La Primera Internacional
En esta entrega de la Corriente Anarquista, el epílogo del tercer volumen de Anarquismo: Una historia documental de las ideas libertarias, hablo de la Primera Internacional y del surgimiento de un movimiento anarquista europeo. Actualmente estoy terminando el manuscrito de We Do Not Fear Anarchy - We Invoke It: The First International and the Origins of the Anarchist Movement, en el que trato estos asuntos con mucho más detalle.
Documento de la Internacional Francesa
La Primera Internacional
Bellegarrigue, Déjacque y Coeurderoy estaban muertos u olvidados cuando se fundó la Asociación Internacional de Trabajadores (la Primera Internacional) en 1864 (Volumen Uno, Selección 19). Los escritos de Pisacane no fueron redescubiertos hasta la aparición en Europa de movimientos anarquistas autoidentificados en la década de 1870. De los anarquistas de los años 1840 y 50, sólo Proudhon y Pi y Margall continuaron ejerciendo cierta influencia, pero para entonces ambos se identificaban como federalistas más que como anarquistas (Volumen Uno, Selección 18). Los seguidores de Prouhon en la Primera Internacional apoyaban sus ideas mutualistas, abogando por el crédito libre, las pequeñas propiedades y el intercambio equivalente. Estaban de acuerdo con Proudhon en que el lugar de la mujer estaba en el hogar y defendían que sólo los trabajadores debían ser admitidos en la Primera Internacional, lo que significaba que los intelectuales, como Karl Marx, también debían ser excluidos. Compartían la opinión crítica de Proudhon sobre las huelgas, considerándolas coercitivas e ineficaces, pero en la práctica proporcionaban apoyo financiero y de otro tipo a los trabajadores en huelga.
Dentro de la Primera Internacional había elementos más radicales que daban expresión a un renovado sentido de la militancia entre los trabajadores europeos. Estos internacionalistas, como Eugène Varlin (1839-1871) en Francia, estaban a favor de los sindicatos, considerándolos como un medio para organizar a los trabajadores para que presionaran sus demandas a través de acciones colectivas directas, como huelgas y boicots. El objetivo final era que los trabajadores tomaran el control de sus lugares de trabajo, sustituyendo al Estado y al capitalismo por federaciones locales, regionales, nacionales e internacionales de organizaciones obreras autónomas.
A estos internacionalistas "antiautoritarios" se oponían no sólo los proudhonistas ortodoxos, sino también Karl Marx y sus seguidores, así como algunos blanquistas, que eran partidarios de la organización centralizada y de la subordinación de los sindicatos a partidos políticos que coordinaran la oposición al capitalismo y trataran de alcanzar el poder del Estado, ya fuera mediante la participación en la política burguesa, la revolución o una combinación de ambas. Los desacuerdos sobre la forma de organización interna de la Internacional y la participación en la política llevarían a la escisión de la Internacional en 1872.
En 1868, la Internacional había adoptado una política a favor de las huelgas y de la propiedad colectiva de los medios de producción. Sin embargo, la propiedad colectiva no significaba necesariamente propiedad estatal, ya que muchos internacionalistas defendían el control obrero de la industria a través de las propias organizaciones de los trabajadores y seguían apoyando otros aspectos del mutualismo de Proudhon, como las sociedades de ayuda mutua de los trabajadores, las cooperativas y las cooperativas de crédito. Varlin, por ejemplo, organizó un restaurante cooperativo con Nathalie Lemel (que posteriormente convirtió a Louise Michel al anarquismo). Algunos internacionalistas ginebrinos propusieron que la mitad de los beneficios de las cooperativas se destinara a los fondos de "resistencia" de los trabajadores, y que las cooperativas también proporcionaran a los trabajadores ayuda financiera y crédito durante las huelgas (Cutler, 1985: 213, nota 69).
Bakunin: "No tememos la anarquía, la invocamos"
Bakunin había comenzado a articular una posición anarquista revolucionaria a mediados de la década de 1860, antes de su ingreso en la Internacional en 1868. Defendía el socialismo y el federalismo basados en "la más completa libertad tanto para los individuos como para las asociaciones", rechazando tanto el republicanismo burgués como el socialismo de Estado (Volumen Uno, Selección 20). Rechazó cualquier "llamamiento al establecimiento de una autoridad gobernante de cualquier naturaleza", denunciando a los revolucionarios que "sueñan con crear nuevos estados revolucionarios, totalmente centralizados y aún más despóticos que los estados que tenemos ahora" (Volumen Uno, Selecciones 20 y 21).
"No tememos la anarquía", declaró Bakunin, "la invocamos. Porque estamos convencidos de que la anarquía, es decir, la manifestación irrestricta de la vida liberada del pueblo, debe surgir de la libertad, la igualdad, el nuevo orden social y la fuerza de la propia revolución contra la reacción." El nuevo orden social se creará "de abajo a arriba, de la circunferencia al centro... no de arriba a abajo o del centro a la circunferencia a la manera de toda autoridad" (Volumen Uno, Selección 21).
Bakunin se oponía a cualquier intento de justificar el sacrificio de vidas humanas en nombre de algún ideal o "abstracción", incluyendo el patriotismo, el estado, Dios o incluso la ciencia. Alguien que está "siempre dispuesto a sacrificar su propia libertad... sacrificará de buen grado la libertad de los demás" (Volumen Uno, Selección 20). El socialista revolucionario, "por el contrario, insiste en sus derechos positivos a la vida y a todas sus alegrías intelectuales, morales y físicas". Además de rechazar cualquier noción de autosacrificio individual, Bakunin argumentó contra el terrorismo revolucionario por considerarlo contrarrevolucionario. Para "hacer una revolución exitosa, es necesario atacar las condiciones y los bienes materiales, destruir la propiedad y el Estado. Entonces será innecesario destruir a los hombres y estar condenados a sufrir la segura e inevitable reacción que ninguna masacre ha dejado ni dejará de producir en toda sociedad" (Volumen Uno, Selección 21).
Bakunin sostenía que los medios adoptados por los revolucionarios debían ser coherentes con sus fines. En consecuencia, la propia Internacional debería organizarse "de abajo arriba... de acuerdo con la diversidad natural de las ocupaciones y circunstancias [de los trabajadores]". Las organizaciones obreras "llevarían en sí mismas las semillas vivas de la nueva sociedad que ha de sustituir al viejo mundo. Están creando no sólo las ideas, sino también los hechos del propio futuro". En consecuencia, rechazó la opinión de que la mayoría de los trabajadores, incluso dentro de la propia Internacional, debían aceptar el "mando fraternal" de quienes decían saber lo que era mejor para ellos, ya que esto dividiría a la Internacional "en dos grupos: uno que comprende a la gran mayoría... cuyo único conocimiento será la fe ciega en la sabiduría teórica y práctica de sus comandantes", y una minoría de "hábiles manipuladores" en el control de la organización (Volumen Uno, Selección 25).
Bakunin hablando en el Congreso de Basilea 1869
La crítica anarquista de Bakunin iba mucho más allá de atacar la propiedad, la religión y el Estado. Además de argumentar en contra de la organización jerárquica y autoritaria dentro del propio movimiento revolucionario, Bakunin trató de liberar a las mujeres de sus cargas domésticas, asumiendo la sociedad la responsabilidad colectiva de criar y educar a los hijos, y permitiendo a las mujeres casarse y divorciarse a su antojo. Bakunin rechazaba el patriarcado en general, denunciando el "despotismo del marido, del padre, del hermano mayor sobre la familia", que convierte a la familia "en una escuela de violencia y de bestialidad triunfante, de cobardía y de las perversiones cotidianas del hogar familiar" (Volumen Uno, Selección 67).
Con respecto a la educación, Bakunin sostenía que "el que sabe más gobernará naturalmente al que sabe menos". Después de la revolución, a menos que se eliminen las diferencias de educación y crianza, "el mundo humano se encontraría en su estado actual, dividido de nuevo en un gran número de esclavos y un pequeño número de gobernantes" (Volumen Uno, Selección 64). Bakunin esperaba el día en que "las masas, dejando de ser rebaños conducidos y esquilados por sacerdotes privilegiados", ya sean seculares o religiosos, "puedan tomar en sus manos la dirección de sus destinos" (Volumen Uno, Selección 24).
Bakunin argumentaba contra el dominio de los más eruditos, los sabios, los intelectuales y los científicos, ya sea dentro de la Internacional o en la sociedad en general. Sus objetivos aquí eran los seguidores de Auguste Comte (1798-1857) y Karl Marx, con sus pretensiones de "gobierno científico" y "socialismo científico". Confiar "el gobierno de la sociedad" a cualquier organismo científico, partido político o grupo tendría como resultado la "perpetuación eterna" del poder de ese grupo "haciendo que la sociedad confiada a su cuidado sea cada vez más estúpida y, en consecuencia, necesite su gobierno y dirección" (Volumen Uno, Selección 24). Bakunin fue tal vez el primero en desarrollar esta crítica al papel de los intelectuales, la "nueva clase", y a su ascenso al poder, ya sea asumiendo la dirección del movimiento obrero revolucionario o mediante el control de la burocracia estatal, pues el "Estado siempre ha sido patrimonio de alguna clase privilegiada: el sacerdocio, la nobleza, la burguesía y, finalmente, una vez agotada cualquier otra clase, la clase burocrática, cuando el Estado cae o se eleva... a la condición de máquina" (Volumen Uno, Selección 22).
Noam Chomsky ha descrito los análisis y predicciones de Bakunin a este respecto como quizás "entre los más notables dentro de las ciencias sociales" (Volumen Dos, Selección 68). Los anarquistas posteriores adoptaron la crítica de Bakunin (Berti, Volumen Dos, Selección 67) y su sugerencia de que las desigualdades que surgen de las diferencias de conocimiento pueden evitarse mediante la "educación integral", que rompe las barreras entre la educación práctica y la científica, y mediante la eliminación de cualquier distinción entre el trabajo manual y el "intelectual" o "cerebral" (Volumen Uno, Selección 64). En su muy influyente libro Campos, fábricas y talleres (1898), Peter Kropotkin expuso alternativas prácticas a la actual "división de la sociedad en trabajadores cerebrales y trabajadores manuales", con todas sus "perniciosas" distinciones, abogando, de forma muy parecida a como lo había hecho Fourier antes que él, por una combinación diaria de trabajo manual e intelectual, por la tecnología a escala humana y por la integración de los campos, las fábricas y los talleres en un sistema descentralizado de producción, proporcionando "la felicidad que puede encontrarse en el ejercicio pleno y variado de las diferentes capacidades del ser humano" (Volumen Uno, Selección 34).
Bakunin contribuyó a difundir las ideas anarquistas entre los movimientos revolucionarios y obreros de Italia, España, Suiza y Rusia, así como en el seno de la propia Internacional. Según Kropotkin, fue Bakunin, más que nadie, quien "estableció en una serie de poderosos panfletos y cartas los principales principios del anarquismo moderno" (1912).
Robert Graham
La Internacional Anarquista
Referencias adicionales
Cutler, Robert. Ed. From Out of the Dustbin: Bakunin's Basic Writings, 1869-1871. Ann Arbor: Ardis, 1985.
Kropotkin, Pedro. Modern Science and Anarchism (1912). En Evolution and Environment. Ed. G. Woodcock. Montreal: Black Rose Books, 1995.
Traducido pot Jorge Joya
Original: The First International and the Emergence of the Anarchist Movement
En el blog: libertamen.wordpress.com/2022/01/10/la-primera-internacional-y-el-surg