Texto original: Anarchy and the Sex Question The Alarm, 27 September 1896, p. 3. Fuente: Infokiosk Views on Sexism.
El obrero, cuyos músculos y fuerza son tan admirados por los pálidos y enclenques vástagos burgueses, pero cuyo trabajo apenas basta para mantener la cabeza fuera del agua, se casa sólo para tener en casa una esposa y un ama de casa que, esclavizada de la mañana a la noche, tiene que concentrar sus esfuerzos para mantener el nivel de gastos. Está tan agotada por sus continuos esfuerzos para que el mísero sueldo de su marido pueda mantenerlos a ambos, que se vuelve irritable y pronto es incapaz de responder a las demandas de afecto de su marido y amo que, ¡ay! Pronto llega a la conclusión de que sus planes han fracasado y por eso empieza a pensar que su matrimonio es un fracaso.
Una espiral cada vez mayor
Como los gastos aumentan en lugar de disminuir, la mujer, que ha perdido la fuerza que tenía al principio del matrimonio, empieza a sentirse traicionada, y las preocupaciones y el miedo a morir de hambre se apoderan de su belleza poco después de casarse. Se desanima, se deprime, descuida su trabajo doméstico, y como no hay ningún vínculo de amor o afecto entre ella y su marido que les permita sobrellevar la miseria y la pobreza de sus vidas, en lugar de aferrarse el uno al otro, se convierten en dos extraños el uno para el otro, cada vez más conscientes de sus defectos. A diferencia del millonario, el hombre no puede escapar a su club, sino que va al bar a ahogar su miseria en un vaso de cerveza o de whisky. La infeliz compañera de esta miseria, demasiado honesta para buscar consuelo en otros brazos, y demasiado pobre para permitirse cualquier diversión u ocio, permanece en ese entorno escuálido y apenas mantenido al que llama hogar, llorando amargamente por la locura que la ha convertido en la esposa de un pobre hombre.Y sin embargo, no hay manera de que se separen nunca.Y deben arreglárselas
Por muy enloquecedores que sean los lazos con los que la Iglesia y el Estado los han encadenado el uno al otro, no pueden romperse a menos que ambas personas decidan permitir que se rompan.
Y cuando la Ley tiene la suficiente piedad como para deshacer sus vínculos, es porque todos los detalles de su vida privada han quedado al descubierto. La mujer es condenada por la opinión pública y toda su vida queda arruinada. El miedo a esta desgracia la lleva a menudo a doblegarse bajo el peso de las obligaciones de la vida conyugal sin atreverse a pronunciar una sola queja contra el monstruoso sistema que la ha quebrado como a tantas de sus hermanas.
Los burgueses soportan este sistema para evitar el escándalo, los pobres para evitar a sus hijos y por miedo a la opinión pública. Sus vidas no son más que mentiras e hipocresía.
La mujer que vende sus favores es libre de dejar al hombre que los compra cuando quiera, mientras que la "mujer respetable" no puede liberarse de una unión que la humilla.
Todas las uniones artificiales que no están consagradas por el amor son prostitución, estén o no sancionadas por la Iglesia y la sociedad. Estas uniones sólo pueden tener una influencia degradante tanto para la moral como para la salud de la sociedad.
El culpable es el sistema
Este sistema que obliga a las mujeres a vender su feminidad y su independencia al mejor postor no es más que una rama del mismo sistema infernal que permite a unos pocos vivir de la riqueza producida por sus semejantes, el 99% de los cuales tienen que trabajar y esclavizarse de la mañana a la noche por un salario que apenas les alcanza para sobrevivir, mientras el fruto de su trabajo es absorbido por una minoría de vampiros ociosos que viven rodeados de todo lo más lujoso del mundo.
Detengámonos un momento en estas dos imágenes del sistema social del siglo XIX.
Veamos las casas burguesas, esos magníficos lugares cuyo mobiliario podría mantener por sí solo a cientos de hombres y mujeres. Fíjate en las fiestas y cenas de los hijos de estos burgueses, donde un solo plato hubiera bastado para alimentar a cientos de hambrientos para los que una comida de pan y agua era un lujo. Mira a estos fanáticos de la moda, que se pasan el tiempo inventando nuevas formas de divertirse: van al teatro, a los bailes, a los conciertos, a los yates, corren de una parte a otra del globo en una loca búsqueda de la alegría y el placer. Y luego voltéate por un momento y mira a los que producen la riqueza que paga estos entretenimientos excesivos y artificiales.
El otro lado del espejo
Míralas, hacinadas en oscuros y húmedos sótanos donde nunca hay el más mínimo soplo de aire fresco, vestidas con harapos, arrastrando su miseria desde la cuna hasta la tumba, sus hijos vagando por las calles, desnudos, hambrientos, sin que nadie les diga una palabra de amor ni les ofrezca la más mínima ternura, creciendo en la ignorancia y la superstición, maldiciendo el día en que nacieron.
¡Mira estas dos imágenes! Ustedes, moralistas y filántropos, díganme a quién hay que culpar de esto. ¿Las que se ven abocadas a la prostitución, legal o no, o las que llevan a sus víctimas a esa desesperación?
El problema no es la prostitución, sino la sociedad misma, este sistema injusto llevado por la propiedad privada, el Estado y la Iglesia. Este sistema de robo legalizado, asesinato y violación de la mujer inocente y el niño sin esperanza.
La cura de la peste
Hasta que no nos libremos de este monstruo, no podremos librarnos de lo que asola el Senado y las administraciones, las casas de la burguesía y los tugurios de los pobres. La humanidad debe ser consciente de sus fuerzas y capacidades, debe liberarse para comenzar una vida nueva, mejor y más noble.
La prostitución nunca será destruida por los métodos del reverendo Parkhurst y otros reformistas. Existirá mientras el sistema actual lo alimente.
La mujer sólo será autónoma e independiente cuando estos reformistas se unan a los que luchan por abolir el sistema que engendra el crimen en todas sus formas y construir uno basado en la igualdad total, un sistema que garantice a cada hombre, mujer y niño los frutos de su trabajo y exactamente los mismos derechos a disfrutar de los dones de la naturaleza y a tener acceso a la mejor de las educaciones. Entonces su salud ya no se verá afectada por la esclavitud y el trabajo interminable y ya no será víctima del Hombre, mientras que el Hombre ya no estará poseído por vicios o pasiones artificiales y contrarias a su bienestar.
El sueño anarquista
Cada uno debe entrar en el estado de matrimonio en una posición de fuerza y con plena confianza moral en el otro. Cada uno amaría y estimaría al otro, y apoyaría su trabajo, no sólo por su propio bienestar, sino también porque, siendo felices juntos, desearían la felicidad universal de todos. Los hijos de tales uniones serían fuertes y sanos moral y físicamente, y respetarían y honrarían a sus padres, no sólo porque es su deber, sino porque sus padres lo merecen.Toda la comunidad se encargaría de su educación y cuidado, y serían libres de seguir sus inclinaciones, y no habría necesidad de enseñarles la servidumbre y las técnicas básicas de ataque a sus semejantes. Su objetivo en la vida sería, no ganar poder sobre sus hermanos, sino ganarse la estima y el respeto de todos los miembros de la comunidad.
Divorcio anarquista
Si la unión de un hombre y una mujer resultaba insatisfactoria y desagradable para ellos, podían separarse de forma suave y tranquila, y no tenían por qué deteriorar los escasos lazos del matrimonio continuando una unión desagradable.
Si, en lugar de perseguir a las víctimas, los reformistas de hoy se unieran para erradicar el problema, la prostitución nunca más deshonraría a la humanidad.
Suprimir una clase y proteger otra no es sólo una locura. Es un delito. No volteéis la cabeza, hombres y mujeres moralistas.
No te dejes influir por tus prejuicios: analiza el asunto con objetividad.
En lugar de utilizar tu fuerza innecesariamente, echa una mano a la abolición de este sistema corrupto y enfermo.
Si la vida conyugal no te ha privado de todo honor y amor propio, si sientes amor por los que llamas tus hijos, debes, por tu salvación y la de tus hijos, luchar por la emancipación y el establecimiento de la verdad. Entonces, y sólo entonces, el matrimonio dejará de ser una lacra.
Traducida por Jorge Joya
Original: emmagoldmananthologie.wordpress.com/textes-et-documents-de-emma-goldma