Derecho, biología, historia... Las ciencias se pusieron al servicio de la ideología nazi para preparar al pueblo a adherirse a lo peor. Un "universo mental" trazado por el historiador Johann Chapoutot en su último libro "La ley de la sangre". Pensar y actuar como un nazi".
En 1949, dieciocho médicos alemanes, acusados por la justicia de su país de crímenes contra la humanidad por haber matado a cincuenta y seis niños considerados enfermos mediante inyección letal entre 1939 y 1945. El argumento esgrimido por la defensa fue que no habían cometido un crimen contra la humanidad, ya que se trataba de individuos que no podían ser considerados como seres humanos: sólo habían obedecido la ley de "prevención de enfermedades" del 14 de julio de 1933.
Este alegato recordaba al "nicht schuldig" (inocente) proclamado por todos los dignatarios nazis en los juicios de Núremberg en 1945: lejos de verse como criminales, muchos de los actores del nazismo estaban convencidos de haber actuado dentro de la "norma" impuesta por el régimen nacionalsocialista desde 1933. Tenían una "tarea" que cumplir.
Para poder llevarla a cabo sin cuestionamientos, la ideología nacionalsocialista instrumentalizó todas las disciplinas eruditas (filosofía, derecho, biología, historia, antropología racial), estableciendo una "visión del mundo" que era aceptable -a pesar de su monstruosidad- porque era científica y estaba fundada en el derecho. Entonces sería más fácil pedir a todos los alemanes que lo pusieran en práctica.
El historiador Johann Chapoutot, profesor de la Universidad de la Sorbona Nueva-París 3, ha trazado un mapa de este "universo mental" establecido por el Tercer Reich y que condujo a la Solución Final. Durante diez años, ha estudiado una masa considerable de discursos, textos doctrinales, artículos, folletos, documentales y películas de la época.
RAZA, LUCHA, REGLA
Desde principios de los años 20 hasta el final de la guerra en 1945, la base ideológica del nazismo se construyó sobre tres ejes principales: la pureza de la raza, la lucha por el futuro y el reinado de los alemanes sobre el mundo. Los autores de estos discursos fueron, por supuesto, los dirigentes, Adolfo Hitler con su libro Mein Kampf (1925), Joseph Goebbels, ministro de Propaganda, y Heinrich Himmler, Reichsführer, jefe de las SS; pero también hubo académicos, médicos, abogados, historiadores, altos funcionarios y periodistas que, por convicción, abrazaron las teorías raciales y, a través de tratados y artículos doctrinales, sirvieron de correa de transmisión.
¿Raza? El hombre regenerado que pedían los nazis tenía que encontrar a sus antepasados... y los historiadores alemanes se encargaron de ello. Los alemanes de los primeros siglos de nuestra era se convirtieron así en útiles fuentes de referencia: a diferencia del "judeocristianismo", fustigado por su desencanto y por la frustrante separación que hacía entre el mundo físico y el espiritual, los "hombres del norte" integraban la naturaleza, los animales y las personas en una unidad viva. Celebrando lo divino allí donde se manifiesta la vida, como ensalzaba la propaganda nazi de la época, respetaban la ley del más fuerte de que las bestias de presa son más respetables que los caniches, "criaturas patéticas".
En los años de entreguerras, el pueblo alemán fue invitado a redescubrir estas virtudes ancestrales en todos los ámbitos de la vida social, económica y política. Muy alentada, la cultura del naturismo nórdico descarta, como lo proclama un folleto de las SS, "la mortificación de la carne" por la concepción judeocristiana, y proclama el retorno a la "esencia de la raza". La sexualidad estaba al servicio de la procreación -y, por tanto, de la supervivencia de la raza- y la ley de septiembre de 1935 que prohibía el matrimonio de un ario con una judía coronaba todo el proyecto.
FIN DE "LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD"
Al deseo de erradicar los valores cristianos se sumó pronto la preocupación por acabar de una vez por todas con el lema de la Revolución Francesa -libertad, igualdad, fraternidad-, pregonado por el racionalismo de la Ilustración y asumido por la "internacional revolucionaria". Un eminente profesor de derecho público, Gustav Adolf Walz, se encargó, en un libro titulado La igualdad racial frente al principio de igualdad, de oponer la biología a la mentalidad racionalista de los filósofos del siglo XVIII.
No, el hombre no es "libre", como afirman estos filósofos, de abandonar su condición biológica, de dejar su familia o su pueblo, para transformarse en un individuo autónomo y singular. La utópica igualdad queda anulada por la diferencia biológica entre los hombres. En cuanto a la hermandad, la ejecuta sumariamente Walther Buch, juez del partido nazi: "El buitre nunca compartirá su nido con el murciélago.
Esta revisión radical de la filosofía política implicaba, naturalmente, poner fin a hábitos anticuados y perniciosos: el sentimentalismo demasiado literario, la blandura política de las monarquías imperiales, la decadencia destructiva de la República de Weimar... Y la tarea de la ciencia jurídica era, naturalmente, establecer estas nuevas concepciones en el derecho.
Los jueces, ahora soldados del "frente interno" y de la "justicia vital", recibieron la orden de romper con los conceptos y argumentos jurídicos del periodo anterior a 1933, so pena de ser destituidos si eran demasiado laxos. Como las imágenes valen más que mil palabras, en agosto de 1933 los noticiarios filmaron una manifestación en un campamento de verano para abogados y magistrados, durante la cual se colgó la efigie de un "§" de cartón. El párrafo", resumía un eminente jurista en 1937, "este pequeño símbolo, en sí mismo tan inofensivo, que marca la sucesión ordinal de los artículos de la ley, se ha convertido en la conciencia del pueblo en el símbolo mismo de un pensamiento del derecho ajeno a la vida y a la realidad."
ORGULLO, HONOR, HEROÍSMO
De la superioridad biológica de la raza, del predominio del instinto y de la naturaleza innata de la "germanidad precristiana" sobre la ética cristiana, se derivan naturalmente los valores del nacionalsocialismo. Estos valores ahora enfatizan el orgullo, el honor y el heroísmo en lugar del amor, la humildad y la misericordia. Todo este arsenal teórico legitimaba la guerra contra los pueblos "bastardos", los "eslavos bolcheviques", los judíos o los "débiles".
El restablecimiento del servicio militar obligatorio en 1935, en violación del Tratado de Versalles de 1919, afirmó el derecho a la guerra. La moral caballeresca estaba excluida, como decían los discursos que proclamaban la obediencia ciega al Führer a partir de 1939: nada de clemencia hacia los adversarios políticos, a los que los campos de concentración podían "reeducar"; nada de piedad hacia los enemigos, contra los que se podían utilizar las peores brutalidades. Por último, puesto que la victoria estaba prometida, las conquistas, entendidas como una flexibilización de las fronteras imprescindible para ofrecer más "suelo" a la "sangre" alemana (y que estaban en la tradición de los caballeros teutónicos), debían permitir la colonización por parte de los alemanes de "subhumanos" de condición biológicamente inferior.
Este marco mental e ideológico del nazismo, dibujado por textos y discursos jurídicos y científicos, era en realidad una amalgama asombrosa. Asoció, sin ningún orden, a la religión cristiana, al liberalismo político, al bolchevismo "liberal-marxista" y al "bimilenario", todos ellos acusados de haber pervertido los verdaderos valores de la raza y el pueblo germanos al imponer el pensamiento individualista.
¿Qué impacto tuvo este aparato jurídico-científico en los posteriores crímenes cometidos por el pueblo alemán? Sin llegar a la conclusión de que el efecto era mecánico, Johann Chapoutot subraya la impregnación de quienes cometían atrocidades por teorías que básicamente daban un "sentido" a estos actos, y sobre todo los justificaban.
Para leer:SOURCE : Télérama - 9 décembre 2014
La ley de la sangre. Penser et agir en nazi, de Johann Chapoutot, publicado por Gallimard, 576 p., 25 euros.
Presentación de la editorial: "Ante la magnitud y el carácter sin precedentes de los crímenes nazis -ya sean colectivos o individuales-, los historiadores se encuentran bloqueados en cuanto a la causalidad subyacente, que sigue siendo oscura. Sin embargo, estos comportamientos monstruosos se basan en fundamentos normativos y en un argumento jurídico que hay que tomar en serio. Es lo que hace aquí Johann Chapoutot en una obra amplia que analiza cómo filósofos, juristas, historiadores y médicos elaboraron teorías que hicieron de la raza la base del derecho y de la ley de la sangre la ley de la naturaleza que lo justificaba todo: la procreación, el exterminio y la dominación. Una profunda intimidad con una inmensa literatura pública o privada -correspondencias, diarios-, con la ciencia y el cine de la época, nos hace conscientes de cómo los actores se apropiaron de estas normas que daban sentido y justificación a sus formas de actuar. Cómo matar a un niño al borde de la fosa puede considerarse valentía militar frente al enemigo biológico. Si el trabajo del historiador es comprender y no juzgar, o comprender mejor para juzgar mejor, este libro arroja una luz nueva y original sobre el fenómeno nazi.
Cartel antisemita que compara las diferencias físicas entre los niños "arios" y los judíos. Alemania, 1935 © Shoah Memorial