En el marco de la edición del Big Issue de Jarvis Cocker, antes de su prematura muerte a principios de este mes, David Graeber explica su desconcierto acerca de por qué destruiríamos el planeta si no tenemos necesidad de hacerlo.
Nuestra sociedad es adicta al trabajo. Si hay algo en lo que tanto la izquierda como la derecha parecen estar de acuerdo es en que el trabajo es bueno. Todo el mundo debería tener un trabajo. El trabajo es nuestra insignia de ciudadanía moral. Parece que nos hemos convencido como sociedad de que cualquiera que no trabaje más de lo que le gustaría, en algo que no disfruta, es una persona mala e indigna. El resultado es que el trabajo absorbe una proporción cada vez mayor de nuestra energía y tiempo.
Gran parte de este trabajo es totalmente inútil. Industrias enteras (pensemos en los telemarketers, el derecho corporativo, el capital privado) y líneas enteras de trabajo (mandos intermedios, estrategas de marca, administradores de alto nivel de hospitales o escuelas, editores de revistas corporativas internas) existen principalmente para convencernos de que hay alguna razón para su existencia. El trabajo inútil desplaza al útil (pensemos en los profesores y administradores abrumados por el papeleo); además, casi siempre está mejor compensado. Como hemos visto en el encierro, cuanto más evidente es que tu trabajo beneficia a otras personas, menos te pagan.
l sistema no tiene sentido. También está destruyendo el planeta. Si no nos desprendemos rápidamente de esta adicción, dejaremos a nuestros hijos y nietos ante catástrofes de una magnitud que hará que la pandemia actual parezca trivial.
Si esto no es obvio, la razón principal es que se nos anima constantemente a considerar los problemas sociales como si fueran cuestiones de moral personal. Todo este trabajo, todo el carbono que estamos vertiendo en la atmósfera, debe ser de alguna manera el resultado de nuestro consumismo; por lo tanto, dejar de comer carne o soñar con irse de vacaciones a la playa. Pero esto es simplemente un error. No son nuestros placeres los que están destruyendo el mundo. Es nuestro puritanismo, nuestro sentimiento de que tenemos que sufrir para merecer esos placeres. Si queremos salvar el mundo, tendremos que dejar de trabajar.
El 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo procede de las infraestructuras: energía, transporte, construcción. La mayor parte del resto lo produce la industria. Mientras tanto, el 37% de los trabajadores británicos consideran que sus trabajos son totalmente innecesarios; si desaparecieran mañana, el mundo no sería peor. Basta con hacer los cálculos. Si esos trabajadores tienen razón, podríamos reducir masivamente el cambio climático sólo con la eliminación de puestos de trabajo de mierda.
Esa es la primera propuesta.
Propuesta dos: construcción de mierda. Una enorme cantidad de construcciones actuales son puramente especulativas: en todo el mundo, los gobiernos se confabulan con el sector financiero para crear torres relucientes que nunca se ocupan, edificios de oficinas vacíos, aeropuertos que nunca se utilizan. Dejen de hacerlo. Nadie los echará de menos.
Tercera propuesta: la obsolescencia planificada. Una de las principales razones por las que tenemos niveles tan altos de producción industrial es que diseñamos todo para que se rompa, o para que quede anticuado e inservible dentro de unos años. Si construyes un iPhone para que se rompa en tres años puedes vender cinco veces más que si lo haces para que dure 15, pero también utilizas cinco veces más recursos y creas cinco veces más contaminación. Los fabricantes son perfectamente capaces de fabricar teléfonos (o medias, o bombillas) que no se rompan; de hecho, lo hacen: se llaman «de grado militar». Oblígales a fabricar productos de grado militar para todo el mundo. Podríamos reducir masivamente la producción de gases de efecto invernadero y mejorar nuestra calidad de vida.
Estos tres son sólo para empezar. Si lo piensas, en realidad son de sentido común. ¿Por qué destruir el mundo si no es necesario?
Si abordarlas parece poco realista, haríamos bien en reflexionar sobre cuáles son esas realidades que parecen obligarnos, como sociedad, a comportarnos de forma literalmente descabellada.
Traducido por Jorge Joya
Original: www.bigissue.com/opinion/david-graeber-to-save-the-world-were-going-to