La dialéctica de la guerra de guerrillas - Abraham Guillen (1-2)

La palabra "Resistencia" vuelve a estar de moda, a menudo mal utilizada. De comparaciones rebuscadas con la Resistencia francesa (el maquis, por ejemplo) sobre temas no relacionados o, al menos, una comparación precipitada. Al uso de esta palabra en vista de un posible futuro fascista donde, efectivamente, la palabra encontraría su significado. La palabra plantea muchos interrogantes. Pero sobre todo contiene una noción estratégica.

Cualquier personaje, libro, momento histórico ligado a la "estrategia" o a la "táctica" puede ser debatido, puede ser intelectualmente enriquecedor, a condición de que se piense con la ética y las nociones sociales y "políticas" que nos corresponden.

La noción de "maquis" en Francia es bastante similar a la de guerrilla en los países de habla hispana. Por lo tanto, es normal que el "manual de guerrilla urbana" de Marighella resurja aquí y allá. Pero no es el único, en el mismo registro de ideas seguro que hay cosas que "tomar" de Aníbal Barca, Jomini, los Tupamaros, los estrategas chinos o japoneses, Clausewitz o el arte de la guerra de Maquiavelo.

El problema de Marighella es que desde el principio nos comparte una gran idea, que son los fundamentos ideológicos, y aquí desgraciadamente el doctrinario está presente, saca a relucir la vieja batería ideológica marxista con las derivas dictatoriales que conllevan. Luego el resto es sobre todo táctico y aquí, esta parte ha demostrado su valía y merecería ser discutida de cara a la ética del lector.

Lo que es una pena es que en esta cuestión el movimiento anarquista, que además se opone a la militarización generalizada, no se quede sin respuesta.

Los amigos del Café Anarquista han emprendido, ante este vacío, la traducción de "La dialéctica de la guerra de guerrillas" de Abraham Guillén.

Hay algunas partes anticuadas o cuestionables en este texto, pero las líneas principales son interesantes.

Abraham Guillen: (13 de marzo de 1913 - 1 de agosto de 1993), fue un escritor, economista y educador español. Veterano de la Guerra Civil española, influenciado por el anarquismo[1], fue uno de los escritores revolucionarios más prolíficos de América Latina en la década de 1960.

LAS CATEGORÍAS DEL ARTE MILITAR

Un ejército se compone de partes que forman un todo. Algunas de estas partes pueden ser destruidas en algunas campañas, pero si se sabe hacer la guerra estratégicamente, el ejército nunca quedará aislado para su aniquilación. 

La filosofía de la guerra aconseja no entrar nunca en una batalla problemática: hay que librar una batalla decisiva cuando se está seguro de la victoria, gracias al conocimiento estratégico. 

No se debe desencadenar una insurrección armada contra el Estado burgués si no se dan las condiciones revolucionarias objetivas y subjetivas, es decir, si la lógica de los hechos y las leyes históricas no funciona todavía a favor del movimiento revolucionario. 

Si un ejército revolucionario no es poderoso, su estrategia consiste en llevar a cabo operaciones ofensivas y defensivas que proporcionen diariamente sus propias pequeñas victorias y derrotas al enemigo. Esta estrategia debe practicarse hasta que la correlación de fuerzas sea favorable al Ejército Popular de Liberación. En la primera fase de la guerra revolucionaria, hay que evitar ser el blanco de las armas pesadas del enemigo: no hay que quedarse como objetivo militar, pegado al suelo. Contra la táctica del enemigo de aniquilar a los guerrilleros en una sola batalla, debemos utilizar la estrategia de librar muchas batallas pequeñas, que el enemigo debe perder hasta que esté cansado y desmoralizado. 

No consiga éxitos tácticos que sean, a la larga, derrotas estratégicas. Por ejemplo, la operación de Teruel -lanzada por los republicanos contra Franco en 1938- fue inicialmente un triunfo táctico, pero luego se convirtió en una derrota estratégica de gran importancia, ya que Franco, en su contraofensiva, cortó el territorio republicano en dos frentes: el Centro-Sur y Cataluña-Aragón. En una guerra política, no todo se decide por las armas, a la manera de las ofensivas sistemáticas de los países imperialistas. 

Las tropas y el material gastado por los republicanos españoles en la ofensiva de Teruel y en la batalla del Ebro les dejó exhaustos y, por tanto, a merced del enemigo, que pudo ganar esta última batalla por el agotamiento del adversario. El error estratégico de estas dos operaciones fue que los republicanos no debían acelerar el final de la guerra decidiéndola con las armas; era importante ganar tiempo, hasta que Europa tuviera que entrar en la segunda guerra general, para que los republicanos tuvieran a su favor la contradicción entre las democracias y los países totalitarios, que estalló en 1939. 

Para ganar tiempo, en España, la estrategia impuso la doctrina de la economía de fuerzas, pasando incluso, si era necesario, por la creación de un frente discontinuo de grandes y pequeñas unidades guerrilleras. En este sentido, la guerra sólo puede ganarse cuando maduran las condiciones internas y externas inherentes a ella: aspectos económicos, diplomáticos, sociales y políticos contrarios al triunfo del adversario y favorables a su propia causa. 

Entre naciones de gran poder industrial, la estrategia de la ofensiva sostenida o "blitzkrieg" [1], basada en grandes batallas, es la adecuada; entre una nación subdesarrollada y una industrializada, la guerra tiene una estrategia diferente que entre países imperialistas. 

Un país débil, que lucha contra uno fuerte, debe librar una guerra de maniobra, con armas y unidades dispuestas con gran potencia de fuego y movilidad. Las ofensivas de guerrilla deben llevarse a cabo después de que el servicio de información en el campo enemigo indique, con rigurosa precisión, las zonas vulnerables, aisladas y dispersas del adversario. En principio, es necesario actuar contra las tropas equipadas con artillería antitanque para apoderarse de estas armas y luego utilizarlas en beneficio propio contra el enemigo; pues bien, contando con "bazookas", con minas de plástico antitanque y con artillería sobre un ejército mecanizado, como el norteamericano. Las guerras de Corea y Vietnam son una buena prueba de esta táctica, que permite luchar con ventaja contra un enemigo más poderoso que nuestro propio ejército en material bélico; pero éste en su propia pesadez le impide moverse con agilidad en todos los terrenos. 

Para maniobrar en el campo, las tropas propias deben marchar en legua libre, mientras que el enemigo (como en el caso de los yanquis), está paralizado por sus pesados problemas logísticos. Cuando se opera contra un ejército pesado, el logro de una sola victoria resuelve, por un tiempo, los suministros de alimentos, armas y municiones obtenidos como botín. En este sentido, la administración de la industria de la guerra y la guerrilla tiene, en principio, un enemigo. Esta verdad determina el éxito de las primeras operaciones guerrilleras: olvidarla es crear contradicciones económicas y estratégicas insolubles desde el punto de vista logístico en el propio campo. 

En una buena estrategia, es necesario resolver los aspectos particulares de los diferentes frentes, teniendo una visión global de las operaciones. La verdadera guerra de guerrillas debe comer poco y caminar mucho; ahorrar municiones y alimentos; domesticar el hambre, como la mejor arma secreta contra un enemigo poderoso.

PRINCIPIOS DE LA GUERRA SUBVERSIVA

La resolución de los problemas estratégicos y tácticos -que se presentan en una campaña de liberación antiimperialista- requiere, en definitiva, tener en cuenta estos principios de la guerra revolucionaria:

  • Oponer el espíritu de aventura que tiende a realizar operaciones ofensivas no premeditadas, al estatismo y a la pasividad en todos los frentes: esto conduce a la derrota.
  • Abandonar la estrategia de guerra de decisión rápida, oponiéndose a las batallas largas; recomendar al Estado Mayor la práctica de la guerra prolongada, en la que debe haber muchas batallas cortas con decisiones rápidas.
  • Practicar la guerra de frentes móviles: nunca posicional o en frentes estables y continuos, especialmente durante la primera y segunda fase de la guerra revolucionaria.
  • No se trata de una doble estrategia con ataques en dos direcciones, sino de una acción y una dirección.
  • Centralizar la decisión estratégica en el Estado Mayor, dejando una gran autonomía al mando de las pequeñas y grandes unidades, para que puedan adaptarse, en todo momento, a la situación táctica más favorable a la economía de sus fuerzas.
  • La guerra de guerrillas debe ser un medio permanente de propaganda y organización política en las regiones donde se desarrolla. Debe ayudar a los campesinos, a los obreros y a los patriotas a castigar implacablemente las manifestaciones militaristas despóticas en sus propias filas.
  • Los guerrilleros deben castigar el bandolerismo propio y ajeno: practicar una estricta y necesaria disciplina militar, sin que ello lleve a erigir comandantes que se conviertan en caudillos.
  • Los guerrilleros deben ser democráticos y predicar con el ejemplo para ganar prestigio y población.
  • Los cuadros guerrilleros deben ser flexibles: políticamente preparados; no sectarios; dialécticos, sabios en la política de la guerra.
  • La organización que lidera un movimiento de liberación debe encontrar aliados en las clases sociales progresistas; el uso y el abuso del terror no gana sino que pierde gente.
  • La guerrilla debe progresar, día a día, aumentando siempre su fuerza; corregir tus errores; cosechar siempre nuevas lecciones; sus cuadros militares deben esforzarse por elevarse desde su nivel primitivo, pasando constantemente a un nivel táctico y estratégico superior para llegar a una comprensión racional de la política de la guerra, de la dialéctica de la guerra.

En tiempo de guerra, siempre hay que tener en cuenta la interacción entre las fuerzas propias y las del enemigo; entre las operaciones y las campañas; entre el descanso y el ataque (concentración, dispersión, ataque, defensa, avance, retirada, ataque principal y ataque de dispersión, etc.). La guerra debe llevarse a cabo mediante la coordinación de operaciones globales (ejército regular) y operaciones descentralizadas (ejército guerrillero, que opera en la zona enemiga); la guerra de posición y la guerra de movimiento deben estar sincronizadas; la decisión y el entretenimiento rápidos; la acción debe estar armonizada entre las unidades grandes y las pequeñas; entre mandos y tropas; entre zonas propias y enemigas; entre zonas que antes pertenecían y ya no, o entre zonas fronterizas y marítimas con el interior; las zonas cálidas y frías deben ser utilizadas militarmente... a tiempo: en la lucha contra el enemigo: al tratarse de una guerra político-militar, es imprescindible conseguir la victoria; Es necesario estudiar las tareas que se realizan dialécticamente de forma ordenada, para no adelantarse ni retrasarse en la consecución de los objetivos principales y secundarios en una lucha o batalla.

CATEGORÍAS ESTRATÉGICAS

Las categorías del pensamiento estratégico incluyen: tiempo, espacio, fuego, movimiento, números, sorpresa, economía de fuerzas, libertad de movimiento, información objetiva, etc. 

Saber combinar estas categorías, ya sea en combate ofensivo o defensivo, es el arte de la guerra, el secreto de la victoria. 

Epaminondas, Alejandro Magno, Pirro, Aníbal, César, Federico II de Alemania, Napoleón y otros grandes capitanes supieron, por intuición o por intelección, armonizar operativamente las categorías del pensamiento estratégico.

En la guerra revolucionaria, más que en las guerras nacionales o imperialistas, hay otra categoría esencial: la población. Pues bien, cualquier acción revolucionaria que no conduzca a una ganancia de población puede ser un éxito táctico; pero, al final, resultará un fracaso estratégico, sin una población favorable.

El uso racional del pensamiento estratégico implica que las categorías de la guerra deben ser conocidas, como una teoría de conocimiento polémico, a nivel de los altos mandos, medios y políticos, tanto para la conducción de una guerra nacional como para una revolución social. La polemología (ciencia de la guerra) y la praxiología (método de acción), dan al político y al militar (que no pueden ir por separado, sino juntos en la guerra revolucionaria), un amplio campo visual de la guerra, sus principios y su caracterización. En este sentido, diríamos que las revoluciones (aunque casi todas son espontáneas) sólo triunfan cuando tienen marcos políticos y estratégicos, capaces de llevarlas a la victoria militar, primero; a la victoria política, económica y social, después. Una revolución en la que todos sus factores objetivos y subjetivos son espontáneos es, en general, derrotada, como los levantamientos desorganizados y estratégicos de campesinos y trabajadores que se han producido en la historia mundial.

La gestión flexible y racional, práctica e intelectual que las categorías del pensamiento estratégico indican, por ejemplo, que cuando no se es fuerte en potencia de fuego, número de soldados y armamento pesado, hay que ceder espacio, ganar población y hacer una guerra de guerrillas basada en el tiempo, para que los factores secundarios (morales, políticos, etc.) ganen la guerra en la mesa de negociación diplomática o política. En cuanto al factor tiempo, como categoría básica de la guerra, es importante señalar que en nuestra época, casi todas las guerras revolucionarias suelen durar entre 5 y 6 años, por término medio, lo que lleva a una negociación política y diplomática de los conflictos. Si el pueblo tiene moral, una guerrilla fuerte y un poderoso ejército de liberación, se decide a negociar la paz a su favor; si ocurre lo contrario, la guerra se perderá o se convertirá en una mala paz para los rebeldes.

En el caso de Santo Domingo, en 1965, la falta de espacio estratégico para el coronel Caamano, conduce a las negociaciones de paz, habiendo logrado el enemigo por medio de la política sus objetivos de desembarco de los "marines", mientras el pueblo dominicano permanece sin esperanza.

El análisis de las categorías de la guerra, su combinación y oposición dialéctica, debe constituir el estudio en profundidad del revolucionario, preparado estratégicamente para enfrentar la fuerza represiva sobre los trabajadores, tanto en el frente interno (ejércitos cipayos [2]) como en el externo (ejércitos imperialistas), que pueden operar contra los insurgentes, al mismo tiempo o sucesivamente (caso de Santo Domingo o Viet-Nam). Por lo tanto, la defensa de una revolución no debe dejarse a la improvisación, táctica y estratégicamente: es hora de que los revolucionarios sepan tanto del arte de la guerra como los mejores generales enemigos para derrotarlos, racional y estratégicamente, sin confiar el curso de una guerra revolucionaria a factores espontáneos, por muy favorables que sean.

Una síntesis esquemática de las categorías del pensamiento estratégico podría enunciarse, de forma concisa, en este orden de ideas:

I. - ¿QUÉ ES UNA ESTRATEGIA?

El problema de la definición de guerra total es tan amplio que ningún autor se pone de acuerdo sobre la categoría o el concepto: estrategia. Se podría argumentar que la estrategia estudia la guerra en el espacio, el tiempo, la población, la nación, la política internacional, la clase de armamento, la combinación de campañas militares, su duración y el propósito político, la región, el terreno, la época del año, etc. En resumen, la estrategia describe el plan de acción de una guerra. En resumen, la estrategia describe el plan general de la guerra, la serie de batallas o combates para lograr el fin político propuesto, y la duración e intensidad de los encuentros con el enemigo, como una cadena de acontecimientos previstos, muy costosos, siendo la causa de los otros.

La estrategia también es responsable de mejorar la política y la moral: Infundir entusiasmo y fervor a los combatientes a través de los mandatos populares; exaltar la fe en la propia ideología como causa de la lucha; estimular el valor de los comandantes y la valentía de las tropas; buscar la autodisciplina en la guerra de guerrillas y la disciplina en los soldados revolucionarios; afirmar su ideología política, a través de sesiones de autocrítica, que barran los prejuicios morales y psicológicos propios de la cultura, la política o la filosofía del enemigo. Si la moraleja es que el material de guerra es 3 contra 1, como decía Napoleón, el combatiente revolucionario debe estar dispuesto a caminar 30 kilómetros al día y luchar durante 2 horas, como los "sans culottes" de Napoleón, sobre todo en la guerra de guerrillas, con un frente móvil (sin regularidad de líneas): extendido por todo un territorio nacional o continental en forma de "piel de leopardo".

Es difícil definir la estrategia, porque es la doctrina de la guerra total: requiere, pues, un conocimiento absoluto, politécnico, versátil y, al mismo tiempo, práctico, ya que hay que dejarse llevar por la práctica para corregir, cada día, los propios errores estratégicos, estimulando los del enemigo.

II. - ¿QUÉ SON LAS TÁCTICAS?

La táctica se confunde con la estrategia. La táctica, por definición, tendría como objeto la preparación del combate en un lugar del frente de guerra; la estrategia, en todo el espacio estratégico; la táctica toma el combate como una forma aislada; la estrategia, estudia la sucesión de combates, sus usos y propósitos políticos, geográficos, económicos, etc. Estrategia y táctica se combinan en el tiempo y en el espacio: la primera está más relacionada con el tiempo; la segunda, con el espacio. 

Clausewitz, al definir la táctica y la estrategia, afirma: "De ello se derivan dos actividades diferentes: la preparación y la realización de encuentros individuales y la combinación de los mismos para lograr el objetivo de la guerra. La primera se llama táctica; la segunda, estrategia". Más adelante, este teórico del arte de la guerra define la táctica y la estrategia de la siguiente manera: "... la táctica enseña el uso de las fuerzas armadas en los encuentros y la estrategia el uso de los encuentros para lograr el objetivo de la guerra" . [3].

En la guerra total, la táctica es muy importante: indica el tipo de combate, los medios y los objetivos: (batallas, campañas, combates, cuarteles, comisarías, aeródromos, espionaje, sabotaje, atentados, secuestros, estaciones fluviales, ferrocarriles o carreteras, manifestaciones, actos de protesta, actos de propaganda armada, combates nocturnos, etc.) El reglamento táctico de la guerra revolucionaria es algo que debe permanecer secreto: no puede ser público, como su estrategia. Tales han sido las experiencias históricas de los movimientos guerrilleros en los últimos tiempos, en cuanto a mantener en secreto sus reglas tácticas: no debe escribirse sino grabarse en la memoria del guerrillero, para que nunca haya pruebas en su contra, para no dar información precisa a los enemigos.

III. - TIEMPO ESTRATÉGICO

Como todas las cosas, la guerra tiene lugar en el espacio y dura en el tiempo. Sin embargo, esta verdad, esta perogrullada, encierra una profunda filosofía polémica. Clausewitz, analizando la categoría de los tiempos de guerra, dice: "... la mera duración de la batalla bastará para que la pérdida de fuerzas experimentadas que sufra el enemigo llegue gradualmente a un punto en el que el objetivo político ya no sea un objetivo político equivalente, y en ese punto, por tanto, para abandonar la batalla" [4]. Como la guerra es una contradicción, una oposición, entre dos ejércitos, dos naciones, dos campos, dos bloques o dos clases sociales (antagonistas principales), resulta de esta dialéctica, la de los dos polos de una contradicción que se desarrolla siempre de forma desigual en relación con el otro, según el tiempo, y tiende a convertirse en su opuesto absorbente y dominante.

Estados Unidos, por ejemplo, en la guerra de Vietnam, que se prolonga en el tiempo, está sufriendo una pérdida de fuerza moral, política, material y humana, que le disuade de alcanzar el "objetivo político" que le llevó a la guerra y que le llevaría a la mesa de negociación de la "paz honrosa", para salir de un conflicto cuya duración no se percibe, convirtiendo así todas las victorias tácticas estadounidenses en una gran derrota estratégica. Pues bien, a pesar de que Estados Unidos puede ocupar el espacio vietnamita, con sus grandes unidades y armamento pesado, no está seguro de ganar una guerra, por delante y por detrás de su retaguardia, que dure en el tiempo, ya que los que tienen una población favorable pueden durar en el tiempo; pero no los que no, incluso el poderoso ejército estadounidense. El hecho de que las guerrillas vietnamitas libren una guerra popular en la superficie, en todas partes y en todo el territorio de un país, hace que el poderoso enemigo disperso en el espacio, pueda sobrevivirle en el tiempo, haciéndole triunfar por la estrategia de duración sobre la estrategia logística. Esta ventaja del general del tiempo sobre el general del espacio sería aún más favorable en el continente latinoamericano, que en la pequeña nación de Vietnam, en comparación con Estados Unidos.

La categoría de tiempo estratégico implica que entre dos opuestos que se entrecruzan, uno se desgasta y agota más que el otro, perdiendo finalmente su voluntad de resistencia, su moral en la batalla, su capacidad de continuar la acción, a menudo debido a la desmoralización política del interior, como en el caso de Estados Unidos, cuya población no acompaña al gobierno en una guerra impopular: odiada por los estudiantes, los trabajadores y las clases medias, por todas las religiones, etc.

En este orden de ideas estratégicas, Clausewitz recomendaba la defensa de la ofensiva, como la posición más fuerte en la guerra, a la espera de la disrupción de los poderes de las fuerzas. En el caso de la guerra de guerrillas, sólo el tiempo puede crear con ella un gran ejército de liberación, hasta que lo grande se convierte en pequeño y lo pequeño en grande: la guerrilla se convierte en un ejército victorioso y la pequeña zona liberada se convierte en una nación independiente y soberana. Así que parece que la guerrilla siempre cede terreno, pero sólo para durar; para ganar tiempo político; para acreditarse ante las masas populares, para ponerlas en acción insurreccional. Finalmente, cuando el enemigo está desmoralizado, agotado, acabado, se recupera de inmediato todo el terreno cedido; pero donde el resto de la población es todavía favorable (como guerrilleros) al Ejército Popular de Liberación. En la vieja estrategia, lo principal era desalojar al enemigo del espacio y ocuparlo en batallas frontales, por la fuerza bruta; en la estrategia de la guerra revolucionaria, lo principal es conquistar a la población, políticamente, por la acción, actos armados de acuerdo con lo que quiere y desea un pueblo oprimido y explotado.

Es más importante destruir al adversario y equiparse con sus municiones y armas (en los combates de cerco y aniquilación), que tomar ciudades o regiones enteras, que luego no podrían sostenerse en una gran batalla frontal, por falta de artillería, aviación y blindaje. Un enemigo poderoso (con una enorme economía de guerra) nunca debería tener la oportunidad de derrotar a un ejército popular en una gran batalla que dure días o semanas. Por el contrario, mientras la ciudad no disponga de armas pesadas, se deben conseguir éxitos cortos y numerosos, evitando las grandes batallas como la peste.

IV. - EL ESPACIO ESTRATÉGICO

La guerra revolucionaria ha dejado de ser esclava de las posiciones regulares, del encuadramiento geométrico de la unidad con la unidad del frente, de la derecha y de la izquierda, ya que la guerrilla puede pasar, si quiere (y ésta es siempre su misión) sobre el terreno enemigo, porque marcha sobre todos los terrenos, por medio de pequeñas unidades de combate, tanto en la ciudad como en el suelo. 

En general, un ejército popular revolucionario no debe librar varias batallas en el espacio al mismo tiempo, como Hitler avanzando simultáneamente hacia Moscú (capital de la URSS) y hacia el Cáucaso (capital del petróleo). Quien quiera perseguir dos liebres al mismo tiempo, perderá las dos y su tiempo, innecesariamente.

Para el guerrillero en el campo o en la ciudad, lo importante es moverse con rapidez en el espacio, la única manera de poder durar en el tiempo; en la ciudad, cambiar constantemente de vehículo; en el campo, ser el doble de rápido que el enemigo, en las marchas fuera de la carretera; movilidad, velocidad, seguridad y combatividad son las cuatro virtudes estratégicas fundamentales del guerrillero.

Para derrotar a un enemigo poderoso, que estaría en la relación del gigante con el pigmeo, como es el caso del ejército norteamericano y la guerrilla latinoamericana, sólo hay un medio estratégico infalible para obtener la victoria del pueblo: dirigir la guerra de guerrillas los 22 millones de kilómetros cuadrados que tiene América Latina, con lo cual nunca habría un soldado yanqui por kilómetro cuadrado. En esta dispersión, el Pentágono sería derrotado, en el vasto espacio estratégico latinoamericano, ni siquiera con armas sino con palos. A medida que la guerra se extiende en el tiempo y en el espacio, las guerrillas latinoamericanas pueden y deben derrotar juntas a los ejércitos imperialista y cipayo.

En la guerra, el espacio y el tiempo son estratégicamente interdependientes: cuando un ejército es muy fuerte en fuerzas, máquinas de guerra y potencia de fuego, trata de ganar terreno; cuando un ejército o guerrilla es extremadamente débil, trata de ganar tiempo, evadiendo las barreras y batallas que le ofrece el adversario.

Por otro lado, cuanto más grande es el ejército, más lentos son sus movimientos, marchas y despliegues. Por otra parte, una guerrilla o un minúsculo ejército popular, apoyado por la población, puede pasar, tantas veces como quiera, a la retaguardia del enemigo, dividiéndose en pequeñas unidades, capaces de marchar por cualquier terreno, como sería el caso de las guerrillas vietnamitas, argelinas, cubanas, etc. Esto es posible cuando la población informa al enemigo de la existencia de un ejército guerrillero. Esto es posible cuando la población es informada a tiempo de los movimientos del cerco enemigo, para abandonarlo antes de que se cierre sobre la guerrilla.

Ganar tiempo es estratégicamente muy importante: 

(a) le permite retirarse a un terreno y una población favorables, y luego pasar del combate defensivo al ofensivo; 

b) atrae al adversario hacia desfiladeros y zonas donde se pueden reunir guerrillas separadas en poco tiempo, para utilizar su máxima potencia de choque, asalto y fuego; 

c) Cansar al adversario con interminables marchas de persecución, hasta que su moral baje, momento en el que la guerrilla lanza una ofensiva explosiva, rodeando y aniquilando al enemigo separado de la mayor parte de su ejército.

En resumen, el tiempo está en la lucha, así como su duración. La guerrilla debe buscar pequeñas y rápidas victorias, para no perder su efímera superioridad numérica y de fuego frente a un poderoso ejército regular, al que no hay que darle la oportunidad de una larga batalla, sino una muy corta en el tiempo y pequeña en el espacio. 

Una agrupación guerrillera no debe extenderse demasiado en el espacio: su punto de separación de límites debe estar dado por no más de un día de marcha entre todas las columnas guerrilleras separadas de una base de operaciones para cumplir con el principio estratégico de vivir separados y luchar juntos: porque una tropa que no participa en los combates es como si no existiera.

La estrategia de la guerrilla, en el campo y en la ciudad, debe preparar combates en espacios amplios y por un tiempo muy corto de lucha, para ser fuerte donde el enemigo es débil, no dándole la posibilidad de hacerse fuerte con una lucha prolongada, hasta que se puedan movilizar las reservas. Si esto ocurriera, la guerrilla estaría pegada al suelo: sería aniquilada por un adversario más poderoso en número y en fuego, tan pronto como se pudieran reunir sus fuerzas, si la lucha se prolongara. La estrategia sublime de una guerrilla se basa en la "guerra relámpago", hasta crecer en fuerza y poder de fuego sobre su oponente, dependiendo del tiempo, para dar espacio y apoyo a la población.

Una guerrilla urbana o rural, bien dirigida táctica y estratégicamente, no debe cometer el error garrafal de caer en una guerra de posición, en una defensa estática, porque una pequeña tropa, que se defiende, siempre sufre la ley del adversario, quedando inmovilizada. Por lo tanto, hay que estar a favor de la guerra de movimiento, de la blitzkrieg, de la guerra de superficie, para forzar al enemigo en la dirección de los movimientos deseados por la guerrilla, con lo que perderá la iniciativa en las operaciones: su libertad de movimiento.

Una guerrilla revolucionaria debe ser como una estrella fugaz que atraviesa todos los lugares, pero inaccesible; debe ser un medio de propaganda política constante, para levantar al pueblo en armas, en todo el territorio de un país. La guerrilla es un punto rebelde: indica que si se detiene será inmediatamente rodeada, ya que el punto no es la superficie; debe moverse por todas partes para dejar cientos de puntos rebeldes; así la guerra revolucionaria se extenderá por todo el espacio según el tiempo, la duración política y estratégica de la guerrilla.

Un ejército de guerrilleros está dentro de la línea interior: rodeado por un enemigo muy grande y poderoso: peor aún, los guerrilleros pueden, de día o de noche, pasar de la línea interior a la exterior para rodear una unidad o pueblo en el campo enemigo que, si los ve, estará rodeado como la línea interior y con menos potencia de fuego y menos números que los guerrilleros. Esta fina dialéctica de la guerra de guerrillas convierte a los débiles en fuertes según el tiempo y el espacio, y viceversa.

En una guerrilla urbana, las posibilidades de duración y de clandestinidad coherente están directamente relacionadas con la extensión más o menos irregular de una ciudad, con la cantidad de población favorable que tenga. En una ciudad pequeña, con unos pocos miles de habitantes, si hay un máximo de población favorable, un guerrillero puede operar con muchas posibilidades de éxito, especialmente en guerras insurreccionales contra un invasor odiado por todo el pueblo. 

Un guerrillero urbano debe buscar "guetos" proletarios donde la población le dé cobijo, como la "Casbah" de Argel o los "guetos" negros de las ciudades norteamericanas. Sin embargo, existe una limitación estratégica y política para estas guerrillas: que su población favorable termina más allá de la población de color, árabe o negra.

En este sentido, Argel tenía dos ciudades: la árabe y la europea. Las ciudades norteamericanas son dos ciudades en una: blancas y negras. En este sentido, la guerrilla puede triunfar en una zona con población favorable, pero no progresa en una zona con población desfavorable, donde, por el contrario, es traicionada por las fuerzas represivas. Sin embargo, la ventaja de la "Casbah" era que el interior del país argelino era desfavorable para los ocupantes franceses. En cambio, el negro norteamericano del "gueto" urbano tenía una población desfavorable en el interior de Norteamérica. Por lo tanto, el negro americano debe ser liberado paralelamente a la guerra de liberación latinoamericana contra el imperialismo del dólar. Los "guetos" negros norteamericanos constituirán así la retaguardia popular pro-latinoamericana en el territorio de los propios Estados Unidos. La liberación del proletariado norteamericano de color está ligada, política y estratégicamente, a la liberación del "Tercer Mundo", en particular de los pueblos latinoamericanos.

En resumen, sobre el problema del espacio urbano estratégico, los guerrilleros de la ciudad no deben salir nunca de ella ni de sus "guetos" o suburbios, porque estarían expuestos a ser inmovilizados por el enemigo como un pez en tierra. Siempre hay que estar en el bosque de casas: porque a pocas cuadras, más allá o más acá, nadie conoce a nadie; es, por lo tanto, un grave error estratégico ser guerrillero urbano e ir a vivir a una casita cerca de la ciudad; incluso si uno saliera triunfante de un cerco, ¿cómo volvería a la ciudad en una zona vacía de casas y con caminos vigilados? El guerrillero urbano no tiene que salir de la ciudad antes de ir al monte, como un guerrillero que no tiene elección, ya que su imagen es bien conocida en todas las ciudades o el pueblo donde opera.

V. - PRINCIPIO DE ECONOMÍA DE FUERZAS

La aplicación nacional de este principio es el secreto del genio militar en el líder de una guerra o revolución. Clausewitz subraya el "principio de vigilar constantemente la cooperación de todas las fuerzas, o en otras palabras, de asegurarse constantemente de que ninguna parte de ellas permanezca inactiva", indicando que "el despilfarro de fuerzas es aún peor que su uso inadecuado".

Es obvio que cualquier tropa que no intervenga en combate, directa o indirectamente (como reserva inmediata), es como si no existiera. Por lo tanto, un gran ejército puede ser anulado mientras no pueda reunir todas sus fuerzas, en tiempo y espacio, contra una guerrilla rural o urbana. Una guerra se libra con una estrategia sublime cuando el bando menor es, sin embargo, más grande, más fuerte y más poderoso en el lugar elegido para la batalla que el poderoso ejército, incapaz de reunir toda su potencia de fuego y su número, porque la guerrilla escapa a cualquier posibilidad de que su adversario tenga tiempo de ser superior a ella en el espacio que ha elegido para la breve y rápida batalla de cerco y aniquilación instantánea.

Un ejército popular debe planificar sus operaciones de forma que sea siempre 2, 3, 4, 5 o ... varias veces superior al enemigo, en un punto determinado y durante un tiempo muy limitado, para poder cercarlo y abastecerse a costa de sus provisiones, armamento y municiones. Con superioridad numérica y de fuego, una guerrilla lanza la red: el adversario siempre cae, si la operación ha sido bien planificada y la información es objetiva y fresca. De este modo, aunque el enemigo sea 1.000 veces más poderoso en todo el frente que una guerrilla rural o urbana, puede ser 5 veces más poderoso en un lugar determinado, siempre y cuando no entable una batalla de desgaste, de duración, de defensa del terreno; porque lo que le importa es destruir al enemigo y vivir de sus reservas logísticas.

En estrategia, lo importante es derrotar al enemigo sin reunir sus fuerzas; poco a poco; derrotados por separado; uno a uno; hasta que el bando pequeño se haga grande y se altere la correlación de fuerzas. Sólo entonces, cuando la guerrilla se ha convertido en un gran ejército de liberación, puede llevar a cabo grandes operaciones para ocupar el espacio en manos del enemigo; pero si se carece de armamento pesado y de poder aéreo, no se debe acelerar el final de la guerra, mediante grandes batallas, pues la guerrilla convertida en ejército podría ser derrotada como un ejército regular: sin armada, sin blindaje, sin artillería y sin poder aéreo. En una guerra revolucionaria, el objetivo de clase de la victoria militar total decidida por las armas no es fundamental, sino secundario; el objetivo es la paz y no la victoria; aunque la primera puede ser una consecuencia de la segunda; pero en una guerra revolucionaria, la paz se decide siempre en la mesa de negociaciones: los generales están, por tanto, obligados a actuar como diplomáticos, como ocurrió en Indochina, Argelia, etc.

El principio de la economía de fuerzas radica en ser fuerte y decisivo en el lugar elegido para la lucha, independientemente de ser el lado débil. Por lo tanto, es necesario tener más rendimiento táctico en las fuerzas, a través de una estrategia brillante. Ante todo, una guerrilla revolucionaria debe basar su doctrina militar en rodear y aniquilar al enemigo, para desmoralizarlo, vivir atrincherado en sus medios logísticos y quitarle gradualmente sus fuerzas materiales: (armas, soldados, posiciones estratégicas, etc.).

Para llevar a cabo una estrategia correcta, en lo que respecta al principio de economía de fuerzas, es necesario partir de una dialéctica de la guerra, basada en hacer siempre lo contrario que el enemigo: si avanza, retroceder; si se retira, perseguirlo implacablemente; si se dispersa, concentrarse en vencerlo: unidad por unidad; si es fuerte en el espacio, abandónalo pero gana tiempo atrayendo a una población favorable; si quiere grandes batallas, dale combates cortos y explosivos; si quieres una batalla de líneas, haz la guerra en la superficie, en todas partes y en ninguna con un frente fijo.

Emplear racionalmente el principio de economía de fuerzas es propio de un comandante victorioso; los "generales bebedores de sangre" suelen ser partidarios de la batalla frontal: la guerra de enfrentamiento masivo, que deja el campo de batalla sembrado de cadáveres por ambos bandos enfrentados.

Epaminondas derrotó siempre a sus adversarios con inferioridad numérica, en general, pero con superioridad de sensibilidad en el lugar decisivo; Aníbal derrotó a los romanos en Cannae con dos tercios de sus fuerzas, mediante una brillante maniobra de envolvimiento; Napoleón fue siempre victorioso mientras pudo luchar con relativa superioridad numérica, aunque no absoluta; supo reunir sus tropas en el lugar decisivo con más poder de choque, fuego y número que sus enemigos. Cuando era imposible hacerlo -según Clausewitz- perdió las batallas de Leipzig, Laon y Waterloo.

En la guerra revolucionaria, el principio de economía de fuerzas es más importante que en la guerra de los frentes regulares, los ejércitos basados en grandes unidades. En Argelia, por ejemplo, no más de 40.000 guerrilleros urbanos y rurales llevaron a la mesa de paz a un ejército de más de 600.000 soldados y policías. 

Cuenta Fidel Castro que en la batalla de Guisa, en 1958, el ejército rebelde, con 200 guerrilleros, entre ellos 100 novatos, se enfrentó a unos 5.000 soldados regulares apoyados por tanques, aviación y artillería, pero no pudo hacer frente a esta maquinaria de guerra ni expulsar a los guerrilleros de sus posiciones.

En la guerra revolucionaria, lo que importa es el hombre, no la máquina de guerra. Los estadounidenses gastan unos 25.000 millones de dólares al año en Vietnam para financiar la intervención de su ejército de más de 500.000 soldados con un gran lujo de equipamiento militar moderno. Sin embargo, los guerrilleros vietnamitas, cada vez que lo ofrecen, aparecen por todas partes y desaparecen como aparecieron, después de derrotar a los cipayos y a los yanquis, dispersos en pequeñas unidades, debido a la guerra revolucionaria en la superficie.

VI. - LIBERTAD DE MOVIMIENTO

Cuando una fuerza guerrillera se lanza al ataque, debe hacerlo con superioridad de fuego y numérica, para no quedar inmovilizada por el fuego y la fuerza del enemigo, para no perder su libertad de movimiento, estrategia fundamental de la guerra de guerrillas, basada en la movilidad y la sorpresa. Obligar al adversario a modificar sus planes operativos, a seguir, sin iniciativa, los combates impuestos por la guerrilla, significa tener, en todo momento, libertad de acción. Simular una finta por un lado y atacar con decisión por otro, cansar al adversario en largas marchas, llevarlo al terreno elegido para rodearlo y aniquilarlo, significa saber librar una guerra de movimientos, sin perder nunca la iniciativa, base de la victoria. Evadir un golpe violento del enemigo en un lugar desfavorable y atacarlo y rodearlo en un terreno y población favorables, es conocer el arte de la guerra de movimiento, atacando siempre donde el adversario es débil, evitándolo donde es fuerte.

Todos los principios de la guerra se resumen en uno: conservar la iniciativa en las operaciones, utilizando siempre la cantidad adecuada de fuerza y fuego para llevar a cabo una maniobra rápida para rodear y aniquilar al adversario, atacándolo inesperadamente. En realidad, la libertad de acción estratégica se consigue en base al principio de economía de fuerzas, tratando de ser superior, en tiempo y espacio, al lugar elegido para el combate. Para ser fuerte en un punto decisivo, hay que evitar la guerra defensiva y estática, que reparte las fuerzas con igual profundidad o densidad por todo el frente. Por el contrario, la dispersión de fuerzas en un gran sector permite una concentración en otro, siendo así fuerte donde el enemigo es más débil. Como la guerra revolucionaria es, en el caso de la guerra de guerrillas, una guerra sin frentes fijos, le permite ser más fuerte en un momento dado, simplemente porque no puede ser más fuerte en absoluto hasta la tercera fase de la guerra revolucionaria.

La dialéctica del bando pequeño es hacer lo contrario del bando grande, preservar la libertad de movimiento, sin la cual la guerrilla no recorre un país, difunde la revolución, levanta al pueblo en armas y dispersa al enemigo por todo el país. espacio, para que pueda ser más fuerte en el lugar elegido para la lucha ofensiva.

A diferencia de las guerras de liberación, en las que las guerrillas tienen libertad de movimiento, las grandes potencias nucleares son neutralizadas por el equilibrio atómico del terror. En el caso de la URSS y de Estados Unidos, la guerra se reduce a declaraciones explosivas y al lanzamiento, a bombo y platillo, de cohetes intercontinentales, satélites artificiales y anuncios de bombas supernucleares. Sin embargo, en el caso de la "crisis del Caribe" de 1962, las dos máximas potencias nucleares llegaron a un acuerdo, intercambiando los emplazamientos de cohetes yanquis en Turquía por cohetes soviéticos en Cuba, sin que los soviéticos hicieran mucho caso a los cubanos. En la crisis de Oriente Medio, durante la "Guerra de los Siete Días", entre judíos y árabes, las grandes potencias -soviéticas y anglosajonas- fueron sólo testigos o espectadores, incapaces de hacer la guerra o la paz. Esto significa que la libertad de movimiento no es valorada por las grandes potencias, sino por las guerrillas que se mueven en el tiempo y el espacio, antes de llegar al poder, convertirse en gobierno, tener ciudades, industrias y un espacio fijo que defender.

Es más fácil pasar de guerrillero a primer ministro que de ese puesto a guerrillero, otra vez. Fidel Castro es menos libre estratégicamente como jefe de gobierno que como comandante guerrillero en la Sierra Maestra. Por lo tanto, la historia ya no la hacen las grandes potencias, con armamento pesado y armas nucleares, sino un hombre que se rebeló contra las tiranías, que libró una guerra revolucionaria durante un amplio y largo espacio, donde toma la iniciativa para poder realizar la historia contemporánea.

Estratégicamente, para no perder la libertad de movimiento, la iniciativa en las operaciones, la libertad de acción, un ejército guerrillero o de liberación no debe liberar ciudades o grandes extensiones de terreno hasta que el enemigo esté muy derrotado, desmoralizado, agotado, obligado a entrar en paz, pues la guerra es larga y ha acabado con sus reservas morales y políticas. En la guerra revolucionaria, siempre debe haber libertad de movimiento por parte del ejército de liberación, para contar con la Unión de Tiempo, Espacio, Población, Moral, General del Pueblo, que son más fuertes que los generales del Pentágono.

VII. - LA SORPRESA DEL ATAQUE

Siempre se ha dicho que, en un ataque por sorpresa, el éxito está de por sí asegurado, pues esa es la mitad de la victoria. Para Clausewitz, la sorpresa es, sin excepción, el fundamento de todas las empresas estratégicas y tácticas; pero para garantizarla, es necesario que las operaciones se mantengan en secreto, se lleven a cabo a una velocidad extrema y se conozca bien la cantidad, la calidad y la dirección o la situación del enemigo, a fin de obtener una superioridad absoluta de fuego y de número sobre él...

La sorpresa es un elemento más táctico que estratégico: un enemigo es sorprendido en un área pequeña, pero es difícil en un territorio grande, debido al movimiento de las tropas y la duración de sus marchas en el tiempo. La sorpresa es típica de los movimientos rápidos, apareciendo donde el enemigo no lo esperaba, o llegando a un punto por delante de él, marchando rápidamente por todo el terreno.

En los movimientos guerrilleros urbanos y rurales, hay que tener mucho cuidado de que el enemigo no introduzca espías, ya que la sorpresa representa más de la mitad de los éxitos en el combate. Si el enemigo conociera el lugar, la hora (H) y el día (D) de una operación de guerrilla, la destruiría fácilmente, pues su superioridad es muy relativa y su inferioridad absoluta es muy grande. Sólo una clandestinidad coherente puede garantizar las operaciones ofensivas de la guerrilla, su seguridad y el factor sorpresa a su favor, sin el cual no pueden sobrevivir contra un poderoso ejército regular represivo.

Lo ideal para un guerrillero no es sólo sorprender al enemigo, sino engañarlo siempre que sea posible, de modo que intente ser fuerte donde la guerrilla no lo ataca, y esté desprevenido donde recibirá el golpe decisivo y sorpresivo. 

En una ciudad, la guerrilla debe partir de un ejército operativo de no menos de 50 guerrilleros estrictamente clandestinos: una vez que haya comenzado sus operaciones, no debe dejar entrar a nadie, durante tres o cuatro meses, hasta que haya producido una población numerosa y favorable, que debe ser altamente filtrada, hasta los escalones de mando del ejército de liberación. Para reservar la sorpresa, nadie debe saber más de lo imprescindible para cumplir su misión, ni conocer a demasiadas personas en acción para compartimentar adecuadamente las etapas del combate.

Cuando la guerra revolucionaria llega a su punto álgido, en los momentos dramáticos de la represión, se trata de buscar información sobre los guerrilleros, parando a diestro y siniestro, para encontrar al líder del ejército de liberación. Por lo tanto, nadie debe saber demasiado, sino sólo lo que le concierne, para no abrir brechas por donde el adversario entre en los comandos de la guerra revolucionaria, para paralizarlos con detenciones, denuncias y represiones sangrientas.

En el campo, la sorpresa suele depender de las marchas nocturnas, de tener una mochila que aguante municiones y alimentos durante unos días, utilizando lo que sea comestible en el terreno, y mejorándolo con los aportes de la mochila. La programación de una mochila guerrillera, que con la ayuda de los recursos del campo dure varios días, es la base de la movilidad guerrillera, porque así no se queda uno sujeto al terreno, dependiente de los suministros, como un ejército pesado. La guerrilla rara vez tiene que dormir en el mismo lugar, tanto en la ciudad como en el campo, por lo que la máxima movilidad le da más seguridad, más tiempo frente a las fuerzas represivas.

En las guerrillas rurales, cuando ya hay algunos centenares de guerrilleros, se puede aspirar a mantener una base guerrillera, no rígidamente pegada al suelo, sino moviéndose libremente por la línea interior de un macizo montañoso y boscoso, que es lo más apropiado para la creación de una base guerrillera. En la guerra de guerrillas urbana, cada guerrillero debe tener cuatro o cinco casas, para poder moverse rápidamente de una a otra, especialmente en la primera fase de la guerra revolucionaria, que es la más difícil para la seguridad, la supervivencia y el combate. Una vez que una ciudad se ha calentado, cuando la clase obrera y otros barrios son una población favorable, la guerrilla debe estar dentro de ellos, ya que será difícil para el ejército enemigo y la policía represiva aprehenderlos. Por lo tanto, para producir una población favorable, para levantar distritos enteros contra un régimen tiránico odiado, es necesario hacer cosas que lleven a ganar más y más población: la única manera de tener éxito en la guerra revolucionaria, tanto en la ciudad como en el campo.

VIII. - LA SUPERIORIDAD DE LOS NÚMEROS

En la guerra no basta con tener una superioridad numérica absoluta para vencer, sino que, estratégicamente, es necesario conseguir la superioridad numérica en un lugar y en un momento determinados; aunque sea por un tiempo limitado, sobre todo en el caso de un ejército guerrillero, frente a un poderoso ejército regular, que tiene superioridad absoluta en todo un país; pero no en un lugar determinado, donde la guerrilla ataca con superioridad numérica y de fuego, por sorpresa. 

Para Clausewitz, "la superioridad numérica no es más que uno de los factores que producen la victoria y que, por lo tanto, lejos de haberlo conseguido todo o incluso lo esencial mediante la superioridad numérica, quizá hayamos conseguido muy poco, según varíen a menudo las circunstancias pertinentes" [5]. Así, por ejemplo, Federico II de Prusia derrotó a los austriacos en la batalla de Leuthen con 80.000 soldados y 30.000 soldados prusianos; en la batalla de Rosbach, derrotó a 50.000 aliados con 25.000 de los suyos; Napoleón ganó la batalla de Dresde con 120.000 franceses contra 220.000 enemigos; en la antigüedad, Ciro derrotó a Creso y a sus aliados con grandes números inferiores; A su vez, Alejandro Magno derrotó a los descendientes de Ciro con una clara inferioridad de efectivos; Aníbal venció con menos tropas que los romanos, pero con mejores tácticas de maniobra, en la famosa batalla de Cannas; en la guerra revolucionaria moderna, las guerrillas de Fidel Castro en Cuba, Vietnam del Sur y Argelia, triunfan sobre poderosos ejércitos regulares, en inferioridad numérica, pero peor con superioridad en un lugar elegido para la ofensiva guerrillera. Un ejército de liberación, de formaciones regulares ligeras, cubierto por sus propias guerrillas a espaldas del enemigo, debe basar su doctrina estratégica en la consecución de una superioridad numérica y de fuego relativa, en un punto determinado, ya que tiene una inferioridad absoluta en todo el frente de guerra. En términos estratégicos, una guerrilla debe tratar de concentrar una gran fuerza de forma rápida, sigilosa y hábil donde el enemigo es pequeño; debe lograr una superioridad relativa, en tiempo y espacio, para desencadenar un ataque decisivo, rápido, devastador, instantáneo y sorprendente. Debe basar su doctrina estratégica en la consecución de una relativa superioridad numérica y de fuego en un momento dado, porque tiene una inferioridad absoluta en todo el frente de guerra. En términos estratégicos, una guerrilla debe intentar concentrar una gran fuerza de forma rápida, sigilosa y hábil donde el enemigo es pequeño; debe lograr una superioridad relativa, en tiempo y espacio, para desencadenar un ataque decisivo, rápido, devastador, instantáneo y sorprendente en el tiempo y el espacio.

En el arte de la guerra, la suerte en el combate depende de la combinación, objetiva y subjetiva, de los principios tácticos y estratégicos para que el piloto más brillante merezca la victoria, aunque sea el más débil, en cuanto a potencia de fuego y número, en términos absolutos; pero no relativamente en el mismo punto del encuentro entre dos fuerzas de combate.

La correlación de las fuerzas implicadas, en el punto mismo de la batalla, es un factor decisivo: porque si hay muchas tropas lejos, que no intervienen, es como si no existieran estratégicamente. Para una tropa guerrillera, utilizar todas las fuerzas es muy importante, porque de lo contrario, si la guerrilla es escasa y no tiene las fuerzas reunidas, se presta a ser golpeada por separado. En este sentido, en el campo o en la ciudad, los guerrilleros deben vivir por separado (para tener más adaptabilidad al terreno, para abastecerse mejor unos a otros, para lograr una clandestinidad coherente); pero con la condición de que en el momento decisivo, todos los guerrilleros puedan cooperar de forma combativa en el mismo lugar o en lugares diferentes (sobre todo en las ciudades para dispersar fuertemente al enemigo, para ser más fuertes que él en un momento dado y para nada).

La fuerza militar bruta, el número de soldados, aunque es uno de los factores más decisivos en la lucha, no da resultados estratégicos ni por el fuego ni por la maniobra, cuando se trata de tropas compuestas por elementos humanos desiguales, con débil disciplina, escasa preparación política, baja moral, escasa combatividad táctica y lenta movilidad. En la guerra de guerrillas, la victoria depende de la superioridad del enemigo, no en número, sino en moral, política, disciplina, espíritu de sacrificio, velocidad de marcha y buena conducta con el pueblo; es decir, sufrir hambre, sed, acuartelamiento, lluvia, fatiga, insomnio, etc. Todos estos factores subjetivos deben ser el arma secreta de la guerrilla contra el ejército reaccionario, que tiene a su favor los factores objetivos (superioridad numérica y de fuego). En las guerras revolucionarias, la moral decide más la victoria que el material bélico: finalmente, el bando que dura más, que resiste más, que tiene más moral en la batalla, siempre gana.

En las guerras imperialistas y nacionales, la victoria se decide siempre por los elementos primarios: (fuego y números), es decir, la masa humana y la economía de guerra, la estrategia logística; Pero en las guerras revolucionarias, lo que es decisivo, finalmente, es la moral, la política, la población favorable, la capacidad de resistir sin cesar, frente a una gran potencia, como Viet-Nam frente a la potencia bruta y logística del Pentágono: incapaz de ganar la guerra por medio de la electrónica, la marina, la aviación, los vehículos blindados, la infantería regular, las masas de artillería, las bandadas de helicópteros, etc.

El comandante en jefe de un ejército represivo, que hace sus cálculos estratégicos teniendo en cuenta sólo los factores cuantitativos de fuego y número, está expuesto a la derrota, porque el rendimiento de sus tropas en una guerra revolucionaria no será alto, si la guerrilla y sus unidades regulares de vuelo se combinan para dispersar al adversario, en el tiempo y en el espacio, tanto en las montañas como en las ciudades, en una guerra total, sin líneas fijas o continuas, pero siempre con la guerra en la superficie.

La superioridad numérica de un ejército sobre otro es abrumadora cuando es fluida, pero no da la victoria cuando un gran ejército no puede moverse ante las operaciones de un pequeño ejército, que lo desgasta poco a poco haciendo la "estrategia de la alcachofa". En Salamina, la flota persa, superior en número a la helena, fue derrotada en el año 480 (a.C.), porque los barcos helenos utilizaron toda su potencia de combate con libertad de movimientos. 

El arte estratégico de un comandante consiste, en el curso de una campaña o en el momento de un combate o batalla, en buscar la superioridad numérica y de fuego relativa, aunque sea absolutamente inferior en todos los frentes de batalla. A este respecto, he aquí algunos conceptos del general von Bernhardi: "... infligir tales pérdidas al adversario hasta que su superioridad numérica sea nula o inservible", lleva a la siguiente conclusión: "Un general es capaz de compensar la superioridad del adversario, siempre que la correlación numérica de las fuerzas implicadas le deje, de alguna manera, con el poder de infligir pérdidas suficientemente fuertes para destruir a su adversario"[6].