Contracorriente reprodujo recientemente un artículo en el que Malatesta atacaba la obra intelectual de Kropotkin. Este artículo no era el único sobre el mismo tema publicado por el mismo autor. He leído otros que, en su momento, habían ejercido en Sudamérica (donde yo me encontraba entonces) una influencia real pero pasajera en ciertos medios anarco-comunistas. Yo mismo, en un primer roce, quedé impresionado por su aparente lógica, y a la muerte de Malatesta afirmé en la revista Nervio de Buenos Aires que el principio malatestano era superior al de Kropotkin.
Pero, como autodidacta en constante formación, siempre buscando, siempre estudiando, y retomando tanto a Kropotkin como a Malatesta, no tardé en convencerme de que la posición de este último conducía a un callejón sin salida, a una especie de escolástica medieval en la que el estudio estaría prohibido, y en la que la dialéctica de los literatos más hábiles pesaría más que el conocimiento profundo de los hechos. Es decir, al rechazar la ciencia se rechaza en realidad todo estudio sistemático y serio de los distintos problemas que nos ocupan -porque eso es la ciencia- y se condena al pensamiento anarquista a no ser más que una cháchara, más o menos hábil, más o menos elocuente, pero sin consistencia y sin posibilidad de tener un alcance real en el pensamiento social del presente y del futuro. Eso, en términos prácticos, nos llevaba a la nada. Sólo los vanidosos, en este siglo en el que los estudios coordinados aportan y siguen aportando tantos factores relevantes que limitan nuestras pretensiones de saberlo todo y de querer decidirlo todo, pueden estar satisfechos con ello.
Las críticas de Malatesta fueron formuladas después de la muerte de Kropotkin, lo que es y ha sido profundamente lamentable. En conjunto, me atrevo a decir que sólo se mantienen algunos puntos válidos. Esto no es evidente para aquellos que no han leído suficientemente ni al atacante, ni a su objetivo.
Malatesta se equivoca cuando presenta a Kropotkin como un simple "poeta de la ciencia". Primero habría que saber en qué sentido está calificado para decirlo. Pues toda su aguda inteligencia no cambia el hecho de que nunca fue más que un estudiante que frecuentaba los círculos revolucionarios más que la universidad, y que posteriormente nada en todos sus escritos permite atribuirle una erudición suficiente para juzgar a Kropotkin de esta manera.
Kropotkin fue, a los 30 años, nombrado presidente de la Sociedad Geográfica Rusa, por los brillantes descubrimientos que había realizado sobre la orografía general de Asia. Fue, en sustitución de Huxley, el gran continuador de Darwin, y colaborador-editor de la Enciclopedia Británica. Su valor como naturalista quedó patente en libros como Ayuda mutua, donde por primera vez presentó toda una filosofía social fundada en la solidaridad dentro de las especies animales y en la prehistoria e historia de la humanidad. Elisée Reclus consiguió que Kropotkin colaborara en la redacción de la Geografía Universal, en lo que se refiere a Rusia y Asia. Quien haya leído Campos, fábricas y talleres ha comprobado sus vastos conocimientos en economía material, conocimientos que, junto con los de la historia de la civilización, irrumpen en los primeros capítulos de La conquista del pan, que encontramos en el poderoso folleto El Estado, su papel histórico, y en Ciencia moderna y anarquía. La ética muestra una inmensa erudición, e incluso tal o cual capítulo de Palabras de un rebelde demuestra un conocimiento que excede al de un aficionado. Si, en el momento del encarcelamiento de Kropotkin en Francia, hombres como Herbert Spencer firmaron la petición de protesta en nombre del mundo científico inglés, no fue sólo porque fuera un criminal político.
Puede que fuera un "poeta de la ciencia", pero era mucho más que eso. Ha habido grandes hombres de ciencia, pero Kropotkin fue uno de ellos. Y podemos lamentar no haber tenido muchos otros del mismo calibre -la única que no puedo olvidar es Elisée Reclus.
Así lanzado, Malatesta hizo algunos reproches fundamentales a Kropotkin. Primero, el de haber basado la anarquía sólo en la ciencia, y en nada más que la ciencia. Para ello reprodujo muchas veces una frase extraída de La ciencia moderna y la anarquía.Esta frase, así: "La anarquía es una concepción del universo, basada en una interpretación mecánica de los fenómenos, que abarca toda la naturaleza, incluida la vida de las sociedades". ¿Qué tiene eso que ver con la anarquía? preguntó Malatesta, varias veces. Que el universo sea o no explicable según los últimos descubrimientos de la física no excluye en absoluto que la opresión y la explotación del hombre por el hombre sean una injusticia, y que debamos combatirlas.
En esto, tenía razón, y esta primera reacción es tan evidente que tiene a todos sus lectores con él. Pero su primer defecto fue presentar esta frase, extraída de un párrafo que aparece en un capítulo de un libro que contiene muchos otros, como la única base que Kropotkin dio a la anarquía.
Me veo obligado a decir que, al proceder así, Malatesta deforma absolutamente el pensamiento de Kropotkin. Cualquiera que lea Ciencia moderna y anarquía verá, en la página 46 de la edición francesa, que la frase reproducida pertenece al capítulo titulado "El lugar de la anarquía en la ciencia moderna". Allí Kropotkin responde a la pregunta: "¿Qué lugar ocupa la anarquía en el gran movimiento intelectual del siglo XIX?". Situándose en este terreno en el que la filosofía no puede ignorar los nuevos descubrimientos, explica que la ciencia, es decir, los conocimientos adquiridos sobre la naturaleza y la constitución de la materia, el mecanismo del universo y la evolución de las formas vivas y de los organismos sociales, constituyen un conjunto que da una base segura a la filosofía materialista; que esta filosofía materialista, al eliminar la concepción autoritaria que supone un Dios como creador y director del mundo, permite el desarrollo de una filosofía en la que el progreso es obra de una evolución perfectamente natural, sin la interposición de una fuente o inteligencia exterior. Que en consecuencia las leyes naturales -o más bien los "hechos" naturales- son esencialmente no autoritarios, y que esta vasta síntesis del mundo permite la elaboración de una nueva filosofía social. Así, dice Kropotkin, el lugar de la anarquía está "por delante del movimiento intelectual del siglo XIX".
Que esto supere las preocupaciones intelectuales de Malatesta es asunto suyo. Bakunin, antes que Kropotkin, había elaborado una filosofía similar. Para él, el socialismo era la consecuencia directa y lógica de la concepción materialista del universo. Pero bien sabemos que tenía otras razones para luchar. Kropotkin también tenía las suyas. Basta con leerlo para saberlo.
Porque, como parece ignorar Malatesta, desde el primer capítulo de La ciencia moderna y la anarquía, todo el mundo puede leer: "Como el socialismo en general, y como todo movimiento social, la anarquía nace en el seno del pueblo, y sólo mantendrá su vitalidad y su fuerza creadora mientras siga siendo popular." En la página 3 insiste ampliamente en esta afirmación. Luego muestra a los elementos populares que luchan contra la opresión, creando costumbres como las normas judiciales, pero precedidos la mayoría de las veces por "individuos más o menos aislados que se rebelan".
"Todos los reformistas, políticos, líderes religiosos, economistas", escribe, "pertenecían a la primera categoría. Y, entre ellos, siempre se encuentran individuos que, sin esperar a que todos sus conciudadanos, o incluso una minoría de ellos, estuvieran imbuidos de las mismas intenciones, se alzaron contra la opresión, ya sea en grupos más o menos numerosos, o en solitario, como individuos si no se les seguía. Encontramos estos revolucionarios en todas las épocas de la historia".
Por lo tanto, la base de la anarquía no se limita a los últimos descubrimientos de la física, y es una completa distorsión del pensamiento de Kropotkin decir eso.
Es otro reproche infundado de Malatesta que presenta a Kropotkin como partidario de la sumisión del hombre al determinismo universal, en el sagrado nombre de la ciencia. Si algunos "científicos" han escrito cosas parecidas, Kropotkin no es responsable, como tampoco lo es Malatesta de que en nombre de su "voluntarismo" algunos individuos arrojen bombas para demostrar su voluntad revolucionaria [volonté]. Kropotkin -y aquí también Bakunin, que le había precedido, con una profundidad insuperable- era demasiado inteligente para no saber que la voluntad humana, por muy determinada que esté, es también, en su propia escala, un factor de determinismo cósmico y sobre todo planetario, y nunca, en ningún escrito, recomendó la sumisión del hombre a las leyes físicas, o a las leyes de la biología. Las citas que he dado son prueba suficiente.
Podemos comprobarlo de nuevo leyendo todos los libros de Kropotkin. Ya sea en La gran revolución francesa, en sus Memorias [de un revolucionario], en Palabras de un rebelde, en La ciencia moderna y la anarquía, en diversos panfletos, por ejemplo "La moral anarquista", en el que exhorta a la juventud a luchar por la justicia, en nombre de la plenitud de la vida; en el panfleto "A los jóvenes", etc., Kropotkin siempre consideró el factor de la voluntad humana (que es el principio del descubrimiento malatestano) como uno de los elementos necesarios de la historia. Tomar un aspecto de su pensamiento -que en todos los sentidos supera la mediocridad filosófica- y convertirlo en todo su pensamiento, no es un tratamiento justo, ni éticamente defendible.
Conozco casi todo lo que se ha publicado de los escritos de Malatesta, en italiano y en español, y conozco a Kropotkin, así como a otros teóricos del anarquismo. Puedo decir que en lo que respecta a la ciencia, Malatesta es el único que adoptó esta visión negativa y despectiva de la ciencia. Es una posición que coincide con la peligrosa reacción anticientífica de cierta filosofía espiritualista de la que Benedetto Croce es el teórico más notable en Italia. Que reaccionáramos contra los excesos de las concepciones materialistas del siglo XIX, que ignoran demasiado, en el lento descubrimiento de la verdad, lo que la psicología y el estudio del mundo físico nos revelarían, es bueno y necesario. Que repudiemos la ciencia misma: no. Por eso, en ciertos medios anarquistas donde estudiamos, la influencia ejercida por Malatesta y su filosofía voluntarista -ya es un disparate oponer la voluntad a la ciencia- ha sido efímera. Por eso, al ocuparme de la economía, de la sociología y de la reorganización de la sociedad (fuera de la imaginación), al no contentarme con el método discursivo para comprender el origen del Estado y la evolución de las sociedades humanas, he tomado un camino totalmente distinto al que nos dio Malatesta. No habiendo nacido imbuido de ciencia, ni con un genio suficiente en sí mismo, creí modestamente que debía estudiar.
En mi formación intelectual, es el método recomendado por Kropotkin el que me ha resultado más útil. Pero, repitámoslo, ¿este método era únicamente kropotkiniano? En absoluto. Todos los pensadores sociales anarquistas no individualistas: Proudhon, Bakounine, Elisée Reclus, Ricardo Mella, Pietro Gori, Anselmo Lorenzo, Jean Grave, Tarrida del Mármol, etc., han visto en la ciencia, es decir, hay que repetirlo de nuevo, en el conocimiento lo más amplio, serio y profundo posible, una de las bases o una de las armas del anarquismo. En este sentido, Malatesta es el único de su opinión, y al atacar a Kropotkin, ataca a todos los demás.
Tiene derecho a tomar la posición que le plazca, pero si ya respondí a sus artículos anti-Kropotkin, si los contesto incansablemente, es porque demuelen, para quien no está advertido, a Kropotkin como sociólogo y como pensador. Leyendo estos artículos, podríamos creer que es inútil leer a Kropotkin, e inútil estudiarlo. La sociología se convierte en el dominio de los que saben desgranar un artículo según su inspiración momentánea, y defender (porque tienen un excelente don literario, en Malatesta) las cosas más contradictorias bajo una aparente lógica de razonamiento. Es una cuestión dialéctica, una cuestión de juegos dialécticos.
Esto ocurre con frecuencia con Malatesta. Tuve, hacia 1934, con su discípulo Luigi Fabbri, que entonces publicaba Studi Socialiin Montevideo, una correspondencia en la que este camarada y amigo me escribía que sería necesario pasar por etapas autoritarias antes del triunfo de nuestras ideas en una revolución. Le respondí que tenía el deber de escribir lo que pensaba, y le propuse un debate en su revista en el que yo colaborara. Aceptó. Fabbri defendía unas ideas que eran las de Malatesta, como subrayaba en su carta. Me parecieron tan diferentes de lo que conocía de este último, que empecé a leer metódicamente los artículos, folletos y colecciones de artículos de Malatesta y me di cuenta de que defendía las mismas cuestiones, siempre con la misma facilidad dialéctica, el mismo don de razonamiento que hace aceptar al lector desinformado las tesis más contradictorias. Con la misma lógica convincente declaraba que si los anarquistas no sabían orientar la revolución poniéndose a la cabeza de ella, serían los autoritarios quienes lo harían, "y entonces, ¡adiós a la anarquía! "; o que siendo los anarquistas una minoría, no podían pensar en hacer una revolución anarquista sin ejercer una dictadura, lo que sería la negación de la anarquía; o que, como no podíamos hacer frente a todas las tareas que impondría una revolución, debíamos contentarnos con que otros partidos se hicieran cargo de ellas (y aún nos preguntamos qué pasaría con la anarquía); luego, y esta fue su última posición, que en una revolución debíamos limitarnos al "libre experimentalismo." ¿En qué consistía eso? En exigir a los comunistas bolcheviques, con las armas en la mano si era necesario, nuestro derecho a practicar nuestras ideas, a experimentarlas libremente en las islas anarquistas formadas en medio de la revolución dictatorial. La más mínima lógica, y la experiencia histórica, nos demostraron que esto nunca sería posible. Bastaba con recordar lo que había ocurrido en Rusia. Aunque no recurrieran a la disolución violenta y a la masacre contra nosotros, como había hecho Trotsky en Rusia, bastaría con privarnos de la materia prima para sofocar esos intentos peligrosos para la dictadura. Malatesta no parecía percibir esto. Y todas estas disposiciones contradictorias fueron defendidas casi simultáneamente. Lo mismo ocurría con otros problemas de importancia decisiva, como el de los sindicatos ante una revolución. Con seis meses de diferencia, Malatesta defendía su desaparición porque, al haber nacido de la lucha contra el capitalismo, no tendrían razón de ser después del capitalismo, o bien la actividad de los anarquistas en los sindicatos, cuya utilización defendía como base de la nueva sociedad. También, contradicciones en cuanto al principio jurídico económico más recomendable. Malatesta defendió bastante bien el comunismo anarquista, y también ciertas formas de colectivismo. Y cuando Fabbri escribió un libro sobre el pensamiento de su maestro -que en parte había paralizado el suyo- sólo pudo concluir que en economía, Malatesta quería "libertad".
La ausencia de método, de pensamiento coordinado, ha hecho que una inteligencia brillante, una mente aguda se desperdicie de alguna manera por falta de coherencia, de continuidad, de voluntad en el esfuerzo intelectual.
Además, Malatesta, más brevemente, impugnó a Bakunin, reprochándole, como si éste hubiera sido el aspecto esencial y único del pensamiento de este hombre formidable como pensador y organizador, el haber desafiado a la naturaleza. Es verdaderamente desconcertante.
Por supuesto, uno encuentra algunos errores en los escritos de Kropotkin. Ya he formulado mis reservas sobre varios puntos. Malatesta tenía razón cuando escribía -aunque otros también lo han dicho- que Kropotkin elaboraba ciertas ideas y luego se esforzaba por justificarlas mediante la ciencia. Pero, ¿va esto en contra del uso de la ciencia en sociología, del método científico, aplicado según las aptitudes y la cultura de cada uno, del estudio sistemático y serio, coordinado, controlado y recontrolado que, aunque no pretenda ser científico, lo es sin saberlo? En absoluto. Cuando Kropotkin sólo ve asociaciones de ayuda mutua en las corporaciones de la Edad Media, se le puede criticar por no haber puesto suficientemente de relieve las luchas y desigualdades inter-corporativas y la formación de una burguesía de amos contra los compañeros que iban a componer el proletariado. Cuando opone los derechos consuetudinarios al Estado, podemos responder que si es cierto que las sociedades humanas se han caracterizado, en ciertas épocas, por vivir sobre la base de estos derechos, que las costumbres han sido a menudo peores que la ley, y que, consideradas todas las cosas, esta última sigue siendo preferible. Cuando atribuye a las masas un don creativo demasiado espontáneo, podemos responder que se equivoca al hacerlo porque también recomienda lo que la "masa" kropotkinista no ha querido ver, la actividad responsable e implacable de las minorías revolucionarias, y la de la minoría anarquista para el presente y el futuro inmediato.
Todavía podemos hacer otros reproches, justificados y fundados de otra manera que los de Malatesta. Pero yo pregunto si, en la elaboración de todas las ciencias, en la investigación y el descubrimiento de todas las grandes verdades que implican estudios prolongados, ¿no ha sido siempre así? ¿Debe abandonarse la ciencia si ha cometido más de un error? ¿Demolerlo todo porque se revelan contradicciones en las sucesivas aportaciones de los investigadores? ¿Y recurrir a un empirismo dominado por la ignorancia o la irresponsabilidad?
Sean cuales sean los errores que podamos reprochar a Kropotkin, al menos el método que recomendó ofrece, como es propio de todo método científico, la posibilidad de corrección, rectificación y complemento sucesivo. Los que lo apliquen tendrán muchas más posibilidades de encontrar la verdad que los que escriban un poco al azar, como ha hecho Malatesta. Un movimiento social, una filosofía social, una corriente de pensamiento no pueden funcionar útilmente, de acuerdo con los objetivos que persiguen, si no actúan de forma orgánica, en una continuidad de esfuerzos coherentes donde el espíritu crítico, que supervisa toda la investigación, sea una guía para una mejor construcción.
Malatesta no ha sido un ejemplo de esto, y él mismo, el antikropotkiniano, fue kropotkiniano en el mejor de sus panfletos, la pequeña obra maestra, "Anarquía". Las tesis que allí desarrolló están tomadas del Socorro Mutuo, que vuelvo a nombrar, porque este libro, con todo lo que en él aprendemos, plantea el fundamento de una filosofía biológica y social, teórica y práctica, de inmenso alcance. Si somos capaces de desarrollar las tesis fundamentales y las posibilidades intrínsecas, aun podando lo que pueda parecernos cuestionable, nuestras ideas ejercerán una enorme influencia positiva en el futuro de la humanidad. No ejercerán ninguna con el "pensamiento", ni con el método malatestano del pensamiento-ausente-método, a pesar de las intuiciones a veces interesantes que se encuentran en él.
Traducido por Joya
Original: theanarchistlibrary.org/library/gaston-leval-kropotkin-and-malatesta