Los diez portaaviones de la clase Nimitz y el de la clase Gerald Ford no opinan lo mismo.
Dicho esto, en el caso de una guerra global las diferentes flotas de todos los países serian las primeras en caer por su proyección estratégica a base de pepinazos nucleares. Una flota en alta mar es, básicamente, un objetivo inmóvil por la reducida velocidad a la que navegan y un blanco fácil para armas con cabezas múltiples. Y en el caso de conflicto regional o local y en el contexto de las nuevas armas hipersónicas los antaño reyes del mar son, ahora, muy vulnerables. Ya paso con los acorazados (recordemos los poderosos Yamato y Musashi y su vulnerabilidad al ataque aéreo) y pasará con los portaaviones. Nadie mandará un barco tan grande y carísimo a un país con un cierto poder militar y la capacidad de acceder a estas armas y, por el contrario, tampoco se enviarán a países muy débiles por el inmenso coste que supone y aquello de matar moscas a cañonazos. Han quedado un poco en agua de nadie sin saber muy bien su utilidad más allá de la intimidación de tener un bicho de 100,000 toneladas y con 90 aviones rondando por tus costas, con su escolta correspondiente.
Otra cosa muy diferente son los submarinos nucleares, que es en lo que se centra China, estos si son los reyes del mar. Una nave de la clase Jin puede, por si solo, enviar a la edad preindustrial a un país mediano, y lo que se viene es peor todavía, el nuevo Belgorod ruso y su Status-6, también conocido como Poseidón o con el alegre sobrenombre de Torpedo del Apocalipsis.