Hacia el anarcosindicalismo: algunas ideas

Gracias a Mathieu Houle-Courcelles por facilitarme las imágenes del periódico anarcosindicalista quebequense "Dissidence". Gracias a Norman Nawrocki por la información sobre este periódico. En las próximas semanas me tomaré el tiempo necesario para digitalizar aquí todos sus artículos. También parece que han aparecido otros temas (según un compañero de la Alianza de Solidaridad Obrera). Seguiré investigando en esta revista para que las ideas anarcosindicalistas (re)afloren en el contexto quebequense.

En este texto, Marcel Hubert critica sobre una base anarquista el actual sistema sindical de certificación única impuesto por el Estado y sus leyes. Gran parte del artículo analiza los problemas asociados a esta práctica. Como ejemplo a seguir, se hace referencia a la libertad sindical existente en Europa, pero lamentablemente el artículo no profundiza en este tema. Siempre con una perspectiva libertaria, pasa a proponer vías de acción concretas para las activistas sindicales (feminizadas en el texto original) que quieran contribuir a sus sindicatos. Aunque en las primeras líneas se mencionan los consejos de trabajadores y los comités de barrio, el artículo termina con sugerencias sobre cómo hacer que los sindicatos existentes sean más libertarios. El artículo es, por tanto, ambivalente al denunciar el régimen sindical y al mismo tiempo invitar a la participación. Una perspectiva más coherente habría sido bienvenida. El interés del texto no es menor, ya que es una buena reflexión de fondo sobre nuestro sistema sindical actual. Queda por debatir juntos hoy estas cuestiones que, por desgracia, no han cambiado realmente.

Hacia el anarcosindicalismo: algunas ideas

por Marcel Hubert

Revista Disidencia

Verano 1982, Ste-Tite, p. 6-7 y 9

Hacia el anarcosindicalismo: algunas ideas

El sindicalismo es un medio muy importante para plantear reivindicaciones colectivas en el lugar de trabajo. A pesar de sus debilidades casi dramáticas, sigue siendo un vehículo esencial en nuestro deseo de avanzar hacia el cambio. Evidentemente, el vehículo es muy lento y a veces da marcha atrás, pero es nuestra responsabilidad ponerlo en marcha si queremos continuar nuestro camino hacia nuestros objetivos.

La sociedad capitalista confina a los ciudadanos a los lugares de trabajo y a los barrios. El barrio es el dormitorio de la fábrica. Por tanto, debemos fomentar la organización de los ciudadanos en los lugares donde viven: las fábricas y los barrios. ¿Cómo se puede hacer esto? A través de los consejos de barrio y de los trabajadores. No son los únicos lugares que hay que organizar, pero son los más importantes porque la gran mayoría de la gente se reúne allí.

El consejo de trabajadores es el sindicalismo. La acción sindical permite, en gran medida, realizar nuestras ideas libertarias, y de forma mucho más satisfactoria que en muchos otros lugares de intervención. El movimiento sindical, que queremos que sea independiente de cualquier adscripción política, representa una fuente de presión privilegiada (por la masa) y nos permite realizar en la vida cotidiana las ideas de autogestión, de tomar el control de nuestras organizaciones. Es, en cierto modo, un laboratorio que nos permite desarrollar la capacidad de gestionar nuestros asuntos en contraste con la sociedad capitalista, que fomenta la delegación excesiva de poder.

Es importante señalar que el movimiento sindical no es el único lugar donde podemos experimentar con las ideas libertarias, pero su originalidad radica en que es el camino más corto hacia el cambio que queremos. La toma de posesión de los medios de producción por parte de los trabajadores permite esperar todos los cambios.

El monopolio de los sindicatos

El sindicalismo es un medio muy importante para plantear reivindicaciones colectivas en el lugar de trabajo. A pesar de sus debilidades casi dramáticas, sigue siendo un vehículo esencial en nuestro deseo de avanzar hacia el cambio. Evidentemente, el vehículo es muy lento y a veces da marcha atrás, pero es nuestra responsabilidad ponerlo en marcha si queremos continuar nuestro camino hacia nuestros objetivos.

La sociedad capitalista confina a los ciudadanos a los lugares de trabajo y a los barrios. El barrio es el dormitorio de la fábrica. Por tanto, debemos fomentar la organización de los ciudadanos en los lugares donde viven: las fábricas y los barrios. ¿Cómo se puede hacer esto? A través de los consejos de barrio y de los trabajadores. No son los únicos lugares que hay que organizar, pero son los más importantes porque la gran mayoría de la gente se reúne allí.

El consejo de trabajadores es el sindicalismo. La acción sindical permite, en gran medida, realizar nuestras ideas libertarias, y de forma mucho más satisfactoria que en muchos otros lugares de intervención. El movimiento sindical, que queremos que sea independiente de cualquier adscripción política, representa una fuente de presión privilegiada (por la masa) y nos permite realizar en la vida cotidiana las ideas de autogestión, de tomar el control de nuestras organizaciones. Es, en cierto modo, un laboratorio que nos permite desarrollar la capacidad de gestionar nuestros asuntos en contraste con la sociedad capitalista, que fomenta la delegación excesiva de poder.

Es importante señalar que el movimiento sindical no es el único lugar donde podemos experimentar con las ideas libertarias, pero su originalidad radica en que es el camino más corto hacia el cambio que queremos. La toma de posesión de los medios de producción por parte de los trabajadores permite esperar todos los cambios.

Recordatorio historico

Llegados a este punto, es importante recordar que el movimiento sindical, inicialmente ilegal, tuvo que ser reconocido por la importancia que adquirió. Prohibido, pasó a ser tolerado. En esa época, los trabajadores podían agruparse y hacer sus reivindicaciones como considerasen oportuno. Se podían presenciar todas las formas de protesta, ya que no existía un marco legal rígido para los enfrentamientos (nos referimos a que la legislación laboral no existía en su contenido refinado). Lo que sí existía era un poder reaccionario que apoyaba a la patronal. Pronto se vio que las acciones espontáneas de los trabajadores planteaban problemas. Así que se inventó el agravio, el contrato de trabajo de duración determinada. Se acabaron las negociaciones permanentes. Sólo se podían hacer demandas en momentos muy concretos que los empresarios planificaban con meses y años de antelación. Se perdió el efecto sorpresa y la ventaja de la sincronización. Para ilustrar este problema, basta con pensar en las huelgas de la industria papelera en la Costa Norte: se sabe desde el principio que la huelga durará al menos tres, cinco o siete meses debido a los productos que ya están en stock. Y lo trágico es que hay que ir a la huelga, porque si no las condiciones de trabajo retroceden.

Además de controlar a los sindicatos en el tiempo, el Estado también los controla en el espacio. Se garantiza al empresario que sólo habrá un interlocutor reconocido", es decir, el sindicato acreditado. Varios convenios colectivos estipulan incluso que el empresario no puede utilizar ningún otro canal que no sea el agente negociador reconocido para tratar asuntos entre el sindicato y la dirección. Esta aparente concesión a las organizaciones de trabajadores sustenta la obligación de que todo trabajador se afilie, o al menos pague las cuotas, al sindicato "reconocido". Las organizaciones de trabajadores acaban corrompiéndose por el señuelo de las cuotas de afiliación y pierden de vista sus fines, ¡que están relacionados con los medios!

Y la ley se encarga de que los sindicatos funcionen a imagen y semejanza de la sociedad: la mayoría simple lo decide todo y la minoría se doblega o se rompe. La democracia es la opresión absoluta de la minoría. Los libertarios dicen que no. Dicen un no aún más rotundo cuando este principio podrido tiene un punto de apoyo en las organizaciones donde creen que la evolución es necesaria.

Es necesario un cambio

Si queremos, ya podemos iniciar una reflexión en nuestros sindicatos que debe llevar a la disolución del monopolio sindical, de la opresión de la minoría.

Quiero insistir aquí en la urgencia de creer en lo que muchos aceptan llamar utopía. De entrada, la utopía es lo que las autoridades intentan evitar que alcancemos. En segundo lugar, la pura determinación de los activistas puede romper la notoria barrera psicológica de las leyes: con demasiada frecuencia escuchamos a compañeros sinceros decir que una batalla contra una ley es una batalla inútil. En ese momento, tengamos el valor de admitir que no queremos luchar. Ya se han vivido experiencias en Quebec por parte de activistas que querían romper el monopolio sindical. Se han redactado proyectos, se han retrasado los obstáculos: todo se basaba en el deseo de los miembros del sindicato, pero las circunstancias favorables son breves y todo queda en un segundo plano.

La pluralidad sindical existe en Europa: ¡no es imposible respetar a todos en el mundo sindical!

Libertad para contribuir

¿En qué se basa el principio de que estamos obligados, en cuanto nos contrata un empresario, a afiliarnos a un sindicato que obtuvo la mayoría de los trabajadores hace 2 años, 6 años o 20 años? ¿Cuál es la lógica de obligarme a pagar el sueldo de Louis Laberge? ¿Por qué debería estar obligado a hacerme miembro de una organización en la que no creo? Por supuesto, la gente dirá que se trata de una retórica antisindical muy cercana a las ideas de la dirección. A estas personas hay que decirles que una organización sindical fuerte se basa, en primer lugar, en la libre adhesión de sus miembros, en la elección de cada uno de ser activo donde y cuando quiera.

Todos coinciden en que son los sindicatos los que mantienen y alimentan sus rivalidades. También dicen que los intereses de los trabajadores son los mismos. Sea cual sea nuestra afiliación sindical, nada nos impide luchar con los demás por la mejora de nuestra suerte, por el derrocamiento de la dictadura patronal en los centros de trabajo donde malgastamos nuestras vidas. A nuestra elección, podemos llevar la lucha a otros niveles (regional, nacional, internacional).

En resumen, cada uno debe tener la facultad de elegir su propia organización sindical y, dentro de ella, el nivel o niveles en los que desea participar activa y financieramente.

Acreditación de ruptura

También y sobre todo debemos cuestionar el fenómeno de la acreditación. Es un artificio inventado por las autoridades para controlar a los trabajadores.

Por supuesto, se nos hablará de la seguridad laboral y del derecho al duelo. Se valorarán los dones del sistema para controlarnos mejor. En general, las cuestiones importantes con el empresario no pueden ser objeto de reclamaciones. Además, la queja es una forma muy pasiva de protesta burocrática en la que nuestro destino se pone en manos de un árbitro que defiende el poder. Las escasas victorias obtenidas mediante el agravio sólo sirven para mantener una mínima credibilidad con el fin de perpetuar la farsa.

En cuanto a la seguridad en el empleo, hay que recordar que demasiados trabajadores que se levantaron fueron abandonados por otros con el pretexto de que el reclamo estaba ganado de antemano y que las suspensiones o los despidos serían anulados. Por supuesto, los sindicatos son muy ruidosos cuando se trata de un despido y nos callamos cuando el empresario habla de despidos.

En resumen, el sindicalismo es la unión de los trabajadores (incluidos los desempleados) y es un medio de lucha en todos los niveles de nuestra vida. Los sindicatos son nuestras organizaciones, y debemos controlarlos, en el camino hacia los cambios radicales que queremos.

Al final de esta primera parte, es necesario reafirmar que, a pesar de las numerosas restricciones y limitaciones tan evidentes, no tenemos elección.

La acción

Podemos controlar nuestras organizaciones. Debemos ser independientes de los partidos políticos. Debemos atacar el sistema en su centro neurálgico: la producción de bienes y servicios. Debemos experimentar con la gestión en nuestras propias organizaciones y discutir nuestros planes con otros trabajadores.

Pero hay tantos lugares donde intervenir, tantas cosas que hacer, que no sabemos por dónde empezar. ¿Cuáles son las prioridades de un libertario?

Autonomía

Es esencial que nos propongamos desarrollar la autonomía de los trabajadores en las luchas. Tenemos que romper la dependencia que nos estrangula en todos los sentidos.

Como primer paso, la educación sindical es un medio importante para romper el mito del conocimiento, del monopolio del conocimiento que tiene el personal. Los activistas deben ser capaces de interpretar sus convenios colectivos, conocer la estructura sindical y anticiparse a las reacciones de la dirección. Esto es lo que podemos llamar tomar el control del sindicalismo cotidiano a corto plazo. Además, hay que desarrollar las ideas de representación y no de delegación. Un representante sindical no puede ir más allá de los mandatos recibidos. Deben ser llamados al orden tantas veces como sea necesario. Demasiados sindicatos se permiten hablar en nombre de los trabajadores sin consultarlos primero. Debe convertirse en un reflejo normal el buscar un mandato antes de hablar.

Descentralizar - suprimir a los dirigentes

Los sindicatos están muy jerarquizados, y en ese sentido son un reflejo de la sociedad. Tenemos que acabar con el papel de los jefes, de los líderes. Descentralizar la operación, hasta el punto de que nadie tenga el control. Necesitamos comités de coordinación. Evite sentar a las personas en posiciones de larga duración. Los estatutos deberían prohibir las reelecciones perpetuas. Los delegados deben ser removibles en cualquier momento. En definitiva, debemos incluir en nuestros estatutos todas las disposiciones posibles que garanticen un funcionamiento airoso. ¡Nuestras estructuras son asfixiantes!

Y en este periodo de transición, hacia un nuevo sindicalismo, todavía marcado por ideas anticuadas y tradicionales, los libertarios serán mucho más eficaces en la base, como militantes vigilantes. La delegación de poder sigue marcando demasiado nuestro sindicalismo. Tampoco tiene sentido convencer a la gente de nuestras ideas ocupando puestos de prestigio. Es más saludable intervenir como miembros. ¡No debe haber líderes libertarios!

Algunos principios

En la práctica, en las luchas cotidianas (huelgas, ocupaciones, manifestaciones) los libertarios defienden ciertas estrategias precisas:

  1. estamos en contra de los líderes que se convierten en representantes de los poderes y que demasiado a menudo son manipulados y acaban sirviendo a los fines de los poderes (líder de la huelga, que controla a la multitud en lugar de a los policías);
  2. no creemos en los mártires: las instrucciones pasan por diferentes personas de forma regular para no "quemar" a ningún activista;
  3. Las decisiones se toman en comités más amplios. Una mayor participación de los activistas en las decisiones estratégicas conduce a una militancia mucho más fuerte. No tenemos nada que ocultar a los demás.

Acción directa

Por último, es importante abordar el fenómeno de la acción directa. No sólo hay huelgas pasivas como medio de lucha. También hay sabotajes (podemos confiar en los trabajadores de este ámbito, que conocen perfectamente los puntos débiles de las líneas de producción o del funcionamiento de su empresa), ralentizaciones del trabajo. La huelga espontánea, imprevisible, muy a menudo corta, coge al empresario por sorpresa.

Estos pocos medios ya conocidos no son una lista completa, por supuesto. Lo que tenemos que recordar es que los propios trabajadores deben decidir sobre sus acciones. Esta última idea es esencial, y sin el respeto a la libertad de cada individuo para realizar los cambios que queramos, todo se convierte en manipulación.

Marcel Hubert

Traducido por Joya

Original: liberteouvriere.com/2020/10/11/journal-dissidence-vers-lanarcho-syndic