Compartimos y hacemos nuestra esta reflexión del compañero Pippo Gurrieri aparecida en la revista mensual Sicilia Libertaria en octubre y la difundimos.
La idea de los pasaportes nos recuerda a las fronteras, los controles, las comisarías, las burocracias y los rechazos, las prohibiciones, la discriminación. Como anarquistas consideramos todo esto inaceptable en principio y lo combatimos, considerándolo el resultado de la lógica autoritaria y policial de los estados, de su patriotismo grosero que en la historia sólo ha producido guerras y violencia.
Ahora el Estado italiano intenta imponer otro pasaporte: el sanitario. Ya existía la tarjeta sanitaria, que se había convertido en una especie de passe-partout indispensable desde los servicios médicos hasta la compra de cigarrillos, pero era claramente insuficiente.
El pasaporte sanitario, o pase verde, porque se utiliza el inglés para disimular mejor el fondo de las palabras, no tiene nada que ver con la salud, es el resultado de una operación exquisitamente política para imponer la vacunación covídica a quienes no quieren hacerlo, y para extender el estado de excepción a nivel individual y masivo; nuestro país es un laboratorio en el que se intenta acostumbrar a someterse al control digital (delegado también en los gestores de lugares públicos, llamados a actuar como policías o confidentes y espías) en lo más profundo de la vida cotidiana. El requisito obligatorio que debería entrar en vigor el 15 de octubre, defendido por Confindustria, es también un arma en manos de la patronal para discriminar y dejar fuera de la producción a los más rebeldes, disidentes y acérrimos. Una perfecta armonía entre el gobierno y los empresarios.
Este pasaporte no tiene nada de sanitario, porque, paradójicamente, una persona no vacunada que entra en un lugar público, con un hisopo el día anterior, ofrece más garantías de no contagiar que una persona con un pase verde de unos meses, que podría contagiarse e infectar (quizás ligeramente, como dicen). Esto no tiene nada que ver con la salud, porque entonces deberían explicarnos por qué hay universidades, como la de Ferrara, donde, a pesar del pase verde obligatorio para todos, las clases continúan a distancia. Y por qué las masas están exentas, por poner algunos ejemplos.
En el extranjero, donde esta medida es casi inexistente, a excepción de Francia, fueron más explícitos en su interpretación de la situación italiana: el 16 de septiembre, el diario madrileño El País titulaba: "Italia se convierte en el primer país occidental en imponer la vacunación a todos los trabajadores". Sin pelos en la lengua ni hipocresía, el pasaporte sanitario se lee como la imposición de la vacunación obligatoria. El gobierno no quiere imponer la vacunación obligatoria (teniendo que responsabilizarse de las posibles consecuencias en la salud de los vacunados), y sortea el asunto de forma mafiosa imponiendo el pase verde, bajo pena de sanciones, suspensiones, pérdida de salario y restricciones en la vida social.
Está claro que las dos cuestiones, vacunas y pase verde, están vinculadas, pero si la primera debe ser apoyada la libertad de elección, la segunda se convierte en 100% inaceptable: un instrumento de mero control social que afecta no tanto a la libertad de la burguesía, como algunos todavía insisten en declarar, sino a la libertad tout court del pueblo. Mediante el chantaje, se obliga a la gente a "cumplir" con la ley, como una medida de pseudoemergencia a la que seguirán otras medidas cada vez más estrictas: reconocimiento facial, caza de unectores, recompensas para los más obedientes; elementos típicos de un estado policial. Todo esto no es un fin en sí mismo, sino preparatorio para gobernar las crisis de los próximos años, que verán nuevos y más fuertes ataques a las condiciones de las clases medias y trabajadoras para favorecer a las multinacionales, los grupos financieros y las castas políticas y militares.
No darse cuenta de esto, o peor aún, caer en la trampa de que estas medidas se hacen para proteger la salud de las personas, es realmente un asunto grave. Igual de grave es permitir que estas cuestiones sean explotadas por turbios servidores del sistema como Salvini, Meloni y la caterva de sinvergüenzas que zumban a su alrededor, o el público de conspiranoicos que ocupan la escena social, con chorradas como la dictadura sanitaria: es el modo de producción capitalista, es la dictadura del capital, a la que hay que acusar.
Este es el modo de producción capitalista, la dictadura del capital, que hay que acusar. Estamos ante un paso crucial en el matrimonio entre el Estado, el capital y la alta tecnología, la realización del sueño despótico de toda autoridad: tener el control total de los subordinados, a cualquier precio y por cualquier medio. Una historia que caracteriza la historia de la humanidad y el esfuerzo de los oprimidos por liberarse de los explotadores de todo tipo. En este contexto, nuestro lugar siempre ha estado del lado de los oprimidos, contra los Estados, los dioses, los amos y sus dictaduras más o menos disfrazadas. Y hoy es para estar al lado de los que se oponen a esta deriva totalitaria, que nos afecta a todos.
Pippo Gurrieri
Traducida por Jorge Joya
Original: www.sicilialibertaria.it/2021/10/08/passaporto-sanitario/