Si hay una personalidad del anarcosindicalismo que sintonizó con la sensibilidad de un pueblo, y cuya influencia se extendió más allá de su generación, es sin duda Salvador Seguí i Rubinat, que nació en Lleida en 1887, pero que muy pronto se instaló con su familia en el Barrio Chino [1] de Barcelona.
Fue en esta ciudad donde, siendo aún un niño, comenzó a vender caramelos y otros dulces en bares, cafés y teatros de variedades, mientras su madre vendía flores, principalmente en los teatros de la Avenida del Paralelo.
Años más tarde, en aquellas trastiendas de los bares del Centro en la Rambla o del Español en el Paralelo, el joven Salvador vendía caramelos, trabajo que le valió el apodo de "Noi del sucre" (chico del azúcar en catalán) [2]. Después de los caramelos, Seguí encontró trabajo como aprendiz de pintor en un taller de la calle Lancaster, pero no le gustaba mucho este trabajo y cambiaba frecuentemente de taller y de maestro pintor.
El activista
Sin embargo, desde muy joven se sintió fascinado por todo lo que tenía que ver con las sociedades obreras, desde los folletos hasta las reuniones, y asistió a las numerosas reuniones celebradas en los bares mencionados anteriormente, o en las más lúgubres del distrito 5, hablando con gran claridad de pensamiento.
Así, con sólo 17 años, dio su primera charla pública en el local de la sociedad Lara, situado en el barrio de Pueblo Seco [3]. Con esta primera reunión pretendía protestar contra el gobierno argentino y su ley de residencia, que había servido para expulsar a varios anarquistas españoles de ese país, entre ellos Julio Camba, que casualmente estaba presente en la conferencia. También estaba presente Lerroux [4], que abandonó la sala, en desacuerdo con las duras palabras del joven de diecisiete años.
Le apasionaban tanto las reuniones de grupo que creó la suya propia, llamándola "Los hijos de puta". Entre sus miembros se encontraba su amigo Joan Rull (un misterioso personaje que se movía entre los secretos de Estado y las provocaciones de las bombas, y que unos años después, en 1908, sería fusilado en el foso de Montjuic).
Salvador Seguí fue detenido por primera vez, pero sólo por unas horas, en 1902, durante la huelga de los trabajadores del metal. Pero fue en 1907 cuando fue realmente detenido, la primera de una larga serie de detenciones, que tuvo lugar tras una reunión del Partido Laborista en el Teatro Condal, que terminó en una pelea en la que murió un trabajador. Seguí y otros fueron detenidos y pasaron más de nueve meses en prisión.
Con sus hermanos de clase
Posteriormente participó en el congreso fundacional de Solidaridad Obrera, así como en el primer congreso de la CNT en 1911. Seguí, como muchos otros obreros anarcosindicalistas barceloneses autodidactas, tuvo una amplia formación cultural y social en el Barrio Chino, el Ateneo Enciclopédico Popular [5], el Café Español del Paralelo y la cárcel Modelo [6]. El compromiso de Seguí con los barceloneses fue, pues, constante, ya sea en el mitin de Las Arenas, en la huelga del Canadiense, en el arduo trabajo de las comisiones mixtas [7], o en la deportación a la fortaleza de Mahón [8]. Siempre blanco de ataques y maniobras, fue acusado de delator e incluso juzgado en su propio sindicato, donde, en un discurso de más de doce horas, refutó cada una de las acusaciones, poniendo así punto final al asunto. Era tan molesto para algunos que fue víctima de varios atentados contra su vida. Finalmente, el 10 de marzo de 1923, en la esquina de las calles Cadena y San Rafael, no pudo escapar de la macabra maniobra de la patronal catalana, que había puesto precio a su cabeza. Seguí cayó ante las balas de Inocencio Feced y sus acólitos del Sindicato Libre [9]. Unos meses más tarde (septiembre de 1923), Artemio Precioso, que editaba en Madrid la colección La Novela de hoy, publicaba Escuela de rebeldía, una novela escrita por Seguí, en la que, curiosamente, el héroe era asesinado en la esquina de Riereta y San Rafael, es decir, dos calles más allá que en la realidad. Era como si Seguí conociera perfectamente su propio final, estando a pocos metros.
Manel Aisa
1. Situado en el barrio del Raval. El nombre de Barrio Chino se lo puso un periodista (Paco de Madrid) a este barrio "caliente" de Barcelona en referencia al Chinatown de San Francisco, lugar de todo tipo de trapicheos. El artículo tuvo mucho éxito y el nombre se mantuvo (aunque, por supuesto, no había chinos en la zona).
2. Se han propuesto otras interpretaciones. Salvador Seguí había trabajado brevemente en una refinería de azúcar, de ahí el apodo de "niño del azúcar". Otra explicación (la más común) es que Seguí solía hacer crujir los terrones de azúcar que le servían con el café.
3. Más conocido por su grafía catalana: Poble Sec. Este barrio está situado entre el Raval y Montjuic.
4. Alejandro Lerroux (1864-1949), político catalán que abogó por el extremismo de izquierdas, de ahí su popularidad en los círculos obreros a principios del siglo XX, manteniéndose férreamente en el centro, especialmente durante la insurrección espontánea de julio de 1909 en Barcelona, y que giró a la derecha a partir de 1931.
5. Véase la historia de este ateneo en Le Monde libertaire hors série n° 43 (diciembre 2011-febrero 2012).
6. La prisión central de Barcelona, construida en 1904.
7. Estructuras conjuntas en las que se negocian los derechos y logros de los trabajadores.
8. Mahón (Maó en catalán), localidad donde se encontraba la fortaleza de La Mola, utilizada como prisión, en las Islas Baleares (Menorca).
9. Sindicato libre o lliure (en catalán), también llamado La Patronal. Sindicato patronal cuyos miembros eran el brazo armado de la patronal, responsable de asesinar a los militantes más destacados de la CNT. Se les pagó por estos actos sucios y también recibieron ayuda de las autoridades catalanas.
FUENTE: Le Monde Libertaire
Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2015/11/salvador-segui-une-figure-inconto