"Se ha dicho a menudo que no son las mayorías las que hacen la revolución, sino las minorías. Por eso las mayorías, misónicas por naturaleza, nunca tomarán la iniciativa de la revolución, sino que se convertirán en revoluciones ya iniciadas. La función de las minorías revolucionarias es derribar las puertas cerradas al futuro; y entonces, a través de las puertas insurgentemente abiertas, pasarán las mayorías. Es cierto que las minorías malgastarían sus fuerzas en vano -al menos de momento- y se sacrificarían sin provecho, si el contexto no fuera favorable, si los tiempos no estuvieran maduros, si una evolución previa no hubiera alcanzado cierto grado. Pero nadie tiene el medidor o el indicador para saber si los tiempos están maduros o no, y si el entorno está suficientemente preparado. Incluso se puede cometer un error de apreciación; y entonces se tienen los sacrificios anticipados, los heroísmos, los mártires. Sin embargo, si no conducen al triunfo, siguen siendo útiles, en la medida en que contribuyen a la formación de las conciencias y a la maduración de los tiempos. Porque si las minorías iniciadoras, corriendo el riesgo de la derrota y el sacrificio, consiguen derribar la puerta, es la mejor y única prueba posible de la madurez de los tiempos.
El fascismo ha demostrado que todo esto es cierto. La contrarrevolución, a finales de 1920, tenía todo de su parte, como hemos visto. Pero no habría triunfado sin la iniciativa voluntaria de la minoría fascista. Las puertas del pasado parecían haberse cerrado irremediablemente para las clases dominantes y los reaccionarios, que ya estaban resignados a su destino. Pero ahora el fascismo, intérprete de sus aspiraciones, aprovecha el momento de debilidad del enemigo y se atreve a derribar todas las puertas de la legalidad y las costumbres del pasado. Sólo entonces las clases dirigentes comprenden que pueden atreverse y, a través de la puerta rota, intentan hacer retroceder a Italia hacia el pasado, y todo se doblega ante el vencedor del momento: el poder de la riqueza y, al mismo tiempo, los poderes judicial y ejecutivo.
El ejemplo fascista puede al menos haber servido para algo; y el proletariado, si quiere, puede aprender de él, como todas las minorías revolucionarias. Puede que el fascismo les haya enseñado "cómo ganar", cómo tomar la ofensiva y convertir un principio de derrota en una victoria. La solidaridad y la organización, por un lado, y la iniciativa audaz, la fuerza de voluntad y el espíritu de sacrificio, por otro. Por supuesto, a pesar de todo esto, cuando eres una minoría demasiado pequeña, puedes ser derrotado por fuerzas contrarias superiores, pero sin este tipo de comportamiento, no es posible ninguna victoria, incluso con la mayor de las mayorías.
Sin duda, una de las causas del fracaso de los revolucionarios es la falta de perseverancia, disciplina y organización. Hablo de la disciplina moral voluntaria, no de la disciplina militar de los partidos autoritarios, que consiste sólo en la obediencia a los dirigentes; hablo de la disciplina voluntariamente aceptada, que consiste sobre todo en mantener la fe en los compromisos libremente contraídos. Prefiero, porque es mejor y más provechosa, esta disciplina en libertad a la disciplina militar de la obediencia ciega. Pero es necesaria una disciplina, y donde no hay la primera, es la segunda la que gana, sea cual sea su bandera. Por eso, a falta de una disciplina voluntaria revolucionaria, la fuerza militar organizada ha tomado inesperadamente -y esperemos que temporalmente- el relevo.
No hay que hacerse ilusiones. El esfuerzo necesario que tendrán que hacer las minorías revolucionarias tendrá que ser mayor que el realizado por el fascismo, ya que el primero no puede, como el segundo, contar con el apoyo de organismos ya existentes dotados de todos los medios ofensivos y defensivos. La acción revolucionaria es más difícil, porque su tarea no es sólo destruir, sino al mismo tiempo reconstruir. Además, incluso en la destrucción, puesto que el objetivo es el bien de los muchos, la revolución debe ser más cautelosa; debe guiarse más por el propósito humano general que por un espíritu de represalia y venganza, y debe tener cuidado de no destruir, junto con las instituciones parasitarias y perjudiciales, aquellos frutos de la civilización y el progreso que constituyen el patrimonio común y el material para construir la futura sociedad de la libertad y la justicia social.
En estas condiciones, es indiscutiblemente más difícil luchar y vencer, y el esfuerzo inicial que hay que hacer es necesariamente mayor que el de la violencia ciega y destructiva que cae sobre un objetivo determinado, seguro de su impunidad. Para generar ese esfuerzo, será necesario apelar a otros motivos internos, a todos esos sentimientos que generan entusiasmo y heroísmo, que, junto con la razón, animan a quienes luchan no por el presente ni por el pasado, sino por el futuro: la fe en el propio ideal, la seguridad de estar en lo cierto -o de estar más cerca de ello que los demás-, la profunda convicción de luchar por un objetivo de bondad superior, por el bien moral y material de todos los hombres, incluso por el bien de los enemigos; enemigos que no se convertirán en los oprimidos o explotados del mañana, sino que, convertidos en hermanos e iguales entre los iguales, serán también liberados del yugo de su justicia, que hoy los hace tan fieros. A pesar de ello, la advertencia del ejemplo fascista permanece. Cuando la minoría revolucionaria y libertaria del proletariado consiga aunar, mediante un mínimo de coordinación, la cantidad necesaria de esfuerzo, desprecio por el riesgo, espíritu de iniciativa y sacrificio, habrá triunfado, y no para el bienestar y la libertad del proletariado solamente, sino de toda la humanidad. "
Luigi Fabbri (1877-1935) Comunista libertario italiano
"La contrarrevolución preventiva", 1975 (primera edición 1922), en: Gaetano Manfredonia, La lucha humana: Luigi Fabbri, el movimiento anarquista italiano y la lucha contra el fascismo, París, Editions du Monde Libertaire, 1994, páginas 264-266.
Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2015/07/la-revolution-contre-le-fascisme.