Hace cien años, la CGT, reunida en Amiens, adoptó un texto que sigue siendo una referencia en el movimiento sindical francés, en el que proclamaba la autonomía ideológica, estratégica y de acción de la clase obrera.
Las distintas conmemoraciones, tanto si pretenden enterrar este texto fundacional como un anacronismo francés inadecuado para el sindicalismo moderno, como si lo distorsionan al servicio de un sindicalismo formalmente independiente y apolítico, o, por el contrario, lo mitifican como el testimonio de un pasado glorioso y desgraciadamente pasado, tienen en común el hecho de ponerlo en el estante de los accesorios anticuados. Evidentemente, éste no es el enfoque de Alternative Libertaire, para quien el pasado sólo tiene sentido si permite construir el presente. Este es el sentido de los debates que organizamos en París el 20 de mayo, con la participación de militantes de diferentes sensibilidades y organizaciones sindicales (CGT, FSU, CNT, Solidaires).
La Carta de Amiens casi no existe
A principios del siglo XX, a la vez que se intentaba amordazar al sindicalismo, se intentaba integrarlo en la República, a través de un conjunto de leyes sociales. Desde el punto de vista político, las distintas tendencias socialistas parlamentarias, que eran nada menos que cinco partidos, se unificaron en 1905 en el seno de la SFIO, afiliada a la Segunda Internacional. Esto les llevó a presentar, bajo el impulso de los guesdistas, una moción para el congreso sindical de Amiens, en la que se afirmaba la necesidad de establecer vínculos permanentes y orgánicos entre el sindicato y el partido.
Esta orientación iba tan en contra de las orientaciones y prácticas de la CGT, sobre todo desde la fusión con la federación de bolsas de trabajo en 1902, que no se incluyó en el orden del día de un congreso que tenía muchas otras cosas de las que preocuparse y fue necesaria la insistencia de algunos dirigentes confederales que vieron la oportunidad de zanjar claramente un debate recurrente en el movimiento sindical. Al final, la moción confederal ganó por abrumadora mayoría, al proponer un proyecto global coherente: la confirmación del reconocimiento de la lucha de clases, la necesidad de la unificación sindical y la autonomía del proyecto político sindical articulado por una doble acción, la mejora diaria de la condición de la clase trabajadora y la transformación radical de la sociedad.
La cuestión de la unidad
Dos atajos frecuentes alimentan el mito: considerar sólo a la CGT como una organización existente a principios del siglo XX, por un lado, y sobrestimar el peso de los anarquistas dentro de esta misma CGT, por otro.
En el plano sindical, la CGT era sin duda la organización obrera en pleno auge. También es la que sitúa la emancipación de los trabajadores en el centro mismo de su existencia y de su acción. Pero no estaba solo y tenía que contar con los sindicatos cristianos (aún no confederados), con numerosos sindicatos locales a menudo vinculados a partidos o políticos y con sindicatos amarillos a veces poderosos. Así, la afirmación de la CGT sobre la necesidad de una organización sindical única es más una cuestión de voluntad y un proyecto que una realidad cumplida, en un panorama sindical que domina pero que ya está fragmentado y en una clase obrera poco sindicalizada en general.
En el plano ideológico, el peso de los anarquistas en el seno de la CGT no proviene de su número, son una minoría muy pequeña (el movimiento anarquista está además dividido en la cuestión sindical). Enfrentado a una patronal que no suelta nada que no esté ganado a pulso, y a unos gobiernos cuya acción represiva supera ampliamente el alcance real de unas pocas reformas sociales, el movimiento sindical es además la apuesta de varios partidos políticos que sólo se interesan por él como reserva electoral. Lo decisivo para entender la indiscutible influencia de las ideas libertarias es la capacidad de combinar la acción cotidiana, concreta y constructiva, y la búsqueda de la unidad para lograr esta acción. Fue esta unidad de militantes blanquistas, allemanistas, brousistas y, por supuesto, anarquistas, la que sirvió de catalizador para construir la CGT después de 1902. El vínculo entre la acción cotidiana y la transformación social se establece en particular a través de la actividad de las Bourses du travail, que atraen a un número cada vez mayor de trabajadores.
Aquí y ahora
En el transcurso del siglo, el Estado se ha convertido en un interlocutor, ampliando cada vez más sus campos de intervención, tanto más fácilmente cuanto que una mayoría del movimiento sindical lo ha asumido como "horizonte inexpugnable", ya sea como mediador para obtener reformas, ya sea para esperar ganarlo.
Con la aparición de nuevas categorías de asalariados (técnicos, pero también inmigrantes, etc.), y luego la ruptura de los estatutos (trabajo temporal, subcontratación, etc.), la mano de obra ha cambiado profundamente, hasta el punto de la atomización actual, hecho que el sindicalismo ha sabido integrar de diferentes maneras.
Cada concesión que ha tenido que conceder, siempre a través de la lucha, la patronal ha conseguido reducir el alcance tratando de confinar a los trabajadores al ámbito cerrado de su empresa, pero no sin resistencia y sin conseguirlo nunca del todo.
Cada avance obtenido, el movimiento sindical lo paga con una institucionalización creciente, hasta el punto de ser invitado hoy en día a desempeñar sólo un papel de gestor leal, de mediador acompañando el "horizonte indescriptible" del capitalismo. Pero es un compañero poco disciplinado del que siempre desconfiamos por sus reacciones imprevisibles, sin llegar a eliminar del todo la amenaza del palo.
Tras treinta años de retrocesos, el sistema social está en grave crisis. Ya se trate del sistema de protección social, de la educación o de los propios mecanismos de crecimiento, asistimos al regreso con fuerza de la caridad y la iniciativa privada. En el seno de un movimiento sindical también en crisis, o junto a él, han surgido movimientos de lucha social con los que una parte del sindicalismo de acción ha podido establecer vínculos, mientras que la dimensión interprofesional se reafirma con más fuerza como elemento esencial en la relación de fuerzas. A los sindicalistas de la "lucha de clases" o revolucionarios se les plantean las mismas cuestiones fundamentales: la construcción de una dinámica unitaria, la estrategia de acción y el proyecto de sociedad.
Gérard Coste (AL París-Transcom
Traducido por Jorge Joya
Original: www.unioncommunistelibertaire.org/?Syndicalisme-Charte-d-Amiens-cent-a