¿Qué es el anticapitalismo?

A menudo hay muchas interpretaciones erróneas de lo que es el anticapitalismo. Algunos lo entienden como «contra los capitalistas», denunciando a los ricos, a la patronal, a las multinacionales, a los grandes centros bancarios, a las altas autoridades de las finanzas, a los grandes think-tanks, a los sindicatos patronales como el MEDEF. Por supuesto, estas organizaciones forman parte del capitalismo, son actores importantes; sin embargo, sólo son la parte emergente de un sistema que está mucho más arraigado en el funcionamiento de nuestras sociedades. Así, para entender en qué consiste la crítica anticapitalista, es necesario comprender qué es el capitalismo, qué lo estructura, qué lo constituye, qué lo dinamiza. Por consiguiente, definir el anticapitalismo presupone, en primer lugar, definir qué es el capitalismo. 

I. ¿QUÉ ES EL CAPITALISMO?

1) Propiedad privada de los medios de producción

El primer elemento constitutivo del capitalismo es la propiedad privada de los medios de producción. La propiedad privada de los medios de producción implica que el propietario de estos medios de producción tiene, debido a su derecho de propiedad, el poder de decidir sobre la naturaleza de la producción, el método de producción, la organización del trabajo, el nivel de los salarios de los trabajadores, pero también sobre a quién desea hacer trabajar y a quién no, es decir, privar del uso de un modo de producción que se supone que satisface una necesidad de la sociedad.

2) La acumulación privada de capital

El capitalismo no se define únicamente por la propiedad privada de los medios de producción. Se define al mismo tiempo por la acumulación privada de los medios de producción. Se trata de una situación en la que diferentes actores socioeconómicos, propietarios de los medios de producción, compiten por la acumulación constante de capital. La competencia de los agentes económicos también se denomina «liberalismo económico».

Análogamente, el dinero, como mediador de la equivalencia de las cosas, es un reflejo del potencial de acumulación capitalista, lo que significa que cuanto más dinero se tiene, más cosas se poseen potencialmente, y en particular los medios de producción, es decir, los medios de producir cosas que luego se pueden vender. Por lo tanto, es por esto, y no por una «sed de billetes verdes», que los capitalistas buscan acumular dinero a toda costa. El «capitalismo financiero» es, pues, la prolongación lógica de la estructura y la dinámica fundamental del capitalismo.

Esta lógica de la carrera por acumular tiene sus raíces en varios fenómenos congruentes: el deseo de liberarse de las preocupaciones materiales, el deseo de elevación, el poder social, el control y la dominación, y el deseo de sobrevivir ante el miedo a bajar de categoría.

Como resultado, algunas personas acumulan más y más capital, mientras que otras se ven desposeídas y, por tanto, degradadas. El capitalismo consiste, pues, en una dinámica de apropiación del capital por parte de una minoría destinada a restringirse aún más, mientras que una mayoría creciente de la población se encuentra cada vez más desposeída de los medios para producir su existencia.

3) El proceso de creación de valor y la depredación capitalista

La transformación de las materias primas en objetos está en el origen de la creación del valor de estos objetos. Pero no lo es en sí mismo. Es lo que crea valor sólo por la intervención de los humanos en el proceso de producción. En efecto, sin personas que manejen las herramientas o activen las máquinas, éstas permanecen inactivas, no producen nada y, por tanto, no tienen ningún valor. Sólo el hombre puede hacer que las herramientas y las máquinas activen su potencial y sean productivas. Aunque las máquinas estén automatizadas, sigue siendo el hombre quien las diseña, mantiene y activa. En este proceso, el propietario de los medios de producción, el patrón capitalista, no hace nada, ni diseña ni activa las máquinas. Son los trabajadores manuales e intelectuales quienes crean los medios de producción y los hacen funcionar para crear objetos. Los capitalistas se limitan a captar el valor del trabajo humano y, al convertirlo en valor de mercado, acumulan el beneficio ligado tanto al carácter fetiche de los objetos producidos (el prestigio social imaginario que transmiten los objetos), cuando se introducen en el mercado, sujeto a la variación de valor de la oferta y la demanda.

no es nada. No es nada porque, por un lado, los capitalistas se apoderan de una parte de la riqueza producida por los trabajadores, y por tanto de sus salarios, un expolio que consideran legítimo porque son los dueños de los medios de producción.

4) Competencia entre capitalistas por los mercados

El capitalismo no es principalmente un sistema de dominación organizada. Es un sistema de actores económicos que compiten por los recursos, las materias primas, los medios de producción y la venta de la producción. Esta lógica de la competencia implica que cada actor busca constantemente mejorar su propia situación, lo que implica superar constantemente a los demás, eliminándolos de la competencia, ya sea para satisfacer las necesidades de dominación, o y al mismo tiempo, para mantenerse en la carrera, para protegerse del descenso de categoría.

5) El aparato de dominación de la clase capitalista

Sólo después, más allá de esta competencia entre actores económicos que poseen y acumulan capital, estos actores se organizan para defender sus intereses y perpetuar su situación competitiva. Esta alianza de los capitalistas para preservar su situación, su dominación, conduce a la constitución de una fuerza armada para proteger el capital y un corpus ideológico inculcado a las grandes masas de trabajadores, y de un Estado para gestionar estos dispositivos de dominación. Althusser llama a estos dispositivos «aparatos estatales represivos e ideológicos». Pero el papel del Estado no se limita a esto.

6) El papel del Estado

Si es responsable de la organización de una fuerza armada para asegurar la estabilidad de la dominación de clase y la incorporación de las normas y valores de la sumisión, el Estado debe también asegurar la reproducción social del capital, especialmente a través de la formación de las élites dirigentes, de su propia administración y de los trabajadores ejecutivos, así como la circulación del capital en el territorio, especialmente a través de la gestión de las infraestructuras de transporte y energía. Por supuesto, algunas de estas tareas estatales pueden ser privatizadas. Los primeros capitalistas pagaron sus propias milicias armadas, las infraestructuras de transporte, la producción y el suministro de energía pueden ser privatizados, mediante contratos entre el Estado y el sector privado. La formación puede ser, y es ahora en parte, privada, tanto para algunas escuelas como para la formación continua en el lugar de trabajo. Por último, el Estado puede ser responsable de permitir que los capitalistas de su territorio disfruten de ventajas competitivas sobre los capitalistas de fuera de su territorio, así como de proporcionar un ejército para la guerra imperial. 

7) El imperialismo como resultado lógico del capitalismo

El imperialismo es la consecuencia lógica del capitalismo. Para producir y vender cada vez más, los capitalistas necesitan tener el control de toda una serie de recursos y materias primas. Pero, como el capitalismo es un sistema de actores competitivos, los capitalistas tienen que competir con sus rivales en la apropiación de estos recursos y materias primas. Por supuesto, pueden ofrecer la compra de estos recursos a un mejor precio. Sin embargo, esta competencia sólo es ventajosa para quien se apropia de las materias primas. Como los capitalistas tratan de producir cada vez más a menor coste para obtener más beneficios, la guerra imperialista es una forma de apropiarse de un recurso o materia prima a menor coste. No pueden hacerlo sin la ayuda del Estado, que les proporcionará un ejército imperial para conquistar territorios (durante el período colonial), o para garantizar «asociaciones» privilegiadas con -la tutela hacia- los Estados anteriormente esclavizados a su dominación. El imperialismo implica una explotación violenta de las poblaciones locales, esclavizadas por las autoridades de dominación de los Estados satélites del Estado imperial. Están mal pagados, a veces esclavizados, sometidos a riesgos sanitarios y a la violencia física, a la piratería, a las mafias locales, al riesgo de nuevas guerras imperiales.

8) La justificación ideológica del capitalismo: libertad, competencia, mérito, eficiencia

El capitalismo se apoya también en todo un sistema de valores que intenta garantizar su legitimidad. Estos valores son la libertad de empresa, el éxito social a través del esfuerzo, la genialidad, la competencia, el mérito y la eficacia. Es el motor del progreso intelectual, científico, técnico y económico y, por consiguiente, del desarrollo social y humano. Desde la caída de la URSS, también se ha convertido en la única alternativa histórica posible. Por último, apuntala y defiende la filosofía de la naturaleza humana, del hombre egoísta, calculador, conquistador, depredador, competidor y trabajador, y de la jerarquía social que debe resultar de ella, que asimila a los fenómenos de la selección natural. 

9) Capitalismo, crecimiento y destrucción de la biodiversidad

El capitalismo implica necesariamente una lógica de crecimiento extensivo. Para renovar constantemente la tasa de ganancia, los capitalistas necesitan ampliar constantemente sus mercados, lo que implica una extensión geográfica de las zonas de venta de la producción, una diversificación constante de la producción acompañada de la creación de necesidades, una lógica de obsolescencia rápida de los bienes producidos para evitar un umbral de equipamiento de la población que implique la desaparición de ciertos mercados. Siguiendo esta lógica de hiperproducción, el capitalismo agota los recursos disponibles, contribuye al calentamiento global, supera ampliamente la huella ecológica y amenaza a sectores enteros de la biodiversidad. Destruye tanto las condiciones de reproducción del capital como las de la vida en la tierra.

II. ¿QUÉ ES EL ANTICAPITALISMO?

1) La crítica heredada del comunismo

La primera crítica al capitalismo es la crítica económica y social heredada de la crítica comunista. La crítica comunista es una impugnación del capitalismo principalmente desde el punto de vista económico. Critica el reparto desigual de la riqueza producida, que se manifiesta en la jerarquía salarial, y exige un reparto más equitativo de la riqueza producida, en particular mediante el aumento de los salarios. En última instancia, su objetivo es la abolición del trabajo asalariado.

También critica la propiedad privada de los medios de producción, así como la lógica del mercado. Para la teoría comunista, la producción debe basarse en las necesidades de la población y no en los incentivos al consumo generados por las empresas de mercado y los capitalistas. Además, la teoría comunista subraya que, en el trabajo, lo que crea valor es la unión de la fuerza y la inteligencia de los trabajadores. Los capitalistas se limitan a convertir este valor en dinero y a captar una parte que se atribuyen a sí mismos. Así, los comunistas consideran que los propietarios capitalistas no producen nada, no aportan nada a la sociedad y que su enriquecimiento por la simple posesión de los medios de producción es ilegítimo, parecido a una forma de robo legitimado y legalizado. 

Por último, los comunistas critican el imperialismo, como una forma de nivelación y explotación de clase a escala transnacional, pero también como una forma de guerra entre capitalistas por la apropiación de recursos para crear riqueza. Al imperialismo y a la competencia internacional, los comunistas oponen la puesta en común de los recursos al servicio de todos.

2) La crítica heredada del anarquismo, el comunismo libertario y la consejería

La segunda crítica es la crítica al poder heredada del anarquismo, del movimiento libertario y del comunismo de los consejos. Esta crítica ataca las formas de jerarquía, de salario -distinción propietario/empleado, gerente/trabajador calificado/trabajador no calificado- y de mando -distinción comandante/ejecutor- que se instituyen a través del desarrollo del capitalismo. Esta crítica implica también un cuestionamiento de la meritocracia. El supuesto mérito de quienes han logrado su ascenso social, de quienes han subido a la cima de la sociedad, oculta mal el capital económico, social, cultural y relacional que han heredado, así como la organización social y colectiva -el hecho de que algunas personas se encarguen de ciertas tareas y las releven de sus responsabilidades, el hecho de que lo que han asimilado como competencia sea fruto del trabajo histórico y colectivo acumulado- que les ha permitido lograrlo. Esta crítica también rechaza las formas usurpadas de comunismo que se establecerían sobre la base de regímenes capitalistas de Estado, es decir, donde una tecnoburocracia a la cabeza del Estado se apropiaría del capital, de los medios de producción, para hacerlos trabajar para sí misma contra los demás capitalistas y los demás Estados, y los confiscaría así a la sociedad. También se opone a este tipo de sistema porque establecería una forma de jerarquía y ascenso social donde la competencia, el mérito, el esfuerzo y la lealtad abrirían las puertas a las funciones de elaboración y mando. Esta crítica se opone, pues, a un modelo comandado por especialistas conocedores que, en consecuencia, se otorgarían el monopolio legítimo de la toma de decisiones, y en el que simplemente se trataría de elegir ser comandado por tal o cual aparato u organización tecnoburocrática. De hecho, este sistema suprimiría la verdadera democracia autogestionaria directa, la de una sociedad sin líder ni clase, organizada sobre la base de asambleas de consumidores-productores asociados, soberanos en la toma de decisiones, donde los especialistas -cuya opinión, aunque importante, es a menudo contradictoria- tendrían, a lo sumo, sólo un papel consultivo.

3) La crítica desarrollada por el Décroissance

La tercera crítica es la de la destructividad del modelo industrial y del crecimiento ilimitado, desarrollada por los ecologistas y luego por el movimiento del decrecimiento. Esta crítica se solapa con la crítica al capitalismo, porque el capitalismo no es sólo un sistema de propiedad o de apropiación, sino también un sistema de actores que compiten por la apropiación y la maximización (al menos para eliminar a sus competidores y no arriesgarse a bajar de categoría). Por lo tanto, tiene un carácter expansionista, porque para hacer frente a sus competidores que adoptan las mismas estrategias que él, el capitalista debe producir cada vez más para vender más.

La Objeción al Crecimiento y al Decrecimiento consiste en un desafío a la ideología del crecimiento en varios niveles. En primer lugar, una crítica al crecimiento económico como fuente de bienestar colectivo, indexado en el índice del PIB, mientras se constata que genera importantes desigualdades y no contribuye al bienestar de todos, sino que, por el contrario, genera o no suprime la miseria. Esta crítica está en consonancia con la de los comunistas, que sostienen que la igualdad social y el socialismo no son una cuestión de crecimiento económico, del que luego podría seguir una distribución social más igualitaria, teoría defendida por la socialdemocracia y el social-liberalismo. Los objetores del crecimiento, que son decrecentistas, difieren sin embargo de los comunistas en este aspecto. Introducen la noción de límite material, donde los comunistas, desde un punto de vista histórico, defendían el carácter ilimitado del crecimiento económico, cuyos frutos se distribuirían por igual entre todos los proletarios, y -en cierto modo y para determinadas corrientes comunistas, en este caso las que dominaron el siglo XX- donde el nivel de vida de los proletarios estaría indexado al nivel de vida de los capitalistas. En segundo lugar, es una crítica al crecimiento industrial en cuanto a los daños que causa al clima, la huella ecológica, el agotamiento de los recursos naturales. Se trata de una crítica a la dimensión extensiva del crecimiento, tanto en términos de diversificación como de extensión geográfica, que pretende demostrar su insostenibilidad a largo plazo. Como tal, también puede vincularse a la crítica del imperialismo. En segundo lugar, la crítica del crecimiento considera que el aumento constante de la potencia, de los modelos tecnológicos potentes, implica un crecimiento simultáneo de los riesgos tecnosanitarios (sobre todo en lo que respecta a la cuestión de las centrales nucleares), y que, por consiguiente, una disminución de estos riesgos implica en parte una disminución de la potencia técnica. El decrecimiento incluye también una crítica al poder, al crecimiento del poder concentrado en manos de un número mínimo de personas y ejercido en escalas territoriales extremadamente vastas. El decrecimiento sería, pues, un movimiento hacia la desconcentración, la descentralización del poder, su deslocalización, su redistribución a nivel local y su reapropiación por parte del individuo. El decrecimiento implica, por tanto, un camino hacia la democracia directa, la autogestión y el federalismo y, por tanto, se solapa con el anarquismo. 

La crítica al crecimiento es también una crítica al trabajo, al que está íntimamente ligado. Consiste en una crítica al trabajo como centralidad de la vida, en favor de un modelo hedonista, dejando más espacio a la realización personal, a las relaciones con los demás, a la convivencia, al ocio, a las artes, a las ciencias, a las actividades deportivas y a cualquier actividad que haga la vida agradable y placentera. El decrecimiento incluye, pues, una parte del hedonismo.

Por último, el decrecimiento, desde el punto de vista material y económico, es un hecho probado, que puede anticiparse, antes que una ideología, una teoría política o un proyecto social. Su formulación como crítica social y política consiste, pues, en denunciar la no perennidad del modelo de crecimiento tal como lo conocemos, porque provocará un decrecimiento violento, desigual y potencialmente más profundo de las poblaciones, mientras que el decrecimiento voluntario, a nivel colectivo y democrático, limitará potencialmente su alcance, tanto a nivel material como social. El decrecimiento, desde este punto de vista, implica y por tanto incluye la salida del capitalismo.

4) Anticapitalismo integral

El anticapitalismo integral consiste en la síntesis de las tres críticas, que tanto transcriben los problemas reales de nuestras sociedades pasadas, presentes y futuras, como aportan respuestas, alternativas de ruptura con el modelo capitalista y sus impasses, a nivel de la desigualdad social, el poder y sus límites materiales. El anticapitalismo integral es, por tanto, similar al decrecimiento comunista libertario. 

III. ANTICAPITALISMO Y ANTILIBERALISMO

1) ¿Qué es el antiliberalismo?

El antiliberalismo es el planteamiento que consiste en oponerse al liberalismo económico, es decir, a la ausencia de normas que regulen la economía de mercado, y más concretamente a la total libertad de los agentes económicos. Se trata, por tanto, de poner en marcha un cierto número de normas, de restricciones jurídicas y económicas, para limitar el crecimiento de ciertas unidades de producción en detrimento de otras, para evitar la concentración monopolística del capital. Estas normas suelen ser establecidas por el Estado, el gobierno [1].

Los antiliberales, por tanto, no cuestionan la propiedad privada de los medios de producción, la dinámica de la acumulación de capital, el poder de decisión de los propietarios capitalistas, especialmente en lo que respecta a la fijación de los salarios o la organización del trabajo. Su lógica reside en la búsqueda de un «capitalismo bueno», un «capitalismo con rostro humano», autolimitado, moderado [2].

La otra tendencia del antiliberalismo radica en la crítica al neoliberalismo, y en particular al capitalismo especulativo, a la lógica de la financiarización de la economía, a la desvinculación del dinero de las realidades materiales que supuestamente refleja. En este caso, podemos hablar de «antineoliberalismo» en lugar de antiliberalismo. 

2) ¿Cómo va el anticapitalismo más allá del antiliberalismo? 

Aunque el anticapitalismo incluye una parte del antiliberalismo, no se limita ni se confunde con él. El anticapitalismo incluye la crítica al liberalismo económico, a la ausencia de regulación de la economía de mercado, a la libertad de los actores económicos, como parte de su crítica al capitalismo, y al neoliberalismo, a la financiarización de la economía, a su desvinculación, junto con la crítica a la propiedad privada de los medios de producción, al control patronal sobre los salarios y las condiciones, y a la organización del trabajo.

IV. VERDADEROS Y FALSOS ANTICAPITALISTAS

1) Los usurpadores de la noción de anticapitalismo

Al no estar siempre claramente definido, el anticapitalismo da lugar a recuperaciones a menudo abusivas, ya sea en la izquierda antiliberal o en la extrema derecha. El Frente de Izquierda, en particular el PCF y el PG, puede a veces reivindicar su carácter anticapitalista. Sin embargo, no cuestionan la propiedad privada de los medios de producción, ni la jerarquía salarial y de mando, ni el control del empresario sobre la organización del trabajo. Por el contrario, reproducen la ideología de la meritocracia, la burocracia y la lógica de la jerarquía de competencias. Su forma de ser antiliberal implica una lógica de nacionalización de los medios de producción, es decir, de ponerlos bajo el control del aparato estatal, y por tanto de una burocracia que se encargará de gestionarlos, y no una lógica de abolir la propiedad privada de los medios de producción y ponerlos bajo el control de los trabajadores. Se trata de una forma de capitalismo de Estado, no de anticapitalismo, ni de comunismo autogestionario.

El FN, en cambio, es un partido claramente liberal y al mismo tiempo proteccionista. No está en contra de la libertad de los empresarios para fijar las condiciones de trabajo y los salarios de los trabajadores, sino simplemente en contra de los empresarios y empleados extranjeros con los que compite. No está en contra de que las empresas francesas vendan sus productos en el extranjero, que conquisten los mercados exteriores. Lo mismo ocurre con la mayoría de los otros pequeños grupos de extrema derecha que intentan jugar la carta de difuminar las líneas ideológicas entre la izquierda y la derecha (Bloc Identitaire, Egalité & Réconciliation, antes 3ème Voie). No están en contra de la propiedad privada de los medios de producción y, por el contrario, defienden la alianza entre los capitalistas y los trabajadores franceses contra los capitalistas y los trabajadores del resto del mundo.

2) Organizaciones genuinamente anticapitalistas en Francia

En Francia hay varias organizaciones claramente anticapitalistas: El NPA (Nuevo Partido Anticapitalista), LO (Lutte Ouvrière) [3], organizaciones anarquistas, libertarias, como AL (Alternative Libertaire) [4], FA (Fédération Anarchiste), CGA (Coordination des Groupes Anarchistes) [4], la OCL (Organisation Communiste Libertaire), la OLS (Offensive Libertaire et Sociale) [5], los decrecentistas del MOC (Mouvement des Objecteurs de Croissance) y el PPLD (Parti Pour La Décroissance), pero también, a nivel sindical, la SUD y la CNT. Todas estas organizaciones tienen en común defender una postura autogestionaria, colectivista e igualitaria.

Floran Palin – 9 de mayo de 2014

NOTAS : 

[1] Aunque esto no es históricamente observable, también se podría imaginar que estas reglas podrían ponerse en práctica en el marco de una democracia de autogestión directa. Sin embargo, es difícil imaginar que este enfoque sólo podría abordar los «excesos» del liberalismo, sin cuestionar la lógica competitiva, la propiedad privada de los medios de producción, la acumulación privada/privada del capital.

[2] Además, el «capitalismo con rostro humano» es una verdadera antinomia. En efecto, si el capitalismo, por el sufijo «ismo», se define por la búsqueda perpetua y exacerbada de la acumulación de capital, no puede por tanto soportar ningún límite a su propia lógica, a su propia dinámica. Por lo tanto, cualquier cuestión de moral, ética, valor, humanidad, queda excluida de su racionalidad desde el principio. Por lo tanto, tenerlos en cuenta significaría que ya no estamos del todo en un sistema capitalista. En consecuencia, existe una tensión irreductible, un equilibrio de fuerzas constante entre la dinámica capitalista y la tendencia a la colectivización, que las perspectivas reformistas sólo pueden atemperar, equilibrar, de manera puntual.

[El caso de Lutte Ouvrière es particular porque esta organización no saca todas las consecuencias de la crítica al capitalismo. Es la única, entre las organizaciones mencionadas, que defiende un anticapitalismo reducido exclusivamente a su dimensión económica, en detrimento de los problemas ecológicos, y que alimenta una esperanza en una ciencia providencial que permita salvar el crecimiento extensivo. Además, LO defiende la autoorganización y la igualdad mientras, de forma muy paradójica, desarrolla un funcionamiento interno extremadamente centralista, jerárquico, meritocrático y experto, que refleja más la estructura del capitalismo y la burocracia que una lógica de democracia autogestionaria.

[4] AL y CGA se fusionaron el 10 de junio de 2019 para crear la Union Communiste Libertaire (UCL). 

[5] La OSL desapareció en 2015. 

FUENTE: Decroissance Communiste Libertaire 

 Traducido por Jorge Joya

Original: www.socialisme-libertaire.fr/2021/07/qu-est-ce-que-l-anticapitalisme.h