Yo, si alguna vez me muero sin morir, si alguna vez mi conciencia se marcha tan deprisa que se olvida de mi cuerpo, que no lo obliguen los papistas a esperar en vano por siempre jamás. Que no espero paraísos, ni reencarnaciones en un trance tal, tan sólo dignidad para un trozo de carne sin aspiraciones de resucitar. Que me atienda Montes.