Estados Unidos vive actualmente una huelga nacional sin precedentes, denominada "Striketober" (contracción de "strike" y "october"). ¿Cuáles son las causas? ¿Cuáles son las reivindicaciones de los huelguistas? ¿Estamos asistiendo a una vuelta a la gracia de los sindicatos? Rapports de Force ha rastreado la prensa estadounidense para usted y responde a sus preguntas.
Desde marzo de 2020, el medio independiente Payday Report ha contabilizado 1.600 huelgas en el territorio estadounidense. Como documentamos en abril de 2020, la crisis sanitaria fue la ocasión de una nueva ola de protesta social en Estados Unidos. En este nuevo año 2021, se habla incluso de #Striketober en las redes sociales. Cuatro preguntas para tratar de obtener una imagen más clara.
Striktober, ¿una oleada de huelgas sin precedentes en Estados Unidos?
Con más de 100.000 huelguistas ya en todo el país, este 2021 de octubre es, de hecho, la etapa más reciente de un movimiento que lleva varios años en marcha. Así, 2018 ya estuvo marcado por una gran huelga de profesores y en 2019 se produjeron 25 "paros importantes" (es decir, un movimiento de huelga de al menos 1000 empleados). Un récord desde 2001, ya que si la huelga no es una novedad en la historia del país (la Oficina del Trabajo registró nada menos que 5.716 sólo en el año 1971), casi había desaparecido del paisaje social estadounidense desde la represión de los años ochenta.
Entre la oleada de huelgas, en su mayoría salvajes, al comienzo de la crisis sanitaria y las acciones sindicales a gran escala de octubre de 2021, la huelga fue aprovechada como herramienta de lucha por el movimiento Black Lives Matter, y los empresarios estaban preocupados por la Gran Dimisión, o Big Quit, esta ola de dimisiones sin precedentes que ha visto cómo una media de 4 millones de estadounidenses dejaban su trabajo cada mes desde abril. La crisis sanitaria ha sido, pues, un acelerador del conflicto social en Estados Unidos. Y si la tasa de aprobación de los sindicatos entre la población se sitúa este año en su nivel más alto (68%) desde 1965, es la culminación de una tendencia iniciada en 2016, según el Instituto Gallup, que mide la evolución desde los años 30.
¿La pandemia incendió el mundo?
Sí, en primer lugar porque acentuó las desigualdades, al tiempo que las puso de manifiesto de manera flagrante. Kelloggs, John Deere y Kaiser Permanente, con un total combinado de 35.400 huelguistas, vieron aumentar sus beneficios durante la pandemia. La mayoría de la población fue despedida en masa, sucumbió a Covid, y a veces lo perdió todo, mientras sus condiciones de vida y trabajo se deterioraban gravemente.
Pero también porque los periodos de restricciones y cierres, introducidos para luchar contra la pandemia, tuvieron notables consecuencias en la relación con el trabajo para muchos estadounidenses. Para los que se han quedado sin trabajo (despedidos o parcialmente desempleados), hay poca motivación para volver a trabajos precarios, mal pagados y difíciles, todo ello en malas condiciones de salud. Además, la escasez de mano de obra en los sectores que se están reabriendo, como la hostelería, permite a estos empleados establecer una relación de fuerzas favorable. El sector de la hostelería es el más afectado por el Big Quit, ya que sólo en octubre el 6,8% de los empleados del sector ya han dimitido.
En cuanto a los empleados de "primera línea", que tuvieron que seguir trabajando en persona en el momento álgido de la pandemia, a muchos de ellos se les ha acabado la paciencia. Pero también han tenido una viva demostración de que es su "trabajo esencial" el que mantiene la economía y la sociedad en funcionamiento, y que detenerlo puede ser, por tanto, un punto de presión decisivo. "Somos insustituibles y estamos decididos a continuar con nuestra huelga", afirma el sindicato que representa a las 700 enfermeras del Hospital St. Vincent de Massachusetts, en huelga desde el 8 de marzo de 2021.
¿Cuáles son las reivindicaciones de los huelguistas?
Esta es una interesante novedad de esta nueva temporada social en Estados Unidos: la reivindicación común de las tres huelgas más importantes del país: el rechazo al "sistema salarial de dos niveles". En este sistema, los empleados se dividen en dos "rangos", sin igualdad de salario, sin igualdad de condiciones de trabajo y, a menudo, sin igualdad de acceso a los sistemas de seguro médico y de pensiones de la empresa.
Esta separación se hace según una cláusula de derechos adquiridos: sólo los empleados más antiguos en el momento de la firma del convenio reciben el rango más ventajoso, y los nuevos contratados reciben el rango 1, en condiciones mucho menos favorables. Esta estrategia empresarial, que se utiliza en el país desde hace décadas, reduce los costes y divide a los empleados dentro de la empresa, y los sindicatos que firman estos acuerdos suelen ser acusados de sacrificar los intereses de sus compañeros más precarios por los privilegios de sus afiliados.
Desde los 1.400 trabajadores de Kelloggs hasta los 10.000 de John Deere, pasando por los 24.000 trabajadores asistenciales de Kaiser Permanente, son estos trabajadores sindicalizados, en su mayoría experimentados y protegidos, los que se lanzaron a luchar contra este sistema cuando se renovó su convenio de empresa, movilizándose para defender a sus compañeros precarios. Y que, ante el fracaso de las negociaciones, votaron la huelga.
El periodista independiente Mel Buer describió así el ambiente en los piquetes de Kelloggs: "Diría que una gran mayoría de estos huelguistas, sean cuales sean sus creencias políticas, tienen una conciencia muy clara de la posición que ocupan, en términos de conciencia de clase. Y entiendan que ésta es una de las tácticas más efectivas que tienen para forzar la mano [de sus directivos]: no darles su trabajo."
Las otras reivindicaciones: el fin de las horas extraordinarias impuestas (que pueden llegar a jornadas de 16 horas y semanas de 7 días para los trabajadores de base en Kelloggs), una mejora salarial o un aumento de la plantilla, son más tradicionales, pero reflejan claramente las tensiones sociales exacerbadas por la pandemia.
¿Estamos asistiendo a una vuelta a la gracia de los sindicatos?
Si la tasa de aprobación de los sindicatos está en su punto más alto este año desde 1965, es la culminación de una tendencia que comenzó en 2016, según el Instituto Gallup, que ha estado midiendo la evolución de los sindicatos desde la década de 1930. Actualmente, el 68% de los estadounidenses tiene una opinión favorable de los sindicatos. El 90% de los demócratas tiene una opinión favorable de los sindicatos, frente al 47% de los republicanos y el 66% de los independientes. La aprobación de los sindicatos es más alta entre los jóvenes de 18 a 34 años (77%) y los hogares con menos ingresos (72%). Y en cada una de estas categorías se ha producido un aumento de más de 20 puntos desde 2001.
¿Qué sucederá después de Striktober?
Es difícil decirlo en este momento. En cuanto a la respuesta política, el gobierno de Biden tiene palabras bastante positivas para el movimiento social, y se está posicionando como el gobierno más "pro-sindical" de la historia. Aunque hay enmiendas al gran plan de inversiones propuesto por el presidente, las negociaciones con la oposición sobre el proyecto de ley se han estancado por el momento. A nivel estatal, varios representantes del Partido Demócrata también intentan aprobar disposiciones que favorezcan los derechos de los trabajadores, con mayor o menor éxito.
Tampoco está claro si este nuevo impulso de lucha será sostenido por las centrales sindicales. El retroceso de IATSE, el sindicato de técnicos audiovisuales, que finalmente no cumplió su amenaza de huelga, prefiriendo firmar un nuevo convenio de rama negociado por los pelos, ha provocado un fuerte descontento entre sus bases. En cualquier caso, existe un equilibrio de poder dentro del movimiento social. Por un lado, las estructuras sindicales siguen siendo potentes, pero desde hace años están inmovilizadas y replegadas (en 2020, sólo el 10,8% de los asalariados estaban afiliados a un sindicato, tasa que no ha dejado de disminuir desde 1983). Y por otro lado, parte de la base de estos sindicatos, que tiende a desbordarlos, así como la multiplicación de las luchas en los sectores no sindicalizados.
En cuanto a las empresas y administraciones a las que se enfrentan los huelguistas, no ceden por el momento y hacen todo lo posible por romper el movimiento. Además, en el clima de polarización y tensión que vive actualmente el país, aún profundamente fracturado por las últimas elecciones, varias personas han resultado ya heridas en los piquetes, sobre todo por ataques con vehículos, una violencia que se despliega cada vez más contra los manifestantes en el país. Sobre el terreno, los actores y los observadores coinciden en un punto: lo que hará que el movimiento acabe teniendo éxito será su capacidad de aguante y, por tanto, la solidaridad y el apoyo del resto de la sociedad.
Traducido por Jorge Joya
Original: rapportsdeforce.fr/linternationale/striketober-comprendre-le-retour-de