Sébastien Faure (1858 - 1942)
Durante el congreso internacional del Libre Pensamiento celebrado en París en 1905, Sébastien Faure pronunció un "discurso fundacional" del que vale la pena proponer algunos extractos significativos. Aunque "Sébast", como muchos compañeros de la época, subestimó la capacidad de adaptación del capitalismo.
Marc Prévôtel
"Camaradas, a pesar de las modalidades particulares y provisionales de las formas políticas y económicas que adoptan las distintas naciones, podemos afirmar que toda nuestra civilización está fatalizando una triple miseria: miseria física, pobreza - miseria intelectual, ignorancia - miseria moral, odio. Podemos añadir, sin tomarnos muchas molestias y con la seguridad de no equivocarnos, que las leyes, las instituciones, las fuerzas sociales organizadas, todo se mueve y funciona en beneficio de tres bandidos, tres tipos de malhechores públicos, únicos beneficiarios de la organización social.
El primero de estos bandidos es el hombre de presa, el hombre de la rapacidad, el que roba. El segundo de estos bribones es el hombre de la impostura, de la astucia, de la mentira, el que miente. El tercero es el hombre de la violencia, de la bestialidad, el asesino, el que mata.
Para hablar claro y dar a mi lenguaje una forma precisa, clara, sencilla, popular y llamativa, diré que el primero de estos bandidos se llama capitalista. [...], el segundo se llama el impostor, el sacerdote y el político, el que nos engaña (Aplausos). El tercero se llama el soldado, el guerrero, el que mata (Más aplausos).
O bien el Libre Pensamiento debe condenarse a rondar en las altas esferas de la especulación y, en ese caso, me pregunto por qué han venido tantos de ustedes desde tan lejos, también me pregunto qué trabajo útil y fructífero puede salir de estas deliberaciones. O, por el contrario, el Libre Pensamiento tiene como objeto, como fin preciso, como mandato claro y formal liberar no sólo el pensamiento humano, sino al hombre entero, liberarlo de esta triple miseria, de esta triple servidumbre de la que acabo de hablarles [...] (Aplausos).
No hay duda, camaradas, de que gracias a las numerosas aplicaciones de la ciencia a la agricultura y a la industria, gracias al movimiento que se produce en las ideas, al trabajo de las mentes, se produce un desgaste en el dominio capitalista: el propio régimen capitalista tiende a desaparecer poco a poco. [...] Es por tanto gracias a la complicidad del tercer ladrón, el soldado, que los dos primeros bandidos, el que roba y el que miente, siguen en pie (Aplausos).
[Nuestros oponentes, en lo que respecta al patriotismo y al militarismo, dicen que sería injusto equiparar a los soldados del ejército actual con los mercenarios del pasado. En democracia, nos dicen, el soldado forma parte de la nación, no deja de ser ciudadano. Los intereses del soldado son los de toda la nación. Nos cuidamos de añadir que todo hombre que llega a la mayoría de edad debe incorporarse al ejército, debe ser un soldado, y no sería justo considerarlo fuera del proletariado al que pertenece, aunque haya sido arrancado de él, y añadimos que si, en el pasado, los bandidos y mercenarios que componían los ejércitos del pasado no eran más que espantosos sobornados, seres feroces y sanguinarios, [. ...] hoy en día, por el contrario, el ejército se ha convertido en una seguridad para todos, una prenda de libertad e independencia para cada nación; en consecuencia, el papel de los ejércitos ha dejado de ser lo que era. Este papel, este mandato, parecería ser preciso, exclusivo, limitado: consistiría simplemente en garantizar, cuando éstas se vean amenazadas, la seguridad del territorio y la inviolabilidad de las fronteras.
[Soy consciente de que cada 25 o 30 años, cuando las fronteras se ven amenazadas, los ejércitos permanentes tienen el papel de correr hasta la frontera y expulsar al invasor. 1814, 1871 son fechas nacionales que atestiguan que si este es el papel del soldado en la actualidad, estos ejércitos no están a la altura a la hora de mostrarse (Aplausos).
[...] Lo que se establece finalmente es que no dos o tres veces por siglo, no cada 25 años, sino cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, el papel de los años permanentes en nuestra sociedad no es garantizar la seguridad de las fronteras, la integridad del territorio, sino garantizar la seguridad de los ricos y la integridad de su caja fuerte (fuertes aplausos).
[...] Sólo hay, y hay que decirlo, una manera de hacer desaparecer para siempre las guerras, las matanzas y las masacres, sólo una manera de establecer la paz de manera definitiva, y es el desarme completo y definitivo. Sólo que, hay que decirlo, y con esto termino, el desarme en sí mismo sólo puede ser la consecuencia de un hecho, tiene en sí mismo un prefacio necesario, una introducción indispensable.
¡Cómo! Hemos dicho, y creo que puedo decir que lo he demostrado, que la existencia de ejércitos es necesaria para que los amos mantengan el poder [...]. Por lo tanto, mientras haya dos clases en una sociedad, [...] la primera, es decir, los beneficiarios del estado de cosas, querrá rodearse de un baluarte que la proteja y la resguarde de los siempre posibles asaltos de los desposeídos, el ejército (Aplausos en varios bancos). Por lo tanto, es imposible pensar seriamente en el desarme, si no se supone, en primer lugar, que este desarme debe tener como prefacio, como umbral, lo que llamamos la revolución social, es decir, la transformación de esta fórmula asesina e inhumana que caracteriza a los tiempos modernos y antiguos: Todo es de unos pocos, y la sustitución de esta fórmula por otra: Todo es de todos. (Aplausos) [...]".
Sébastien Faure
FUENTE : L'Anarcho-Syndicaliste n°143 - Septiembre-Octubre 2009
FUENTE: Anti.Myths
Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2018/01/capitalisme-et-revolution-sociale