Antistatismo - Voline

Un análisis minucioso de Voline (1882-1945) partiendo de la visión burguesa (aún actual), subrayando las contradicciones marxistas y llegando a la visión libertaria.

ANTI-ESTATISMO

El contra-estatismo.

Lo contrario del estatismo. La negación del Estado.

El significado general de la palabra "antiestatismo" es, por tanto, un punto de vista que niega el Estado. Pero esta definición, demasiado general y vaga, no es suficiente. No especifica por qué razón, en qué sentido o en qué medida se niega el estado. Sin embargo, el antiestatismo tiene varios aspectos. El Estado puede negarse de diferentes maneras. Por lo tanto, es necesario un análisis más profundo y preciso.

En primer lugar, nadie puede negar el Estado como un hecho, como una forma históricamente dada de la comunidad humana. Por lo tanto, tanto los antiestatistas como los estatistas de todo tipo reconocen la presencia del Estado: ambos deben partir del reconocimiento del Estado como una forma de convivencia humana que ha tenido sus orígenes así como su evolución histórica, y que ha sido capaz de mantenerse hasta hoy. No es sobre la afirmación o la negación de la existencia del Estado que difieren las concepciones sociológicas y sociales, y que se es "estatista" o "antiestatista": es sobre la apreciación del Estado, sobre la cuestión de cómo se debe considerar este hecho, cuál es la actitud que se debe tomar frente al Estado.

La disputa comienza cuando surgen las preguntas:

a) Sobre los orígenes del Estado: ¿cuál fue la secuencia de causas que llevaron a esta forma de organización social?

b) Sobre su papel histórico: ¿fue este papel positivo, en general o en algún aspecto? ¿fue, por el contrario, pura y simplemente negativo? ¿El advenimiento del Estado fue una necesidad, un progreso, desde el punto de vista de la evolución humana general, o simplemente una desviación, un retroceso? Desde el mismo punto de vista, ¿ha sido el Estado al menos de alguna utilidad?

c) ¿Es el Estado una forma constante de la sociedad humana -una forma que nunca desaparecerá- o, por el contrario, una forma pasajera, destinada a desaparecer? ¿Son posibles otras formas de organización social?

d) ¿Es el Estado una institución "por encima de las clases" o, por el contrario, un instrumento de dominación de clase? Si es esto último, ¿cuál es la esencia de esta dominación?

e) ¿Puede el Estado servir de instrumento de liberación para las clases explotadas y oprimidas?

f) Si el Estado ha de desaparecer, ¿lo hará de forma natural y gradual, mediante una evolución lenta y constante, o tendrá que ser abolido de forma repentina y violenta, mediante una Revolución?

g) ¿Es necesario luchar contra el Estado? Si es así, ¿contra qué Estado? ¿Es contra el Estado en general o sólo contra el Estado actual? ¿Debe librarse la lucha con vistas a la completa demolición del Estado junto con el capitalismo, o con el objetivo de sustituir el actual Estado burgués por un Estado proletario? ¿Es factible un "estado proletario"? En la revolución social, en la inminente transformación social y en la lucha emancipadora, ¿es el Estado una forma utilizable o renunciable? ¿Cuáles son los medios de lucha contra el Estado?

A todas estas preguntas, y a otras relacionadas con el mismo tema, las respuestas son diferentes. Tanto más cuanto que las ciencias sociales, a saber: la historia, la ciencia del Estado, la economía política y la sociología, aportan poco material apreciable para la solución del problema. Todas las respuestas son más o menos hipótesis apoyadas que soluciones científicas.

Un examen más detallado de estas respuestas se hará en la palabra Estado. Aquí sólo damos una breve visión general de varios puntos de vista, sólo para demostrar los diferentes aspectos modernos del antiestatismo.

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En primer lugar, tenemos diferentes teorías del Estado como forma normal de la Sociedad, de la organización social. Según estas teorías, los orígenes del Estado fueron de orden absolutamente natural: el Estado se convirtió en una necesidad tan pronto como las masas amorfas de las primeras aglomeraciones humanas se diferenciaron, tan pronto como los intereses opuestos de los individuos y de los diversos estratos de la población se hicieron sentir, tan pronto como se produjeron luchas y guerras incesantes. A la luz de estas teorías, el Estado representa una organización, una institución positiva, situada por encima de los individuos y de las clases sociales, llamada precisamente a nivelar, a conciliar los antagonismos que surgen constante e inevitablemente en el seno de la Sociedad, a amortiguar sus choques, a disminuir su efecto. Por lo tanto, el Estado no sólo es útil, sino necesario para el mantenimiento del orden social. Se hace cada vez más indispensable a medida que la sociedad humana se desarrolla más y, como consecuencia, aumenta la diferenciación social. Cuanto más progresa la sociedad, más se complica, más necesita un Estado organizador, regulador, protector y reconciliador. El Estado es, pues, una institución constante: la única forma posible de sociedad humana civilizada, organizada y ordenada. Las concepciones y las formas del Estado pueden variar; el Estado como tal permanece invariable, preciso en su significado, en su esencia y en su acción.

Esta es, a grandes rasgos, la tesis estatista, el estatismo absoluto. Sin embargo, se presenta en tres aspectos principales diferentes:

1° la teoría del estado absolutista desarrollada y especificada sobre todo por Thomas Hobbes (1588-1679);

2° el del Estado constitucional, cuyas bases fueron puestas por Charles Montesquieu (1689-1755);

y 3° el del Estado democrático, esbozado por primera vez por Jean-Jacques Rousseau (1712-1778). (Para más detalles, véase: Estatismo).

Todas estas concepciones burguesas del Estado, en tanto que teorías, están ya superadas. Ya no se corresponden con los datos históricos y científicos recién adquiridos. Desempeñaron su papel sobre todo como precursores del prodigioso desarrollo del Estado en los siglos XVIII-XIX. Hoy en día sólo son defendidos por clases y grupos egoístas. Así, el estatismo absoluto se convirtió finalmente y de forma definitiva en el concepto burgués y conservador por excelencia.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que hoy en día hay ciertos elementos burgueses que repudian, critican y atacan al Estado. El hecho, aunque parezca extraño a primera vista, se entiende fácilmente. Para satisfacer todas las necesidades de la vida, el Estado moderno necesita enormes sumas de dinero. El presupuesto del Estado moderno es formidable. Los impuestos ordinarios, las tasas y los gravámenes que se imponen a las vastas y oscuras masas de la población ya no son suficientes. Se ve cada vez más obligado a "golpear al burgués", a pedirle a su vez "sacrificios" a cambio de los servicios que le presta el Estado. Pero estas exhortaciones dejan frío al burgués, pues no le gustan los sacrificios. No quiere renunciar ni al más mínimo porcentaje de sus beneficios, que considera su "negocio privado". Se vuelve descontento. Se "queja". Se aleja. Por otra parte, para poder fingir su preocupación por el equilibrio, por la equidad, por la justicia social, para poder mantener su reputación de institución "por encima de las clases", para no sucumbir a corto plazo, el Estado burgués se ve obligado a ceder un poco, aunque sólo sea en apariencia, ante la fuerza cada vez mayor de las clases trabajadoras. Bajo su presión, se ve obligado a poner algún freno a la libertad de explotación capitalista. Establece leyes restrictivas que privan al burgués de una parte -oh, tan insignificante- de sus beneficios. Esta supervisión, este control, por mínimo que sea, molesta y enfada al burgués, que sigue considerándolo una injerencia en sus "asuntos privados", una injerencia arbitraria que además es perjudicial, según él, para los intereses comunes, porque, según él, obstaculiza su libre iniciativa, dificulta su actividad y perjudica así el desarrollo de la vida económica del país. Asqueado, el burgués se convierte a veces en el crítico, en el enemigo del Estado, en el "antiestatista" sui generis. Predica la "libertad individual" para poder explotar y beneficiarse a su antojo. Esto es antiestatismo burgués, egoísta y estúpido.

También existe una especie de "antiestatismo" basado en el descontento con tales o cuales medidas del Estado, o con sus abusos, o con los defectos de sus servicios.

Ni que decir tiene que todos estos tipos de antiestatismo no son serios ni interesantes desde el punto de vista de las ideas, las luchas de emancipación o los problemas sociales. No tienen nada en común con el antiestatismo de principio, el de ciertas concepciones sociológicas y sociales.

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En la segunda mitad del siglo XIX surgieron teorías que, si bien afirmaban la naturalidad de los orígenes del Estado, si proclamaban su necesidad histórica, si le atribuían, al menos durante un largo período histórico, una cierta utilidad, un cierto papel positivo y organizador, lo consideraban sin embargo como una expresión de la violencia, como un instrumento de dominación.

Fueron especialmente F. Engels (1820-1895) y K. Marx (1818-1883), que estableció esta teoría. Sus seguidores y continuadores -los marxistas- formaron el partido socialdemócrata en todos los países.

La teoría marxista -y socialista- considera al Estado como un instrumento de dominación de clase y de dictadura. El Estado burgués moderno es el instrumento de dominación y dictadura de la clase capitalista sobre la clase obrera. Para la emancipación total de la clase obrera, ésta deberá tomar el Estado y transformarlo en un "Estado proletario". Este nuevo Estado será todo lo contrario: el instrumento de dominación y dictadura del proletariado sobre la burguesía, hasta romper definitivamente la resistencia de ésta y hacer desaparecer por completo todo vestigio del largo período capitalista. Entonces las clases también desaparecerán y con ellas el Estado. Por lo tanto, es con la ayuda del "Estado proletario" que los proletarios podrán completar la obra de su emancipación. El Estado sólo puede desaparecer cuando esta labor se lleve a cabo. Entre el Estado burgués moderno y la nueva Sociedad, habrá un Estado proletario que existirá por tiempo indefinido, garantizará la victoria completa de la clase obrera y sólo desaparecerá al final de una larga evolución, cuando se complete la transformación de la Sociedad actual. El Estado es, por tanto, una forma que puede ser utilizada por la clase proletaria. Será el instrumento de la transformación final de la Sociedad actual en una nueva Sociedad.

Como vemos, esta teoría es estatista en el sentido de que aboga por la lucha no contra el Estado en general (como tal, como principio), sino sólo contra el Estado tal como es hoy, y que quiere sustituir por otro; en el sentido de que cuenta con el Estado ("proletario") como medio de transformación social; en el sentido, finalmente, de que establece un largo período estatista después de la revolución final, durante el cual el Estado, al principio excesivamente poderoso, deberá entonces desvanecerse poco a poco por sí mismo, a través de una evolución lenta y progresiva.

La teoría puede considerarse antiestatista sólo en el sentido de que prevé la desaparición final del Estado, una desaparición que, sin embargo, está muy lejana, que no se producirá en el mismo momento que la del régimen capitalista, sino mucho más tarde, y que tendrá lugar de forma desconocida.

Así es el antiestatismo marxista y socialista en general: platónico y vago.

Añadamos que, en cuanto a la cuestión de los medios de lucha contra el Estado actual, esta teoría se divide en dos corrientes enemigas irreconciliables: la primera considera que la lucha debe llevarse a cabo de forma evolutiva, gradual, legal, que debe proseguirse en el marco del propio Estado con vistas a su progresiva conquista parlamentaria, administrativa, etc.; la segunda propugna la acción violenta, la revolución como medio de conquista del poder en el Estado actual con vistas a su posterior transformación. Son precisamente los partidarios de esta última concepción los que lograron tomar el poder durante la gran revolución rusa de 1917 y los que ahora pretenden ejercer la "dictadura del proletariado" en el Estado ruso "proletario", con el fin de preparar el triunfo definitivo de la revolución social en todo el mundo.

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Muy diferente es el antiestatismo integral y activo de la concepción anarquista del que es uno de los elementos orgánicos, fundamentales y concretos. (Ver: anarquía, anarquismo, anarquista).

En primer lugar, la cuestión de los orígenes del Estado. La gran mayoría de los anarquistas son de la opinión de que, siendo, por supuesto, la consecuencia de ciertas causas históricas, el advenimiento del Estado fue, desde el principio, un mal, una desviación desastrosa, y que la evolución de la colectividad humana podría, en otras condiciones, haber tomado otro camino recto y normal. (Desgraciadamente, todo este problema sigue siendo científicamente demasiado oscuro y no puede resolverse definitivamente con ninguna concepción). ) La mayoría de los anarquistas, por tanto, consideran al Estado como una institución absolutamente negativa, que no ha desempeñado ni puede desempeñar ningún papel progresista. El "papel histórico" del Estado consiste, según los anarquistas, únicamente en haber desfigurado el desarrollo normal de la Sociedad humana y haber llevado a la humanidad al lamentable estado en el que se encuentra hoy y del que tanto le cuesta salir.

 El Estado no es una forma de organización social utilizable por los trabajadores. Por lo tanto, debe ser derribado junto con el capitalismo, del que es el soporte y la expresión social por excelencia.

Así, mientras que consideran al Estado, de acuerdo con todos los socialistas en general, como un instrumento de dominación, de opresión de clase, los anarquistas interpretan este hecho de forma distinta y sacan una conclusión completamente diferente.

Su visión se desarrolla y aclara sobre todo en las obras de Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), Michel Bakunin (1814-1816), Pierre Kropotkin (1842-1921), Max Stirner (1816-1856), León Tolstoi (1828-1910). La literatura anarquista actual sigue tratando este problema.

Especialmente interesante, edificante es la discusión que tuvo lugar en Rusia en 1917-1919 (desde entonces cualquier discusión allí es imposible) y que actualmente tiene lugar en todos los países entre "comunistas" y anarquistas sobre el Estado. El libro de Lenin El Estado y la Revolución es en parte un eco de esta discusión.

A la tesis habitual de los anarquistas: "El Estado es siempre el instrumento de opresión de unos por otros y nunca puede ser otra cosa", los comunistas respondieron: "Por supuesto, el Estado es opresión, dominación. Pero, ¿la opresión de quién? ¿Dominación sobre quién? Esa es toda la cuestión. En el Estado burgués, es la burguesía la que domina y oprime al proletariado; por el contrario, en el Estado proletario, es el proletariado el que domina y oprime a la burguesía, y por eso este estado de cosas se llama, con razón, "dictadura del proletariado". Esta dictadura es necesaria durante todo el período indefinido en el que la burguesía, especialmente la internacional, no está aún completamente aplastada y representa una formidable fuerza contrarrevolucionaria. Al no comprender el verdadero significado de esta opresión y tomar partido contra ella, también los anarquistas se convierten objetivamente en contrarrevolucionarios.

No es difícil demostrar el error capital de la tesis bolchevique.

Los hombres caen, por desgracia, a cada momento, víctimas de las palabras vacías de todo significado real. Hemos adquirido el hábito nocivo no sólo de hablar, sino incluso de pensar con palabras, en lugar de razonar con nociones, con hechos. Pero la vida no se construye con palabras, sino con hechos reales. Y las palabras no tienen valor si no expresan hechos, nociones precisas. La palabra es sólo un símbolo: un medio humano para designar hechos, nociones. Por tanto, sólo operando con hechos reales, con nociones precisas, expresadas con palabras rigurosamente exactas, podemos razonar de forma justa, segura y útil.

Por otra parte, los hombres también han adquirido la mala costumbre de operar con nociones abstractas cuando se trata de problemas concretos y, en consecuencia, el razonamiento abstracto sólo podría engañarnos.

En los asuntos concretos, las meras palabras o nociones abstractas deben ser sustituidas por nociones concretas y precisas que correspondan a los hechos reales. Sólo así podremos llegar a una solución exacta.

¿Qué es la opresión, la dominación? Es fácil ver, a la primera reflexión seria, que se trata de términos vacíos sin significado concreto o, en el mejor de los casos, de nociones abstractas. No existe la opresión, no existe la dominación abstracta en la vida, como no existe la planta en la naturaleza. Hay varios objetos reales: el roble, la rosa, la patata, la cicuta, etc., que los hombres unificamos en una noción general y abstracta, y designamos bajo un nombre igualmente abstracto y general: planta (porque todos estos objetos poseen ciertas propiedades comunes que nos permiten reunirlos y separarlos de ciertos otros objetos).

La patata es comestible; nos sirve de alimento. Pero si, por la única razón de que el roble, la rosa, la patata y la cicuta son "plantas", juzgamos que esta última, por ejemplo, es comestible, nos llevaremos una decepción fatal.

De la misma manera con el término, la noción: "opresión". Hay diferentes fenómenos reales que unificamos, por algunas propiedades que les son comunes, en una noción abstracta y general: la opresión. Pero si, por la sola razón de que el Estado es una forma de opresión, juzgamos que es bueno para oprimir a la burguesía, nos arriesgamos a una gran decepción. No basta con decir: el Estado es la opresión vuelta contra el proletariado hoy, se volverá contra la burguesía mañana. Porque no basta con ser una "opresión" para ser bueno en dominar, en someter a la burguesía (como no basta con ser una "planta" para ser comestible).

Es necesario, en algún momento, saber cómo someter, dominar a la burguesía, organizar la revolución, defenderla, etc.? Estoy de acuerdo. Pero, ¿qué forma de dominación, de organización, debe adoptarse en este caso? ¿Cuál es la verdadera forma de opresión que se puede utilizar para el propósito en cuestión? ¿Es el Estado o alguna otra forma concreta? Esa es la cuestión. Para responder a ella, primero debemos examinar de cerca las cualidades reales e íntimas del Estado.

Pues bien, ¿qué es el Estado como forma o instrumento de opresión, de dominación? La respuesta nos la da toda la historia de la humanidad, todo lo que sabemos del Estado desde hace siglos

 El Estado no es un instrumento de dominación vago y abstracto que pueda aplicarse de cualquier manera, en cualquier sentido. El Estado es un tipo de dominación concreta, precisa y determinada: la explotación. El Estado es un "instrumento de opresión" en el claro y único sentido de que es una máquina para la explotación de las masas trabajadoras, en beneficio de tal o cual grupo, casta o individuo. Las formas de esta explotación pueden variar un poco; pero la explotación en sí misma sigue siendo el fondo constante y único del Estado. Por eso, una vez instalado, el Estado sólo puede sostener y hacer nacer o renacer la explotación, el capitalismo, la burguesía, bajo tal o cual forma. Así que el Estado sólo puede ser la dictadura del capital, de la burguesía (privada o estatal): nunca puede convertirse en una "dictadura del proletariado". No puede cambiar su naturaleza, convertirse en otro tipo de dominación - al igual que la cicuta, ese tipo de planta, no puede convertirse en una patata, ese otro tipo de planta. Este es precisamente el error fundamental de los "comunistas": quieren convertir la cicuta en una patata. Naturalmente, el experimento concreto queda en nada.

Los anarquistas afirman que el instrumento clásico de la explotación, el Estado, es impracticable para el propósito contrario: la abolición de la explotación, la supresión de la burguesía, la liquidación del capitalismo. Creen que una vez instalado, el Estado, sea cual sea su objetivo teórico, en realidad creará, dará a luz o revivirá, fatalmente, inevitablemente, la explotación, la burguesía, el capitalismo. Los acontecimientos de la revolución rusa les dan toda la razón. Son una ilustración sorprendente de su concepción, que los más ciegos tendrán que comprender pronto.

Es bastante típico que Lenin, en su libro mencionado, hable del Estado de manera equívoca: a veces como instrumento de "explotación" (cuando ataca a la burguesía), lo cual es preciso y correcto, a veces como una forma de "dominación" abstracta (cuando defiende la teoría estatista), lo cual es vago y equivocado. Así su libro se vuelve ilógico, confuso, falso. Pierde totalmente el interés y la importancia que podría haber tenido. Es una de las obras más débiles sobre el problema del Estado, porque el razonamiento del autor no es ni lógico, ni claro, ni novedoso.

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Nos queda añadir que, además de la razón expuesta, hay otras razones por las que los anarquistas rechazan el Estado como instrumento de la revolución. Una de las principales razones es el absoluto poder creativo y renovador del Estado. La revolución social, sobre todo, requiere iniciativas, energías y una formidable capacidad creativa para lograr un resultado definitivo. Pero los anarquistas no reconocen esta energía, esta capacidad indispensable del Estado. También en este caso, la revolución rusa subraya claramente su punto de vista. En segundo lugar, el anarquismo está estrechamente ligado a otras tesis de la doctrina libertaria, al antimilitarismo, a la negación de la autoridad, del gobierno, de la justicia codificada, etc. Considerando el militarismo, la autoridad, el gobierno, la justicia codificada como elementos negativos que sólo pueden desfigurar y desviar la lucha social emancipadora, los anarquistas creen al mismo tiempo que cualquier Estado, sea cual sea su objetivo teórico, engendra infaliblemente todos estos males y, con ellos, los privilegios, la desigualdad, la injusticia, la explotación. Así que, lógicamente, niegan el estado. Finalmente, es también en nombre de la individualidad humana libre y creativa (y de las asociaciones libres de individuos) que el anarquismo rechaza el Estado, ese aparato de sometimiento, de degradación, de nivelación por excelencia. La fórmula fundamental del anarquismo, que se desprende de su concepción del progreso, es: no el hombre para la sociedad, sino la sociedad para el hombre. Ahora bien, el Estado es precisamente la forma de sociedad que aplasta totalmente al hombre, al individuo.

Por lo tanto, según los anarquistas, la tarea de abolir el capitalismo, la burguesía, la explotación, las clases, el conjunto de la sociedad moderna, requiere otras formas de dominación y organización que el Estado.

¿Indica el anarquismo estas otras formas? ¿Al menos los busca? ¿O es puramente negativo, sin saber, al tiempo que rechaza el Estado, cómo prescindir de él y evitar su desaparición?

Ciertamente, los anarquistas tratan de prever, de trazar, en la medida de lo posible, por adelantado las formas organizativas que sustituirán al Estado que desaparece bajo los golpes de la revolución social. Tienen ideas interesantes sobre este tema. (Ver sobre este tema: Revolución, Comunismo, Sindicalismo, etc.). Pero no consideran estas ideas como definitivas. No consideran que estas formas sean "encontradas". Es más, ni siquiera creen que sea posible especificarlos teóricamente, por adelantado. Es más, no están del todo de acuerdo con estas formas. Sin embargo, la ausencia de una solución general preparada no es en absoluto una debilidad, un defecto del anarquismo: es un fenómeno normal, inherente a su propia concepción. Pues todos los anarquistas están perfectamente de acuerdo en un punto capital: estas nuevas formas -dicen- serán encontradas, no de antemano, por teóricos, estudiosos, grupos y partidos políticos u otros, sino prácticamente, por las vastas masas trabajadoras en plena acción revolucionaria. Es la propia revolución social real la que generará y creará estas formas. Serán las necesidades inmediatas y concretas las que lo hagan posible. No son los anarquistas, sino los millones de individuos, las masas organizadas quienes, en el curso de la revolución definitiva, encontrarán la verdadera solución al problema. Los anarquistas, mientras buscan junto a las masas, no deben dictarles las soluciones que han encontrado, sino sólo ayudarlas en su búsqueda y en su acción. Lo único que se puede hacer de antemano es establecer algunos principios generales de la nueva organización. Esto es lo que hacen los anarquistas. Y aquí también, todos coinciden en un punto fundamental: las formas de esta organización, en todas sus ramificaciones (problemas económicos de producción, distribución, etc., defensa de la revolución, vida cultural, etc., etc.), tendrán una base, no política, estatista y autoritaria, sino directamente económica, técnica y social, una base federativa, una base sana y natural de trabajo, de creación independiente, de libre entendimiento, de acción directa y espontánea y de coordinación de todos los elementos obreros de las ciudades y del campo en el Estado de la revolución.

La diferencia entre los socialistas estatistas y los socialistas antiestatistas (anarquistas) puede resumirse así

1° Los primeros, explicando a su manera los orígenes del Estado, consideran que éste ha desempeñado un cierto papel positivo, progresista y organizador en la historia. Estos últimos, comentando de forma diferente los orígenes mismos del Estado, lo consideran un mal desde el principio, un fenómeno negativo, regresivo y desorganizador.

2° Los primeros, considerando que el Estado es todavía una fuerza progresista, pretenden apoderarse de él -lentamente (los "socialdemócratas") o bruscamente y con violencia (los "comunistas")- para transformarlo, después, en un "Estado proletario" (de ahí la "dictadura del proletariado") y utilizarlo en "beneficio de la clase obrera ; Ni siquiera se preguntan si los medios se corresponden con el objetivo, si no es conveniente rechazar esta forma por inadecuada y buscar otra. Estos últimos, considerando al Estado como un instrumento de explotación que no puede ser otra cosa, lo rechazan decidida y totalmente como un obstáculo constante al progreso, como una forma impracticable en la lucha emancipadora; consideran utópica y absurda la idea de un "Estado proletario", y, por consiguiente, la de una "dictadura del proletariado" en forma de Estado; buscan otra forma de organización practicable por la clase obrera en revolución.

3° Los primeros afirman que no será necesario demoler el Estado, que desaparecerá después por sí mismo, de forma natural, tras haber cumplido su papel histórico. Estos últimos afirman la necesidad de combatir activamente el Estado como institución, al mismo tiempo que el capitalismo, de demolerlo completamente, de abolirlo al mismo tiempo que el capitalismo, en el momento mismo de la revolución social, una de cuyas tareas inmediatas será precisamente la de sustituir el Estado por otra forma de comunidad humana.

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En cuanto a la cuestión de los medios de lucha contra el Estado (y el capitalismo), el anarquismo antiestatista se divide en dos grandes corrientes: una, la de Bakunin, Kropotkin y la gran mayoría de los anarquistas, preconiza la demolición activa y violenta: la revolución propiamente dicha; la otra, renunciando a la violencia, predica

el otro, renunciando a la violencia, predica la "resistencia pasiva": negarse a pagar impuestos, a hacer el servicio militar, etc. Este segundo punto de vista fue desarrollado sobre todo por León Tolstoi, de ahí su nombre: "tolstoismo". - Es el problema de la violencia como medio (de lucha social) lo que está en el centro de la controversia. (Ver: Anarquía, Estado y, sobre todo, Violencia). Y es el antiestatismo violento y revolucionario lo que caracteriza al anarquismo militante y activo.

De todo lo anterior se desprende que el anarquismo, si bien está sólidamente establecido y claramente formulado, como principio, en las obras de los teóricos libertarios, aún deja que desear en términos de precisión y, sobre todo, de concepción concreta. Ganará rápidamente en fuerza persuasiva y, en consecuencia, en adeptos, si se profundiza y se hace más precisa; es un trabajo que continúa.

Para ello es necesario, entre otras cosas, que los anarquistas sepan hacer uso de los hechos que los avalan. 

Un acontecimiento histórico reciente de inmensa importancia se está convirtiendo, y se convertirá cada vez más, en un factor decisivo en la elección entre la idea revolucionaria estatista y la antiestatista. Estamos hablando de la gran revolución rusa de 1917, cuando, por primera vez en la historia, el socialismo revolucionario de tendencia estatista obtuvo una victoria completa y llegó al poder en todo un Estado. Esta victoria de la idea comunista estatista y sus consecuencias, por una parte, y por otra, el relativo éxito que sigue teniendo esta desafortunada concepción entre las masas trabajadoras de todos los países (profundamente antirrevolucionaria porque condena a la revolución a la esterilidad y la conduce a un completo fiasco), obligan a los anarquistas a redoblar su actividad en el desarrollo y la propaganda de la idea antiestatista.

Por supuesto, la tarea no es fácil. La humanidad está tan acostumbrada al Estado como forma "normal" y única de organización social que apenas ve otras posibilidades. Sin embargo, habrá que romper esta inercia. Pues la revolución social, que está llamada a renovar toda la vida humana, tendrá que empezar por renovar precisamente el modo de existencia social, de lo contrario no llegará a nada. La esterilidad orgánica de la victoriosa revolución estatista rusa acabará por iluminar a las masas trabajadoras de todo el mundo y pronto servirá de ilustración, de prueba contundente de la falsedad de la idea estatista. Entonces, el hecho de que los "comunistas" tampoco puedan romper con la forma social anticuada e íntimamente burguesa, reforzada sólo por la tradición, la costumbre y la inercia, se convertirá en la última prueba de su conservadurismo, de su espíritu profundamente burgués y antirrevolucionario. Esta tremenda experiencia histórica confirmará mañana, y cada día más, la sorprendente exactitud de la concepción anarquista y antiestatista.

La victoria del bolchevismo es, en la perspectiva de los acontecimientos, sólo un paso histórico que se ha dado, cuyo significado no es otro que el derrumbe "material", palpable y evidente para las masas, de la idea estatista.

Sin duda, el futuro ya está cerca de la idea antiestatista. Se acerca el momento en que las masas estarán dispuestas a concebir, a captar esta idea, a comprender que es la única que les permitirá alcanzar el éxito real de la revolución social.

Es por ello que los anarquistas, pioneros de esta idea, deben afrontar ahora la situación que se avecina. Su deber histórico en este momento es hacer todo lo que esté en su mano para ayudar a las masas trabajadoras a penetrar en la idea antiestatista lo más fácil y rápidamente posible, en todo caso a su debido tiempo. Por lo tanto, es con una nueva energía, diez veces mayor, y con una esperanza, o mejor dicho, con una firme seguridad, que los anarquistas deben intensificar desde ahora el desarrollo y la propaganda de la concepción antiestatista. Consideramos que ésta es una de las tareas principales e inmediatas del anarquismo militante.

Voline

FUENTE: Fundación Besnard

Traducido por Jorge Joya

Original: www.socialisme-libertaire.fr/2017/02/anti-etatisme.html