El 19 de julio de 1936 se produjo en España un levantamiento popular que frenó un golpe de Estado fascista dirigido por el general Franco. La Confederación Nacional del Trabajo (CNT), anarcosindicalista, y la Unión General del Trabajo, socialista, con 1,5 y 1,4 millones de afiliados respectivamente, convocaron una huelga general del 19 al 23 de julio en toda España, en respuesta tanto al levantamiento militar como a la inacción del propio Estado republicano.
Los sindicatos se organizaron para conseguir armas tras asaltar los cuarteles y depósitos de armas de las fuerzas del orden, permaneciendo o no fieles al gobierno republicano. En Cataluña, como en otras regiones españolas, el proletariado se levantó en armas, atacó los cuarteles donde se habían refugiado los partidarios de la sublevación militar, levantó barricadas en las calles y detuvo a insurgentes y sospechosos.
El año 2016 marcará, pues, el octogésimo aniversario de este acontecimiento, al que Le Monde Libertaire tendrá la oportunidad de volver.
DERROTA MILITAR Y REPRESIÓN
La derrota militar de la Revolución Española se debió a la convergencia de varios factores:
- La intervención militar directa e inmediata de los alemanes e italianos;
- La ayuda condicionada de la URSS: pagar en efectivo el poco equipo militar entregado, que sólo debía ser utilizado por las fuerzas bajo control comunista. El Partido Comunista Español era muy minoritario y tenía poca presencia en la clase obrera, por lo que hubo que pagar una segunda vez, políticamente, lanzando en paracaídas a hombres del partido en puestos clave. El resultado fue que el PCE se convirtió en una fuerza política artificialmente inflada, que acaparó y a menudo hizo un uso desastroso del material de guerra -no siempre en condiciones de uso- pagado por el pueblo español.
- La no intervención de las democracias occidentales, cuyo símbolo seguía siendo Léon Blum, que sacrificó al pueblo español para evitar una guerra mundial, que de todos modos se produjo, y sobre todo para evitar la victoria de una revolución.
- A estos tres puntos se puede añadir un cuarto, los permanentes intentos de sabotear la revolución por parte de los propios demócratas españoles.
Como se puede adivinar, hubo muchos debates sobre las causas de la derrota del movimiento obrero español y la victoria del franquismo.
1. Los demócratas afirman que si el movimiento obrero no se hubiera levantado, el Frente Popular habría tenido el apoyo de las democracias occidentales. En realidad, la experiencia de Múnich demuestra que si el movimiento obrero no se hubiera levantado, Franco habría ocupado toda España al instante y es dudoso que en el contexto de la época alguien hubiera intervenido para desalojarlo.
2. Los socialistas y comunistas de todo el mundo afirman que la derrota militar se debió a la incapacidad organizativa, a la indisciplina congénita de los anarcosindicalistas. La realidad es muy diferente. Por el contrario, los anarcosindicalistas demostraron ser notables organizadores. Aplicaron un principio sencillo, a saber, que una revolución proletaria debe mejorar inmediatamente las condiciones de vida de la población. Esto ocurrió tanto en la agricultura, donde incluso los pequeños propietarios se unieron a los colectivos agrícolas porque la ayuda mutua facilitaba el trabajo, como en la industria: tras la victoria fascista, Franco mandó destruir fábricas porque las mejoras que se habían realizado en ellas eran una muestra del espíritu inventivo de los trabajadores y sus organizaciones.
3. La dirección de la CNT, que había llegado a tener dos millones de afiliados durante la guerra, creía que una victoria armada sobre los fascistas era la única manera de consolidar las primeras conquistas revolucionarias y de ampliarlas posteriormente. Por lo tanto, participó en la creación de divisiones militarizadas para responder a las exigencias de la situación y, como organización de masas de la clase obrera y los campesinos, aportó el mayor contingente de hombres, junto con la Unión General de Trabajadores, la organización sindical de tendencia socialista. Esta elección fue objeto de muchas críticas dentro del propio movimiento libertario.
La CNT mantuvo esta línea a pesar de las provocaciones y traiciones de los comunistas y de ciertos sectores republicanos y socialistas unidos para destruir los logros de la autogestión. Así, una brigada comunista, dirigida por Lister, conocido como el "Carnicero de Albacete", recorrió Aragón para destruir las colectividades agrarias antes de ser finalmente derrotada por los anarquistas. Activistas del Partido Comunista de Cataluña, el PSUC, dijeron a Ilya Ehrenburg en 1936: "Antes los fascistas que los anarquistas" [nota].
4. Otro tipo de crítica proviene de la extrema izquierda, de los trotskistas en particular: los libertarios españoles deberían haber tomado el poder, haber hecho una guerra revolucionaria y haber levantado a la clase obrera residente en la zona en manos de Franco. También dicen que durante la Segunda Guerra Mundial fue necesario llamar a los proletarios alemanes a levantarse contra Hitler. En cuanto a Alemania, estaríamos tentados de decir que desde el momento en que se llega a llamar al proletariado a levantarse contra un dictador, es porque éste ya ha tomado el poder y que, por tanto, es demasiado tarde; es antes cuando el proletariado debería haberse levantado. Obviamente, esto plantea la cuestión de la responsabilidad del movimiento socialista alemán. El argumento también se aplica a la Italia de Mussolini.
Los libertarios españoles plantearon el problema de la sublevación en la zona de Franco. Hubo incluso intentos de guerra de guerrillas, pero en general se limitaron a acciones de inteligencia y sabotaje. Los franquistas también se habían adelantado a esta eventualidad: pusieron en marcha una solución limpia y brutal, una "solución final" que consistía en la eliminación masiva y sistemática de todos los militantes y simpatizantes, estableciendo un terror policial total sobre el resto de la clase obrera. Todos los hombres y mujeres susceptibles de apoyar una guerra de guerrillas en la zona de Franco desaparecieron en las primeras semanas... y con ellos cualquier intento de sublevación en estas zonas.
En abril de 1939, al final de la guerra civil española, los vencidos fueron esencialmente los trabajadores, los militantes de las organizaciones obreras de la CNT y de la UGT, que habían impedido con sus armas el triunfo inmediato del fascismo, que formaron sus milicias y columnas para sostener los frentes militares contra el ejército de Franco, y que llevaron a cabo algunas de las experiencias más ricas en el terreno socioeconómico para el futuro de una sociedad emancipada.
Sin embargo, para la clase obrera española, la guerra no terminó el 1 de abril de 1939. Continuó con el encarcelamiento de miles de mujeres y hombres en campos de concentración donde se hacinaban hasta 2 millones de personas. Entre los más conocidos: Albatera, Los Almendros, Santa Eulalia del Campo, San Marcos de León. Tras el desmantelamiento progresivo de los campos de concentración, 300.000 españoles están recluidos en prisiones; otros 300.000 están en libertad condicional. Medio millón de españoles se exiliaron, algunos al norte de África, otros a América y la mayoría a Francia, donde fueron estacionados de nuevo por las autoridades francesas en campos de concentración: algunos fueron trasladados a campos de exterminio nazis: 8.000 murieron en Mauthausen, 40.000 fueron devueltos a Franco por Vichy. El periodista inglés A.V. Philips calcula que entre marzo de 1939 y marzo de 1940 fueron ejecutadas unas 100.000 personas. Un historiador estadounidense, Charles Folft, escribe que entre 1939 y 1944 fueron fusiladas 190.684 personas, cifra obtenida por un corresponsal de Associated Press de un funcionario del Ministerio de Justicia de Franco. La ejecución de 430 profesores universitarios y 6.000 maestros corresponde a la liquidación física del 50% del personal docente. A estas cifras hay que añadir la represión llevada a cabo por Franco entre 1936 y 1939 en la parte de España ocupada por los fascistas. Cuando, en 1944, los rusos y los estadounidenses decidieron el statu quo para España como recompensa por su neutralidad durante la guerra, se desató una nueva ola de represión.
REORGANIZACIÓN
La elección de neutralidad de Franco se revela -desde su punto de vista, por supuesto- juiciosa en retrospectiva cuando se examina el trabajo de reorganización realizado por la CNT y, en menor medida, por la UGT, desde 1939 hasta 1950. Los militantes que permanecieron en España se dedicaron a reconstruir su organización en la clandestinidad. Justo antes del final de la guerra, tras la campaña catalana, en la Barcelona ocupada, quedaban militantes de la CNT que, en la clandestinidad, mantenían una continuidad orgánica en diversos sindicatos: transportes, construcción, metalurgia, artes gráficas, espectáculos. De forma más precaria, la continuidad orgánica se mantuvo también en la región norte, en Aragón y en Asturias.
En la zona Centro-Sur, que fue la última en caer, la reorganización de la CNT se llevó a cabo en los propios campos de concentración. El rápido hundimiento de este frente y su centralidad, geográficamente, no permitió un éxodo masivo como en Cataluña. Los campamentos se llenaron de trabajadores y militantes obreros. En Albatera (Alicante) fueron detenidos 17.000 hombres, casi todos de las divisiones republicanas 25 y 28, es decir, dos columnas de trabajadores anarcosindicalistas pertenecientes a la CNT. Entre ellos había varios comités regionales de la CNT.
Fue en un clima de ejecuciones diarias y de la más salvaje venganza cuando los trabajadores comprendieron que debían mantener su organización. Así, en este campo se nombró el primer Comité Nacional de la CNT de la posguerra, cuya primera misión era salvar a los compañeros más amenazados. A partir de ese momento, se formaron 14 sindicatos clandestinos de la CNT que operaron en Cataluña. Barcelona contaba con 30.000 socios.
En 1940 el primer Comité Nacional de la CNT cayó en Valencia en el campamento de Albatera. Todos los miembros del comité nacional fueron fusilados. En ocho años, se sucedieron más de diez comités nacionales. Destruidos uno tras otro, reconstruidos uno tras otro.
Se publicaron varios periódicos clandestinos de la CNT. En Barcelona existía la tradicional Solidaridad obrera como órgano del Comité Regional, así como órganos por sectores como El Martillo de la federación de metalúrgicos. En Aragón, Cultura y Acción tiene una tirada de hasta 10.000 ejemplares. En Valencia está Fragua Social. Asturias, el País Vasco y Madrid publican su Regional de CNT. También en Madrid se publicó Fraternidad en alianza con la UGT y Castilla Libre.
Mientras el gobierno de Franco reclutaba para la División Azul en 1941, en la Maestranza de Ingenieros de Cádiz los trabajadores militarizados hicieron una huelga -la primera después de la derrota- dirigida y apoyada por militantes de la CNT.
Con el regreso de los militantes a partir de 1944, se alcanzó el máximo nivel de organización clandestina durante los años 1944 a 1948. En 1947, la CNT contaba con 60.000 afiliados en Barcelona -en un solo pueblo había 6.000-. Solidaridad obrera, publicada en pequeño formato, tuvo una tirada de 50.000 ejemplares distribuidos por toda España por los trabajadores afiliados al sindicato del metro. Las redes de la CNT se extendieron a las prisiones, donde se celebraron con éxito reuniones y se detuvo a varios trabajadores.
Las primeras huelgas importantes de la posguerra tuvieron lugar en la industria textil de Barcelona (1945-1946). En Vizcaya estalló una huelga general el 1 de mayo de 1947. Hubo mucha propaganda en Barcelona. La situación terminó por preocupar a la burguesía. Después de 1946, una vez pasado el miedo a ser arrastrado por la caída del nazismo y el fascismo de Mussolini, el régimen se sintió lo suficientemente fuerte como para lanzar una segunda ola de represión. La policía y los falangistas atacaron a los sindicatos clandestinos. Caerán 20 comités nacionales de la CNT. Siete comités nacionales acabarán simultáneamente en la cárcel de Ocana. Las organizaciones de coordinación nacional fueron desmanteladas y los militantes detenidos. La organización confederal, que siempre había tenido una vocación de unión de masas, tuvo que cerrar sus filas, para estructurarse a nivel de grupos más pequeños.
Los historiadores, tanto liberales como marxistas, sitúan el renacimiento de las luchas obreras en España en torno a 1962, cuando reaparece la presencia comunista. ¿No es de extrañar que se ignore sistemáticamente el titánico esfuerzo de reorganización realizado por la CNT a partir de 1939?
R.B.