"En sus objetivos y principios, NEFAC (North East Federation of Libertarian Communists) se define como una federación de activistas que se identifican con la tradición comunista en el anarquismo. Muchos fruncieron el ceño:
"¿Son anarquistas y comunistas a la vez? Todo el mundo sabe que los anarquistas son individualistas empedernidos, mientras que los comunistas son estalinistas en potencia. Ser anarquista y comunista es totalmente contradictorio.
Esto es malinterpretar la historia del movimiento anarquista, dentro del cual existe una corriente comunista desde hace casi 130 años. Como explicó Carlo Cafiero a finales del siglo XIX, "debemos ser comunistas, porque somos anarquistas, porque anarquía y comunismo son los dos términos necesarios de la revolución". He aquí la razón.
Los prejuicios hacen que el comunismo sea difícil de soportar. Cuando oímos la palabra, la asociamos espontáneamente con regímenes dictatoriales en los que la libertad individual queda reducida a la nada por un único partido todopoderoso. Los anarquistas saben algo de esto, ya que han sufrido mucho en las cárceles y gulags de los llamados estados "comunistas" (especialmente la URSS). Pero a diferencia de sus torturadores, estos mismos anarquistas suelen ser verdaderos comunistas, es decir, partidarios de la puesta en común de los medios de producción y de intercambio. De hecho, los anarquistas consideran que la igualdad sólo es una ilusión si unos pueden comprar el trabajo de otros y obtener beneficios a costa de los demás. Esta desigualdad en relación con la propiedad ha llevado a la jerarquización de la sociedad en clases. El comunismo, al expropiar la riqueza de manos de una minoría poseedora y redistribuirla al conjunto de la sociedad, pone fin a la desigualdad económica que sustenta el capitalismo.
Un buen programa, dirán ustedes. Pero no es suficiente. Los anarquistas, aunque sean comunistas, también son antiautoritarios. Para que la igualdad económica que tanto nos ha costado conseguir sea algo más que una mera quimera, debemos ser capaces de decidir democráticamente los fines de esta producción. Por eso los anarquistas son también firmes partidarios de la libertad política. En otras palabras, no sólo somos comunistas, sino también libertarios. Los comunistas libertarios quieren abolir no sólo la propiedad privada (y su corolario, el trabajo asalariado), sino también el Estado, que, digamos lo que digamos, siempre ha permitido a unos pocos privilegiados establecer su dominio político sobre la mayoría.
El comunismo libertario, lejos de ser una simple utopía, se inscribe en la historia de la lucha de clases como una de las formas de organización social y económica más democráticas que existen. Durante más de cien años, los revolucionarios han puesto en práctica esta perspectiva, especialmente durante las insurrecciones de Ucrania (1921) y España (1936). En ambos casos, los anarquistas procedieron a socializar los medios de producción y a poner en común la tierra. Con la abolición de la propiedad privada, no había razón para que la esclavitud asalariada permaneciera. Con el trabajo nuevamente libre y la producción reorientada exclusivamente hacia la satisfacción de las necesidades humanas, la reorganización de la vida económica permitió aplicar el principio comunista: "de cada uno según sus medios a cada uno según sus necesidades".
Incluso hoy en día, el comunismo libertario está a la orden del día. Cuando nos organizamos sobre una base radicalmente democrática, cuando lanzamos proyectos autogestionados, cuando desafiamos los sacrosantos derechos de propiedad de patrones y terratenientes, cuando luchamos contra el control estatal de nuestras vidas, estamos sembrando las semillas del comunismo y la libertad".
FUENTE: Biblioteca Anarquista
Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2019/03/l-anarchie-de-a-a-z-c-comme-commuBibliothèque Anarchiste