"Los anarquistas y el sentimiento moral", por Errico Malatesta. En "Le Réveil", Ginebra, 5 de noviembre de 1904. Traducción "Les Temps Nouveaux", París, 8-12-1906.
"El número de los que se llaman anarquistas es hoy tan grande, y bajo el nombre de anarquía se exponen doctrinas tan divergentes y contradictorias, que haríamos muy mal en sorprendernos cuando el público, desconocedor de nuestras ideas, incapaz de distinguir a primera vista las grandes diferencias que se esconden bajo la misma palabra, permanece indiferente a nuestra propaganda y nos muestra además desconfianza.
Por supuesto, no podemos impedir que los demás se llamen como quieran, pero renunciar a llamarnos anarquistas no serviría de nada, ya que la opinión pública simplemente pensaría que hemos dado la espalda.
Todo lo que podemos y debemos hacer es distinguirnos claramente de aquellos que tienen una concepción de la anarquía diferente a la nuestra, y que extraen de esta misma concepción teórica consecuencias prácticas absolutamente opuestas a las que nosotros extraemos de ella. Y la distinción debe resultar de la exposición clara de nuestras ideas, y de la repetición franca e incesante de nuestra opinión sobre todos los hechos que estén en contradicción con nuestras ideas y moral, sin tener en cuenta a ninguna persona o partido. Pues esta supuesta solidaridad partidista entre personas que no pertenecían o no podían pertenecer al mismo partido ha sido precisamente una de las principales causas de la confusión.
Ahora hemos llegado a tal punto que muchos exaltan en los compañeros las mismas acciones que reprochan a los burgueses, y parece que su único criterio de lo correcto o incorrecto consiste en saber si el autor de tal o cual acto se llama anarquista o no. Un gran número de errores ha llevado a algunos a contradecirse abiertamente en la práctica con los principios que profesan teóricamente, y a otros a soportar tales contradicciones; al igual que un gran número de causas han traído a nuestro entorno a personas que en el fondo no se preocupan por el socialismo, la anarquía, ni por nada más allá de sus intereses personales.
No puedo emprender aquí un examen metódico y completo de todos estos errores, por lo que me limitaré a tratar los que más me han llamado la atención.
Hablemos en primer lugar de la moral.
No es raro encontrar anarquistas que niegan la moral. En un principio, esto no es más que una forma de hablar para establecer que, desde el punto de vista teórico, no admiten una moral absoluta, eterna e inmutable, y que, en la práctica, se rebelan contra la moral burguesa, sancionando la explotación de las masas y derribando todos los actos que lesionan o amenazan los intereses de los privilegiados. Luego, poco a poco, como ocurre en muchos casos, toman la figura retórica por la expresión exacta de la verdad. Olvidan que, en la moral actual, además de las normas inculcadas por los sacerdotes y los jefes para asegurar su dominación, hay otras que forman incluso la parte mayor y más sustancial de la misma, sin las cuales sería imposible toda convivencia social; -olvidan que rebelarse contra cualquier norma impuesta por la fuerza no significa en absoluto renunciar a toda contención moral y a todo sentido de la obligación hacia los demás; -olvidan que para luchar razonablemente contra una moral, es necesario oponerla, en la teoría y en la práctica, a una moral superior: y a veces acaban, con la ayuda de su temperamento y de las circunstancias, convirtiéndose en inmorales en el sentido absoluto de la palabra, es decir, en hombres sin ninguna regla de conducta, sin ningún criterio que les guíe en sus acciones, que ceden pasivamente al impulso del momento. Hoy se quedan sin pan para ayudar a un compañero; mañana matarán a un hombre para ir al prostíbulo.
La moral es la norma de conducta que todo hombre considera buena. Uno puede encontrar mala la moral imperante en una época, país o sociedad determinada, y de hecho encontramos la moral burguesa más que mala; pero no se puede concebir una sociedad sin algún tipo de moral, ni un hombre consciente que no tenga un criterio para juzgar lo que está bien y lo que está mal para sí mismo y para los demás. Cuando luchamos contra la sociedad actual, oponemos a la moral individualista burguesa la moral de la lucha y la solidaridad, y buscamos establecer instituciones que correspondan a nuestra concepción de las relaciones entre los hombres. Si fuera de otra manera, ¿por qué no nos parece bien que los burgueses exploten al pueblo?
Otra afirmación perniciosa, sincera para algunos, pero para otros sólo una excusa, es que el entorno social actual no permite la moralidad, y que, en consecuencia, es inútil intentar esfuerzos destinados a no tener éxito; lo mejor es sacar todo lo posible de las circunstancias actuales para uno mismo sin preocuparse por el prójimo, salvo para cambiar de vida cuando la organización social también haya cambiado. Ciertamente, todo anarquista, todo socialista, comprende las inevitabilidades económicas que hoy obligan al hombre a luchar contra el hombre; y ve, como buen observador, la impotencia de la revuelta personal contra la fuerza preponderante del medio social. Pero también es cierto que, sin la revuelta del individuo, uniéndose a otros individuos revueltos para resistir al entorno y tratar de transformarlo, ese entorno nunca cambiaría.
Todos, sin excepción, estamos obligados a vivir, más o menos, en contradicción con nuestras ideas; pero somos socialistas y anarquistas precisamente en la medida en que sufrimos esta contradicción y en que intentamos, en la medida de lo posible, hacerla menos grande. El día que nos adaptemos al medio ambiente, naturalmente ya no tendremos el deseo de transformarlo y nos convertiremos en simples burgueses; burgueses sin dinero quizás; pero no menos burgueses por ello en los hechos y en las intenciones. "
Errico Malatesta
FUENTE: Biblioteca Anarquista
Traducido por Joya
Original:
www.socialisme-libertaire.fr/2017/05/les-anarchistes-et-le-sentiment-m