Artículo de Volin sobre el "El Fascismo Rojo" aparecido en el nº 2 de julio de 1934 de Ce qu'il faut dire, publicado por Hem Day (1902-1969) en Bruselas.
"Acabo de leer un extracto de una carta de nuestro valiente camarada A. Petrini, que está en los Estados Unidos. Acabo de leer un extracto de una carta de nuestro valiente camarada A. Petrini, que se encuentra en la URSS, en situación de proscripción. En él encuentro las siguientes líneas:
"... Uno a uno, todos estamos encarcelados. Los verdaderos revolucionarios no pueden disfrutar de la libertad en Rusia. La libertad de prensa y la libertad de expresión son suprimidas, por lo que no hay diferencia entre Stalin y Mussolini.
He subrayado la última frase a propósito, porque es perfectamente correcta.
Sin embargo, para comprender plenamente la exactitud de esta breve fórmula, para captar plenamente su terrible realismo, es esencial tener una noción profunda y clara del fascismo: más profunda y clara que la que se acepta generalmente en los círculos de izquierda.
Teniendo esta noción, el lector entenderá la frase de Petrini no como una especie de broma, sino como la expresión exacta de una realidad muy triste. Cuando hace doce años el movimiento de Mussolini -el fascismo italiano- obtuvo su victoria, se creyó generalmente que se trataba sólo de un episodio local, pasajero y sin futuro.
Desde entonces, no sólo se ha consolidado el "fascismo" en Italia, sino que se han desencadenado y ganado movimientos similares en varios países. En otros, el "fascismo", en uno u otro aspecto, constituye una corriente de ideas amenazante. El propio término, al principio puramente nacional, se ha convertido en general, en internacional.
Este estado de cosas nos impone la siguiente conclusión: el llamado movimiento "fascista" debe tener una base histórica concreta, profunda y amplia. De lo contrario, no sería lo que es.
Entonces, ¿cuáles serían sus bases? ¿Cuáles serían las principales razones del nacimiento y, sobre todo, del éxito del fascismo?
Por mi parte, se me ocurren tres, que considero, en conjunto, las razones fundamentales de su triunfo.
1° Razón económica. Es bastante claro y generalmente bien entendido. En pocas palabras, aquí está: El capitalismo privado (cuya base económica es la libre competencia de los apetitos por el máximo beneficio, y cuya expresión política es la democracia burguesa) está en plena decadencia, en plena quiebra. Agredida violentamente por todos sus enemigos, cada vez más numerosos, se hunde en el fango, en el crimen, en la impotencia. Las guerras, la crisis, los ejércitos de parados, la miseria de las masas, frente a la abundancia de riqueza material y la posibilidad ilimitada de aumentarla aún más, demuestran esta impotencia del capitalismo privado para resolver los problemas económicos de la época. Cada vez más personas son conscientes de su agonía, de su muerte inminente. Así que, instintiva o conscientemente, se piensa en sustituirlo por un nuevo modelo de capitalismo, con la esperanza de que éste sea capaz de "salvar el mundo". La gente piensa -una vez más en la historia de la humanidad- en la alta misión de un Estado fuerte, todopoderoso y dictatorial. Se piensa en un capitalismo de Estado, dirigido por una dictadura "por encima de los intereses privados". Esta es la nueva orientación del capitalismo que alimenta económicamente al movimiento fascista.
2° La razón social. También es muy claro y, en general, se entiende bien. La quiebra del capitalismo privado, con todas sus terribles consecuencias, crea una situación claramente revolucionaria. Las masas, cada vez más descontentas, se muestran inquietas. Las corrientes revolucionarias están ganando terreno. Los trabajadores organizados se preparan, cada vez más activamente, para luchar contra el sistema que los aplasta en beneficio de las bandas de delincuentes. La clase obrera, libre y combativamente organizada (política, sindicalmente, ideológicamente) se vuelve cada vez más molesta, más amenazante para las clases poseedoras.
Estos últimos se dan cuenta de su precaria situación. Tienen miedo. Así que, instintiva o conscientemente, buscan la salvación. Intentan mantener, a toda costa, su posición privilegiada, basada en la explotación de las masas trabajadoras. Sobre todo, es importante que éste siga siendo un rebaño explotado y asalariado, atendido por los amos.
Si es imposible mantener el actual modo de explotación, habrá que cambiar el modo (lo que no es grave), mientras se mantenga la sustancia. Los amos de hoy podrán seguir siéndolo si aceptan convertirse en miembros de un vasto aparato de gobierno económico, social y político, esencialmente estatista. Pero para realizar esta nueva estructura social es necesario, sobre todo, un Estado omnipotente, dirigido por un hombre fuerte, un hombre de poder, un dictador, un Mussolini, un Hitler. Esta es la nueva orientación del capitalismo que alimenta el fascismo socialmente.
Si el fascismo sólo tuviera estas dos bases: base económica y base social, nunca habría adquirido el poder que sabemos que tiene. Sin duda, las masas trabajadoras organizadas habrían bloqueado rápida y definitivamente su camino. De hecho, los medios con los que la clase obrera lucha generalmente contra el capitalismo seguirían siendo válidos, salvo algún retoque de detalles, para luchar eficazmente contra la reacción y el fascismo. Sólo sería una continuación de la gran lucha histórica de los trabajadores contra sus explotadores. ¡Cuántas veces a lo largo de la historia el enemigo ha cambiado sus métodos, su fachada y sus armas! Esto no impidió que los trabajadores continuaran su lucha, sin perder el equilibrio ni la confianza, sin dejarse desmantelar por las maniobras y los chantajes del adversario.
Pero esto es lo importante. El fascismo, al ser considerado como una nueva maniobra (defensiva y ofensiva) del capitalismo, tuvo tanto éxito -deslumbrante, extraordinario, fantástico- que la lucha de la clase obrera se vio de repente y en todas partes -tanto en Italia como en Alemania, en Alemania como en Austria, en Austria como en otros países- no sólo difícil, sino absolutamente ineficaz e impotente. No sólo la democracia liberal burguesa no pudo defenderse, sino que también el socialismo, el comunismo (bolchevique), el movimiento sindical, etc., fueron absolutamente impotentes para luchar contra el capitalismo desesperado que maniobraba para salvarse. Y no sólo todas estas fuerzas fueron incapaces de ofrecer una resistencia victoriosa al capitalismo que reorganizaba sus destrozadas filas, sino que fue el capitalismo el que rápidamente se reagrupó y aplastó a todos sus enemigos.
Impotencia del socialismo, tan fuerte en Alemania, Austria e Italia. Impotencia del "comunismo", que también era muy fuerte, especialmente en Alemania. La impotencia de los sindicatos. ¿Cómo explicar esto?
El problema, que ya es bastante complicado, lo es aún más si consideramos la situación actual en la URSS. Como sabemos, fue el comunismo autoritario y estatista (el bolchevismo) el que obtuvo allí una victoria completa y bastante fácil durante los acontecimientos de 1917. Hoy en día, casi 17 años después de esta victoria, no sólo este comunismo se muestra impotente para resistir al fascismo en otros países, sino que incluso en lo que respecta al régimen de la URSS, se le califica cada vez con más frecuencia, con más conocimiento de causa, de "fascismo rojo". Se compara a Stalin con Mussolini. En este país, se observa la feroz explotación de las masas trabajadoras por parte del aparato gobernante, compuesto por un millón de privilegiados que son apoyados, como en todas partes, por una fuerza militar y policial. Hay una ausencia de libertad. Hay una persecución arbitraria y despiadada. Y lo importante es que tales observaciones o valoraciones no provienen de los círculos burgueses, sino sobre todo de las filas revolucionarias: socialistas, sindicalistas, anarquistas, e incluso de las filas de la oposición comunista (trotskista), que por ello "retoma la lucha emancipadora" y forma la IV Internacional.
Todos estos hechos son extremadamente preocupantes. Nos llevan inevitablemente a la conclusión, aparentemente paradójica, de que incluso en la URSS, aunque bajo otras apariencias, es el fascismo el que se impone; que es un nuevo capitalismo (el capitalismo de Estado dirigido por un hombre fuerte, un dictador, ¡un Stalin!) el que se impone. ¿Cómo explicar todo esto?
¿Seguiría existiendo un elemento, una base, una razón de ser que daría al fascismo una fuerza muy particular?
Respondo: sí. Esta es la tercera razón: precisamente la que aún tengo que examinar. Lo considero el más importante, así como el más complicado y menos comprendido. Sin embargo, es la que lo explica todo.
3. Razón psicológica (o ideológica). La razón fundamental de los éxitos fascistas y de la impotencia de las fuerzas emancipadoras es, en mi opinión, la nociva idea de la dictadura. Incluso diría que más. Hay una idea tan extendida que se ha convertido casi en un axioma. Millones y millones de personas se sorprenderían incluso hoy si se cuestionara. Mejor aún, muchos anarquistas y sindicalistas tampoco lo considerarían sospechoso. Por mi parte, lo considero fundamentalmente falso. Y cualquier idea falsa aceptada como correcta es un gran peligro para la causa que afecta. La idea en cuestión es la siguiente: Para vencer en la lucha y conquistar su emancipación, las masas trabajadoras deben ser guiadas, dirigidas por una "élite", por una "minoría ilustrada", por hombres "conscientes" y superiores al nivel de esta masa.
Que tal teoría -que para mí no es más que una expresión suavizada de la idea de dictadura, pues de hecho quita a las masas toda libertad de acción e iniciativa- que tal teoría sea defendida por los explotadores, no es sorprendente. Para ser explotadas, las masas deben ser dirigidas y subyugadas como un rebaño. Pero que una idea así se ancle en la mente de quienes se proclaman emancipadores y revolucionarios es uno de los fenómenos más extraños de la historia. Porque -y esto me parece obvio- para no ser explotadas, las masas deben dejar de ser dirigidas. Al contrario: las masas trabajadoras sólo podrán librarse de toda explotación cuando hayan encontrado la manera de librarse de toda tutela, de actuar por sí mismas, por su propia iniciativa, por sus propios intereses, con la ayuda y en el seno de sus propias y verdaderas organizaciones de clase: sindicatos, cooperativas, etc., federadas entre sí.
Con la idea de la dictadura - brutal o suavizada - universalmente difundida y adoptada, el camino está listo para la psicología, la ideología y la acción fascistas. Esta psicología penetra, envenena y descompone a todo el movimiento obrero y lo sitúa en un rumbo peligroso.
Si se considera necesaria la dictadura para dirigir la lucha emancipadora de la clase obrera, la lucha de clases se convierte, en realidad, en una lucha de los dictadores entre sí. Básicamente, es una cuestión de quién mantendrá o ganará el control decisivo sobre las masas. El resultado de la lucha depende entonces de todo tipo de circunstancias, que son más bien fortuitas. Aquí es el dictador X, allí el dictador Y o Z quien gana. Uno u otro pueden tener ideales muy diferentes, incluso opuestos. El hecho es que, en lugar de una actividad libre y vasta de las propias masas, es el vencedor quien dirigirá a las masas, que se verán obligadas a seguirle o a enfrentarse a una terrible represión. Es obvio que tal perspectiva no puede tener nada en común con la emancipación real de las masas trabajadoras.
La idea de la dictadura, de la élite gobernante, conduce inevitablemente a la formación de partidos políticos: organismos que dan vida y apoyan al futuro dictador. Finalmente, tal o cual partido se impone a los demás. Es entonces cuando se instala su dictadura. Sea lo que sea, crea rápidamente situaciones y, finalmente, estratos privilegiados. Somete a las masas a su voluntad. Los oprime, los explota y, al final, se vuelve fatalmente fascista.
Así que entiendo el fascismo de una manera amplia. Para mí, cualquier corriente de pensamiento que admita la dictadura -franca o borrosa, "de derechas" o "de izquierdas"- es básica, objetiva y esencialmente, fascista. Para mí, el fascismo es sobre todo la idea de dirigir a las masas por una "minoría", por un partido político, por un dictador. El fascismo, desde el punto de vista psicológico e ideológico, es la idea de la dictadura. Mientras esta idea sea emitida, propagada, aplicada por las clases poseedoras, se entiende. Pero cuando la misma idea es aprovechada y puesta en práctica por los ideólogos de la clase obrera como medio de su emancipación, este hecho debe ser considerado como una aberración fatal, como una payasada ciega y estúpida, como un egoísmo peligroso. Por ser esencialmente fascista, esta idea, cuando se aplica, conduce fatalmente a una organización social fundamentalmente fascista.
Esta verdad ha sido justamente demostrada -sin discusión posible- por la "experiencia rusa". La idea de la dictadura como medio de emancipación de la clase obrera se aplicó prácticamente allí. Pues bien, su aplicación produjo fatalmente el efecto que hoy se hace cada vez más evidente, y que los más ignorantes, los más ciegos, los más obstinados, se verán pronto obligados a constatar: la revolución triunfante, en lugar de conducir a la emancipación de la clase obrera, termina de hecho, y a pesar de todas las teorías de los emancipadores-dictadores, en la más completa, la más terrible esclavitud y explotación de esta clase obrera por una clase dominante privilegiada.
Esta es la tercera y principal razón del particular poder del fascismo. Se alimenta sobre todo de la ideología fundamentalmente fascista -inconscientemente fascista- de una multitud de personas que serían las primeras en asombrarse e indignarse si se les acusara de fascismo. Esta ideología, difundida por todas partes, incluso entre los "emancipadores" y los propios trabajadores, envenena el movimiento obrero, lo ablanda, lo descompone. Mata la actividad real de las masas y reduce a la nada -o más bien al resultado fascista- sus luchas e incluso sus victorias.
Por eso -¡ay! - Petrini tiene razón. "No hay diferencia entre Stalin y Mussolini. Y por eso el "fascismo rojo" no es una broma, sino la expresión exacta de una realidad muy triste.
Sin embargo, hay un consuelo. Las masas aprenden sobre todo de la experiencia real y palpable. Esta experiencia está ahí. Está ahí todos los días, en una sexta parte del globo. Sus resultados reales empiezan a conocerse cada vez más ampliamente, con más precisión. Es de esperar que las masas trabajadoras de todos los países puedan extraer de él, a su debido tiempo, la lección indispensable para el éxito de sus futuras luchas.
La realización de esta esperanza depende en gran medida de la conducta de todos aquellos que ya han comprendido. Es su deber trabajar, con la mayor energía, para que las grandes masas trabajadoras comprendan el verdadero significado negativo de la experiencia rusa.
Los anarquistas, los que hemos comprendido, debemos ampliar, intensificar nuestra propaganda, teniendo en cuenta sobre todo esta experiencia. Si cumplimos con nuestro deber, si ayudamos a las masas a comprenderlo a tiempo, entonces el "fascismo rojo" en la U.R.S.S. habrá cumplido, históricamente hablando, un papel útil: el de haber matado, al aplicarlo, la idea de la dictadura. "
Volin
Traducida por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2015/05/le-fascisme-rouge.html