla te toca otra con mas kilómetros que la moto de un hippie, que en vez de 300 Km te va a durar 140 con suerte.
Luego que una batería de un coche no es precisamente pequeña ni ligera, así que cambiarla requiere de un equipamiento que no todos tendrán, así que tocará ir a un taller a que la cambien (que no será gratis, claro).
Ademas esta el tema que para poder intercambiar baterías hace falta un estándar que todos los fabricantes sigan, y no les veo por la labor.
El coche eléctrico choca con la forma que tiene la sociedad de moverse en la actualidad, donde llenar el deposito te lleva 5 minutos máximo (sin entrar en la cola que se forma en la gasolinera) y no tienes problemas con encontrar un surtidor en ningún sitio de la península.
#2 Si estas al volante eres responsable de ir como hay que ir, no medio dormido. Y encima manejando un camión, que ya de por si son más peligrosos de conducir.
Unas monedas. Eso es lo que ha desatado una enorme disputa entre la alcaldía de Roma y la Iglesia católica.
Pero no son pocas.
Son las que, cada año, miles de turistas arrojan a la Fontana di Trevi, la fuente más monumental y más inmortalizada de la capital italiana.
Una vez recuperadas del fondo, por funcionarios municipales, a donde llegan junto con los deseos de quienes las lanzan, suman alrededor de US$1,7 millones al año.
Desde hace años, esa suma se destina a una organización benéfica católica comprometida con ayudar a las personas sin hogar.
Ni disputa, ni nada. Se lo lleva la iglesia y punto.