La Jefatura del Cuerpo Nacional de Policía en Cataluña, ubicada en el número 43 de la Via Laietana de Barcelona, vuelve a ser noticia. No sólo por las manifestaciones a favor o en contra de su traslado sino por duro debate parlamentario que ha despertado en las últimas semanas. El enésimo ejemplo se vivió en la comisión de Interior del Parlamento de Cataluña celebrada el pasado miércoles. Los portavoces de la materia mantuvieron un duro tuya mía con Vox y PP, que defendían a capa y espada el mantenimiento de la sede de la policía española a pesar de las diferentes iniciativas que reclaman su traslado.
De aquel debate sorprendieron dos posicionamientos. Por un lado, el del portavoz del PSC-Unidos para Avanzar, el ex consejero de Interior Ramon Espadaler, que mostró su posición favorable al traslado a raíz del "dolor que para mucha gente genera el recuerdo del edificio". Recogió la palabra el diputado de la CUP Xavier Pellicer, que esbozó las torturas y los suplicios que se practicaban tanto en el franquismo como en la incipiente transición española. Una enumeración escasa pero intensa que generó un ensordecedor silencio en la funcional sala de Grupos de la Cámara Catalana.
El relato de Pellicer despertó el interés de muchos diputados en hacer constar en acta el breve listado de torturas. Unos sistemas de interrogatorio y de investigación policial que han sido investigados a fondo por uno de los principales expertos en investigación de la lucha antifranquista, el periodista, doctor en Ciencias de la Información y profesor universitario Antoni Batista. De hecho, Batista fue el impulsor del primer proyecto de clausura y reconversión en espacio de memoria de la comisaría ya en 2005. Su último libro -imprescindible, por cierto "Memoria de la resistencia antifranquista" (Pagès Editors, 2021), contiene un extraordinario capítulo donde recoge y describe el manual de torturas escalofriantes que se practicaban en las salas de interrogatorio y los calabozos de la comisaría donde tenía su sede la temida e impune Brigada Político Social de la policía franquista.
En el capítulo, "Via Laietana, la casa de los horrores", Batista radiografía los sistemas puestos en práctica para arrancar delaciones y confesiones inspirados en el background de los nazis y que también sofisticaron en la lucha contra el independentismo vasco. En concreto, el adiestrador de la policía española fue el comandante Paul Winzer, un miembro de las SS desde 1932 y que a pesar de su muerte oficial, la leyenda apunta que murió tranquilamente en la costa catalana como un respetable representante de una farmacéutica alemana.
El sistema orquestado por la policía iba subiendo de agresividad y violencia según la resistencia física y psíquica del torturado. Batista, sin embargo, diferencia, en conversación con el totbarcelona, entre las torturas practicadas durante el franquismo y las registradas durante la transición. "Unas eran sistemáticas y luego fueron más episódicas", aclara el investigador.
Así, en el momento de mayor dureza, las torturas, que se escondían en eufemismos como "hábiles interrogatorios" o "tercer grado" comenzaban con el llamado "corro". Era un preámbulo que consistía en una "círculo de policías que recibía el detenido y se la iban pasando a puñetazos y patadas". Este era el primer paso, antes de "tocar el piano", el momento de mojar los dedos en el tampón y ser retratado para su ficha policial. Un momento que Batista asegura que servía para "despojarse de la dignidad", porque en la mayoría de casos ya tenían el detenido identificado.
A continuación, el protocolo establecido era bajar el detenido en los calabozos para empezar lo que la policía bautizaba como "diligencias". Una vez llamados se trasladaban a las salas de interrogatorios donde la se hacía una nueva "bienvenida". Un repertorio de "golpes y bofetadas con el apoyo de guías telefónicas, toallas mojadas, culatas de pistola, reglas, látigos y porras". Una vez la policía consideraba que el detenido estaba "macerado" comenzaba la fase de la tortura psicológica. En este punto, Batista remarca que era sobre todo durante el franquismo "muy efectiva" porque las "amenazas eran reales" a menudo, "se cumplían". Las amenazas habituales eran "verter los detenidos por la ventana" o "hacerlos jugar a la ruleta rusa". En el caso de las detenidas, las amenazas eran "sexuales de violaciones y perversiones". Una de las más execrables eran las "ejecuciones fingidas".
Si a todo ello, el detenido no respondía, se ponía en marcha un plan de sistemas razonados para hacer dolor. El primero de la lista era "la bañera". Consistía en ahogar el cabezas de los detenidos en una bañera o cubo lleno de agua hasta que empezaban a ahogarse. A veces, los policías se orinaban para fomentar "el escarnio". Una tortura que generaba ansiedad y taquicardia. En la misma línea, también aplicaban "la bolsa" o la "capucha", que buscaba el mismo efecto tapando la cabeza con una bolsa hermética.
Otro de los suplicios más crueles era "la cigüeña". En esta tortura a los detenidos ya fueran vestidos o desnudos, "eran esposados con las muñecas por detrás de las rodillas flexionadas en cuclillas, con golpes al cuerpo". Esta brutalidad provocaba según detalla Batista un "dolor desgarrador en las articulaciones". Además, "con los cuerpos mojados si aplicaban electrodos". No era raro que conectaran la "corriente a los genitales o aprovecharan los cigarrillos para quemar la piel hasta salir humo". La parte final de este terrorífico protocolo era el "crucifijo o el quirófano". Una mesa de autopsia que "aguantaba la víctima en decúbito supino, ligada por las piernas de tal modo que colgara medio cuerpo superior donde recibía golpes de mano y de máquina". También les hacían cortes o golpes en las plantas de los pies.
"El fascismo era esto", constata en declaraciones a totbarcelona Antoni Batista. Aunque el investigador admite el cambio en la brutalidad de las torturas entre el franquismo y la transición, tampoco las desprecia. En este sentido, recuerda la tortura que sufrió un veterano luchador antifranquista "colgándolo de las esposas a los tubos de la calefacción". "Las torturas que se practicaban buscaban el dolor y eran transversales, además afectaban a todos, a comunistas, anarquistas, catalanistas y burgueses", insiste Batista para mostrar la crudeza del pasado.
Un pasado que no se olvida según Batista, como lo demuestra el hecho del debate que despierta la Jefatura. "Hubo 40 años de dictadura", subraya el periodista para mostrar la influencia que ha tenido. En esta línea destaca el trabajo de "picar piedra" de entidades memorialísticas como la Comisión para la Dignidad. En todo caso, aunque admite cierto corporativismo de la institución policial para reconocer errores o las praxis de sus antecesores, también destaca muchos policías que han colaborado y le han puesto todas las facilidades para poder investigar las brutalidades que se practicaban en las sus dependencias. El debate de Via Laietana vuelve a estar vivo.
Traducido por Joya
Original: www.totbarcelona.cat/politica/manual-de-tortures-aixi-era-la-repressio
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