#629 La formación para ser policía son nueve meses. Es decir, hay más instrucción para ser fontanero que para ser policía. Añádele a eso la calidad de la academia, que dista mucho de ser ejemplar. Si juntas en un cóctel una fama profesional que crea efecto llamada a perfiles agresivos con cierta tendencia al sadismo y al abuso o con miedo a la pérdida de control; una falta de entrenamiento técnico y psicológico adecuado; un ambiente laboral tribal y endogámico que favorece la sensación de separación, superioridad y autoritarismo hacia el resto de la sociedad; un corporativismo administrativo que se cubre las espaldas ante las denuncias de corrupción y prevaricación, y castiga a los policías honestos e íntegros que denuncian a sus compañeros favoreciendo de este modo la complicidad prevaricativa y la impunidad policial; y lo agitas todo... ¿qué te va a salir?
Ser policía; junto con, probablemente, los médicos, los profesores, los bomberos, los abogados y los científicos; es sin lugar a dudas una de las profesiones más importantes que existen para la sociedad. Cómo sean tus policías (al igual que el resto de profesiones nombradas y alguna otra) determina en buena medida lo buena o lo mala que es tu sociedad. Por eso resulta completamente surrealista que solo se dediquen nueve míseros meses a formar a los supuestos agentes del orden y no existan mejores mecanismos de control dentro de las instituciones. Ser policía debería ser una carrera muy compleja y exigente, de varios años, en la que se impartieran conocimientos avanzados de criminología, psicología y derecho; pero también entrenamiento en judo, etología canina, mecánica, primeros auxilios, y en general múltiples competencias que vayan a ser útiles y positivas para la sociedad y otorguen aptitudes para resolver una amplia gama de conflictos de la mejor forma posible.
#536 No estoy de acuerdo. Justamente se han comportado de la forma más normal y recurrente para un policía: Escalando la situación de violencia, gritando más que nadie, insistiendo en imponer su autoridad arbitrariamente empujado por inseguridades personales, saltándose a la torera derechos fundamentales, agrediendo a personas treinta kilos menores, y mintiendo descaradamente sobre ser ellos las víctimas después para justificar su actuación.
Eso de los casos aislados hace años que no cuela. Es la norma dentro del corporativismo policial.