El anarquismo es ante todo una energía, una energía individual que se enfrenta a todos los poderes y jerarquías, cuestionándolos siempre. Una energía y una capacidad individual que, federándose con los demás, colectivizándose, permite la creación y el desarrollo de utopías en acción, para cambiar el propio mundo y a veces el mundo.
El anarquismo es una rebelión contra todo lo intolerable. Es una revuelta contra un sistema político y económico fundamentalmente desigual que, lejos de borrar las injusticias sociales, sólo las acentúa: los ricos se hacen más ricos, los pobres más pobres.
Es una revuelta contra una organización caníbal del mundo en la que, mientras una pequeña minoría de humanos consume hasta reventar su vientre... y el planeta, la mayoría de la humanidad se encuentra en una situación de tal precariedad y supervivencia que nunca está en condiciones de ejercer efectivamente el contenido de los grandes discursos hipócritas sobre los derechos humanos que los humanitarios no dejan de contarnos.
El anarquismo es entonces una crítica. El desarrollo de un espíritu crítico radical que se construye en cada individuo, personalmente, y en todos los individuos como masa. Es la construcción de una cultura de resistencia activa a todos los poderes que, por definición, se convierten un día u otro en abusos de poder. Una apología de la insumisión tan compartida por todos los ciudadanos que nunca más sean posibles aventuras totalitarias como las que vivimos en la Alemania nazi o en la Rusia bolchevique.
La crítica social tal como la propugnamos es una educación permanente en la desobediencia civil contra todas las autoridades, contra todos los estados. Lo que llamamos acción directa es el acto de poner en marcha las opciones éticas de nuestras conciencias frente al respeto de las normas, aunque estén plasmadas en leyes.
Siempre nos negaremos a respetar las normas que organizan los hechos consumados de la injusticia y lo intolerable.
La principal originalidad del anarquismo es, sin duda, haber enriquecido la crítica marxista de la explotación económica con una crítica antiautoritaria de la dominación.
Los anarquistas luchan contra todas las opresiones, ya sean económicas, políticas, sociales, sexuales o culturales. Luchan contra todas las relaciones de poder, es decir también, sobre todo, en las relaciones cotidianas entre hombres y mujeres, entre niños y adultos, entre jóvenes y ancianos...
Pero el anarquismo no es sólo el rechazo de la dominación y la explotación, sino también un proyecto: la búsqueda de un nuevo equilibrio entre la búsqueda de la felicidad individual y la armonía colectiva. La elaboración de una nueva síntesis que permita tanto la libertad absoluta del individuo, siempre que no perjudique a otro individuo, como las relaciones colectivas vividas finalmente en modo de igualdad, fraternidad y solidaridad.
Lejos de la visión egocéntrica y egoísta de los liberales, afirmamos que el hombre es ante todo un ser social y que, para alcanzar la felicidad, necesita vivir relaciones satisfactorias con sus hermanas y hermanos humanos.
Tan sintético como siempre, nuestro compañero Bakunin, ese camarada vitamínico, resumió esta exigencia en una fórmula impactante: Sólo soy verdaderamente libre si todos los hombres son libres. Una idea que puede declinarse ad infinitum: Mi libertad no es completa si un solo ser humano en la tierra es víctima de la opresión o, en contra de la fórmula liberal que hace de la libertad del prójimo un obstáculo para el desarrollo de la propia libertad: La libertad del otro amplía, protege, consolida y garantiza la mía ad infinitum...
Como habrás comprendido, más allá de la crítica radical al sistema económico-político en el que nos hacen vivir, el anarquismo es también una fuerza de propuesta, una alternativa de vida y de sociedad.
Su proyecto organizativo se despliega en el federalismo libertario que, al asociar autonomías, permite la libre asociación de Iguales. Lejos de los sistemas jerárquicos y autoritarios, es entonces en la autogestión donde los ciudadanos, finalmente responsables y actores de su vida, gestionan los asuntos de la ciudad. Acabemos con los podios, todos en el mismo escalón. ¡No hay dios ni amo!
En el sistema capitalista actual, el poder económico y social está centralizado en manos de unos pocos propietarios o (delegados de propietarios) de medios económicos y financieros.
Es el reino de la servidumbre voluntaria, como lo llamó La Boétie. Necesitas comer, yo compro tu fuerza de trabajo (lo más barata posible) y tu obediencia, y tú trabajas para mí. Necesitas consumir, te vendo comida basura para obtener el mayor beneficio posible.
¿Has visto alguna vez a los trabajadores votando para elegir a su jefe o a su director de departamento?
Más allá de los grandes discursos pontificadores sobre la democracia, la empresa, y en general el lugar de trabajo, es el lugar más antidemocrático y totalitario que puede existir. Las decisiones no se toman según el principio democrático universal: un ser humano equivale a un voto, sino según la aritmética: un ser humano equivale a cuánto poder económico... ¿cuántos ceros en la cuenta bancaria?
Mientras no haya igualdad económica y social, la igualdad política será una mentira, como siempre decía nuestro camarada Bakunin.
En las democracias parlamentarias, el poder político está secuestrado por los profesionales de la representación. Se autodesignan y cooptan para ocupar los puestos de las listas electorales en buen orden y nos hacen el favor de firmarles un cheque en blanco. Nosotros somos los "amos" del juego durante cuatro segundos, ellos serán nuestros amos durante cuatro años. Durante estos cuatro segundos, nos obligan a practicar la democracia en secreto, en las "cabinas". Votar como uno va al baño, en la discreción. Y luego nos dicen que nos aguantemos cuatro años antes de poder ocupar nuestro pequeño lugar, magnánimamente concedido en la cola, sonriendo para la Señora Pis de la democracia, y depositar nuestra renuncia en el platillo con un agradecimiento y una mirada ligeramente estreñida.
Debemos elegir, nos dicen, porque no hay elección.
Si las elecciones pudieran cambiar realmente la vida, habrían sido prohibidas hace mucho tiempo, como afirma acertadamente un cartel de la revista Alternative Libertaire.
Mandar en lugar de ser representado. En la democracia directa a la que aspiramos, este poder confiscado, finalmente redistribuido, volvería a cada uno de nosotros, tan celoso de su autonomía que sólo delegaría mandatos imperativos y bajo el control permanente de los mandantes. La democracia vuelve a estar en pie. En lugar de lo que ocurre hoy en día, donde los representantes elegidos se consideran los dueños de los votos de los votantes, son finalmente los electores los que toman el volante y controlan a los representantes. Los mandatos se convierten en meras funciones técnicas para la aplicación de las decisiones colectivas. Los agentes están permanentemente controlados por los ciudadanos. La gestión de los asuntos de la ciudad para los ciudadanos y por los ciudadanos.
Para lograr estos ambiciosos objetivos, los anarquistas actúan a diario. Forman parte de todas las luchas de este tiempo, desde los indocumentados hasta los parados, desde el renacimiento del movimiento social hasta el rechazo a la globalización capitalista...
Crean y animan alternativas sociales que prefiguran la sociedad libertaria a la que aspiran, desde escuelas alternativas hasta colectivos agrícolas y nuevas formas de intercambio y producción...
Para actuar juntos, los anarquistas se organizan, normalmente primero en el grupo local y luego federando los grupos en organizaciones más grandes.
Se expresan siempre que pueden hablando en público, publicando periódicos, libros y folletos. Alimentan el debate público y la reflexión de un número creciente de ciudadanos revueltos que se preguntan por el sentido de esta carrera hacia el fondo a la que nos conduce el actual expolio de los recursos humanos y naturales del planeta.
Actúan a diario y contribuyen, siempre que sea posible, a la autoorganización y a la potenciación del movimiento social.
Luchan contra el sistema autoritario y al mismo tiempo para dibujar los contornos de una vida y una sociedad alternativas.
Roger Noël (Babar)
FUENTE: Biblioteca Anarquista
Traducido por Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2020/12/pour-l-anarchisme.html